Miguel Miró, durante la entrevista.

Revitalización, Reestructuración, Evangelización y Jóvenes: hemos aprovechado la presencia del prior general en el 127º Capítulo de la Provincia de San Nicolás de Tolentino para hacerle una larga entrevista centrada en tres grandes aspectos. Los temas tratados son la unión de Provincias que ha iniciado la Orden de Agustinos Recoletos, la atención a los jóvenes y la evangelización y misión.

En este diálogo ya hemos citado los Centros de Espiritualidad Agustino-Recoleta, una novedad en cuanto a que ha sido oficialmente por la Orden en el último Capítulo General, pero también algo sobre lo que ya se tiene determinada experiencia y camino recorrido. ¿No corre riesgo o peligro la Orden de buscar tanto lo propio, especialmente lo agustiniano? Nos explicamos: aun sabiendo que Agustín es una fuente inagotable de espiritualidad y conocimiento, poner todo el acento en esta espiritualidad propia, ¿no podría hacernos olvidar lo fundamental a la vida cristiana en general? Cabría el peligro de pensar que todos tienen ya una formación cristiana básica previa y que por ello comencemos a hablar de San Agustín, sin antes rellenar otros vacíos,

Creo que la clave para esto es que no vivamos de apariencias. Si nosotros hacemos una propuesta de comunión, tenemos que experimentar nosotros la comunión, algo que sale y brota del carisma.

El carisma es de la Iglesia, pero cuando nos lo apropiamos y lo ponemos como autodefensa o nos encierra en lo nuestro o nos impide ver más allá, no estamos en el buen camino.

El carisma siempre debe tener una visión amplia, general, y generar Iglesia, porque genera comunión y está en relación con todos los demás: con el pastor de la Diócesis, con los sacerdotes diocesanos, con otras congregaciones, con los laicos, con todo tipo de voluntariado… Al fin y al cabo, con todo hombre y toda mujer que busca algo, que tiene un corazón inquieto.

Por ahí deberíamos sintonizar, y no limitarnos solo a un aspecto, porque desde el carisma se puede ofrecer formación, una experiencia de vida, evangelización buscando a quienes están lejos o tienen más necesidad, ofreciendo un acompañamiento en la fe y en la espiritualidad más personalizado o en grupo…

Supone también una atención a aquellos que requieren un especial cuidado, como pueden ser los más pobres, los necesitados… Frente a la realidad de las desigualdades no podemos mirar a otro lado, sino que el mismo carisma tiene una visión mucho más amplia más allá de cualquier autorreferencia continua.

Y todo ello desde una experiencia de vida comunitaria. Creo que aquello que es particular nuestro no es que nos cierre, más bien al contrario: la experiencia de fraternidad es de toda la Iglesia, pero a nosotros nos corresponde de un modo particular hacerla viva.

Este talante es el que puede integrar y aportar a la Iglesia local en los lugares donde estamos. Por eso no lo podemos convertir en una teoría, no podemos solo poner palabras o limitarnos a unos ejercicios de piedad, que pueden ser muy buenos; quedarnos en eso sería una limitación y una mutilación hasta incluso del propio carisma.

Esto nos lleva a proponer una cuestión que parece estar siempre en discusión o sobre la que hay al final casi tantos puntos de vista como personas. ¿Qué es realmente misión? Escuchamos que Madrid o Ciudad de México es una misión, pero también China o el Amazonas brasileño; que hay que misionar entre los no creyentes de sociedades casi opulentas y entre los pobres aislados completamente del mundo sin servicios básicos de educación, sanidad, agua o dignidad laboral. ¿Es todo lo mismo? ¿No podemos llegar a confundir a las personas e incluso al final dejarles insatisfechos o frustrados?

Hay realmente cierta confusión sobre el término misión y en todas las reuniones suele salir el problema de qué denominar, de forma concreta, como misión; algunos creen que todo es misión; otros que son solo los lugares de especial necesidad, de periferia, de pobrezas de cualquier tipo.

Pero creo que se trata de priorizar, de evangelizar a quienes tienen una necesidad más especial. Hay lugares donde no hay Iglesia organizada y faltan agentes de evangelización, pero tampoco hay medios, una pobreza extrema, falta de dignidad humana o atentados directos y continuos contra ella.

Pues bien, no los podemos abandonar como sentido de Iglesia y a la hora de organizar nuestras presencias; ahí tenemos que estar nosotros, y no solo los religiosos, pienso también en el Pueblo de Dios de una manera o de otra, que nos apoya de tantas maneras en estos lugares, aquí y allí.

También es cierto que vivimos y tenemos una muy importante presencia en países que se “descristianizan”; a esto se responde con tener un espíritu misionero en cualquier lugar donde estamos. Una cosa no quita a la otra.

