Obras del monasterio de Agustinas Recoletas de Guaraciaba do Norte, Ceará, Brasil.

El Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe de las monjas Agustinas Recoletas en Guaraciaba do Norte (Ceará, Brasil) acaba de cumplir 15 años. Hoy la mitad de sus monjas son brasileñas y su estilo de vida ha llamado la atención de toda su región. Nos acercamos a su vida interior y al testimonio de las personas que han sentido las bondades y alegrías de este lugar de paz, comprensión, escucha, trabajo y oración. La raíz ha encontrado ya la capa freática: este árbol no muere. Crece fuerte y tendrá muchos frutos.

Ana Glaucia es la hija de Socorro y ha vivido junto a las monjas desde que era adolescente. Hoy ella y su familia son de los “habituales” en el monasterio.


La primera vez que oí algo sobre monjas era una adolescente de 17 años, porque mi madre era una de las personas que tenía un terreno grande y suficiente para construir un monasterio. Nunca había oído hablar de monjas ni imaginaba cómo era su vida. Solo sabía que venían de otro país hasta aquí, para mi sorpresa, porque no lograba entender por qué mujeres de tan lejos venían hasta un lugar como este.

Quince años después las monjas representan mucho para mí, son parte de la familia, personas con las que podemos contar siempre, cuando necesitamos un consejo y una palabra amiga, cuando necesitamos de oración. Siempre están presentes, tanto en los momentos felices como en los tristes y desagradables. Son un puerto seguro.

Sussuanha ha cambiado, las personas están más presentes en la Iglesia, buscan más a Dios por la simple presencia del monasterio. Ellas han conseguido aproximar más a las personas a Dios, principalmente a mi propia familia y a mi madre, que se dedica ahora al máximo a la Iglesia, a ayudar a las monjas; incluso es una distracción para ella, porque vivía dentro de casa por cuidar de mi hermano enfermo. Ella dice que, si no tuviese que cuidar de mi hermano, estaría aquí viviendo con las monjas. Creo que es su deseo.

La gente del municipio se ha aproximado mucho a las monjas. A veces creo están más cerca de las monjas que los mismos habitantes de Sussuanha: aquí organizan encuentros, ayudan en todo lo que se puede hacer. Percibo una amistad y un cariño muy grande de todos con ellas.

Hay personas que nos cuestionan y dicen que las monjas deben mucho a mi madre. Pero yo no lo veo así, sino más bien que ellas han sido un verdadero regalo de Dios para nosotros, porque nuestra vida cambió mucho. Solo podemos agradecer, y agradecer mucho. Un regalo que solo ha traído cosas buenas a nuestra familia. Nos sentimos protegidos y amados. Ellas son signo de amor, fe, donación. Agradecemos a Dios eso cada día.

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