Por tradición y herencia queremos ser misioneros. Nuestro talante tiene que ser misionero. En una parroquia, ¿qué hacemos con los alejados? ¿Qué proponemos a los jóvenes que vienen a los templos? Hemos de ir a la búsqueda, no basta con quedarse esperando o tener un grupito para entretenernos con ellos.

A mí lo que más me preocupa en este aspecto es el conformismo con que a veces nos movemos; no se trata de convertirnos en activistas, paranoicos de que hay que hacer y hacer, sino más bien de tener los cimientos misioneros que nos hacen preguntarnos continuamente cómo podemos ayudar a que las personas abran su corazón a Dios y a los demás.

Pero, dicho esto, hay lugares en que las personas tienen acceso, de querer, al evangelio y a la fe. Claro que no los vamos a abandonar, ni a proponer el evangelio con el testimonio, pero el caso es que, si quieren, tienen medios y modos y formas de acceder al Evangelio. Sin embargo, bien sabemos que en otros lugares tampoco tienen acceso al Evangelaio aunque quieran o quisieran, y no nos podemos desentender de ello. ¿Cree que, en justicia, la Orden debe mirarles y servirles?

La prioridad tienen que ser los lugares y las personas más desfavorecidos.

Hemos de evitar las justificaciones mentales que nos hacemos para no afrontar esta tarea: que necesitamos medios económicos, que la edad de los religiosos es alta, que al elegir unos se desatienden a otros ministerios… Habrá incluso bastante de verdad en ello, pero no sirve como justificación, sí como realismo para afrontar el hecho.

Además, contamos con los laicos, hemos de ser fermento en la sociedad y estar ahí. No dejemos que todos esos razonamientos busquen salvar nuestra comodidad y nuestra despreocupación, adaptando las ideas a lo que es nuestra conveniencia, desde el conformismo.

Hablar de comunión, en la primera parte de este diálogo, nos hizo aterrizar en el profetismo que cada miembro de la Familia Agustino-Recoleta tiene que ofrecer, y de ser profetas en nuestro mundo no de palabra, sino con gestos.

¿Responde a este profetismo nuestra presencia reciente en Cuba, o responde más bien a una petición de un obispo al Consejo General, como podría haber sido cualquier otra petición de cualquier otro lugar?

La petición del obispo es un elemento, pero ha sido el pretexto más que el fin pretendido a la hora de abrir esta comunidad misionera multiprovincial en Cuba.

Se quería unir esfuerzos entre Provincias, despertar el sentido misionero de todos los miembros de la Familia Agustino-Recoleta y experimentar el dejar cosas en que estamos instalados para ir a lugares más difíciles, de los que frecuentemente hablamos con mucha ligereza.

Es cierto que la Orden ya tenía lugares así; pero en esta ocasión la decisión también quería que vayamos a lugares más difíciles y proponer un testimonio nuevo y unas formas de hacer creativas y novedosas. De ahí escoger un país nuevo y no simplemente reforzar cualquier otro lugar “difícil” de los que ya teníamos; y una comunidad nueva multiprovincial y no sin más “reforzar” alguna de las misiones que ya tenían las Provincias, como su fuéramos simplemente a mandar más religiosos a hacer lo mismo o lo de siempre o lo que ya se está haciendo.

Cuando estuve con los cuatro religiosos que fueron a Cuba, les dije que convenía que sus experiencias fuesen transmitidas a los hermanos de la Orden, porque habían elegido ir a un sitio especialmente difícil.

¿Por qué especialmente difícil? Es cierto que hay otros lugares difíciles donde encontramos situaciones de pobreza, periferia, de necesidad. Pero hagamos la prueba de lo que han hecho los religiosos que han ido a Cuba: nos quedamos sin medios de comunicación y con un grado especial y mayor de aislamiento, sin transporte, sin poder hacer muchas de las cosas que ya hacemos…

Cuba ofrece una pobreza ambiental y también de otro tipo, lo que se pretendía es tocar la conciencia de la Orden para suscitar esta inquietud; así como ayudar en un país en que la fe se vive de manera difícil, por decirlo de alguna manera.

Era necesario romper moldes, abrir iniciativas, hacer cosas nuevas en lugares nuevos de formas nuevas.

Respecto a su comunicación actual con el resto de la Orden, al comienzo ha sido más difícil de lo que esperábamos e incluso deseábamos; pero hemos de tener en cuenta la situación social en que se mueven.

Aún así, intentamos que haya con ellos una comunicación más abierta y continua con todos los que se dirigen a ellos. Aunque la dificultad real es que todavía hay poca comunicación.

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