Presentación en Madrid del II Volumen de la Historia de los Agustinos Recoletos de Ángel Martínez Cuesta.

Acercamiento biográfico, larga y profunda entrevista y testimonios diversos sobre la obra del historiador agustino recoleto Ángel Martínez Cuesta. Es un homenaje a su intensa dedicación profesional de medio siglo, así como un intento de aprovechar su experiencia, conocimientos y bagaje cultural desde la expresión de sus opiniones personales fuera de las imposiciones del texto científico.

* Pablo Panedas, agustino recoleto.

A simple vista, los dos volúmenes publicados, de los tres de que constará la Historia de los Agustinos Recoletos de Ángel Martínez Cuesta, parecen similares. Pero, al tomarlos en la mano, el segundo es mucho más pesado. Sus 1.940 gramos se deben al hecho de haber usado papel fotográfico, más indicado para las ilustraciones a color. Pero también a la diferencia de más de 300 páginas entre uno y otro.

El color no es una diferencia menor. En esto se notan los 20 años que median entre la publicación del primer tomo (1995) y la del segundo (2015), con sistemas de edición que permiten usar el color a un precio ajustado. Y es clara la mejora que supone.

Mapas

Los medios de edición e impresión, efectivamente, se han desarrollado mucho. Y la combinación de ambos ha permitido ofrecer unos mapas mucho más precisos y más vistosos en el segundo volumen. Me ha tocado intervenir en la elaboración del material cartográfico de ambos tomos. El modo de trabajar ha sido básicamente el mismo en ambos tomos: Ángel Martínez Cuesta decidía qué mapas se hacían y ofrecía un primer boceto. Pero la diferencia en el resultado salta a la vista por esos 20 años de diferencia. Por primera vez cuenta la Orden con una cartografía histórica nutrida.

Una cartografía que no es decorativa, ni mucho menos. Es ilustrativa y didáctica. Y supone, además, un gran trabajo previo. Basta echar un vistazo a las tres láminas (pp. 983, 984 y 988) en que se trazan las rutas de los religiosos presos durante la Revolución filipina. Un diseño tan detallado no se consigue si no es con mucha investigación y cotejo.

Ilustraciones

Las ilustraciones, en el caso del tomo segundo, suelen corresponder a fotografías para nosotros antiguas. Encontramos personajes, escenas, edificios, cuadros, planos, libros… Y, como se había hecho en el tomo primero, se ha optado por insertarlas en el mismo contexto en que se habla de la escena gráfica en el texto. Esa era la voluntad del autor, que el editor ha respetado, a pesar de resultar económicamente más costosa.

Tablas

Pueden pasar desapercibidas; y no son fáciles de localizar, por falta de índice. Pero desconocerlas sería una pena, porque son sumamente valiosas. Lo primero que llama la atención es la desproporción entre los dos volúmenes: 17, en el primero; en el segundo, 64, casi cuatro veces más.

Son cuadros de cifras, por lo general. A veces, son datos tomados de fuentes o publicaciones anteriores; pero de ordinario concentran investigaciones del propio autor y son fruto de mucho estudio. Algunos, incluso, permiten entrever las líneas principales de una situación que hasta ahora permanecía en la oscuridad.

En varias ocasiones, Ángel Martínez Cuesta ha manifestado su satisfacción por haber recuperado en buena parte el “rostro” de la desgraciada figura del exclaustrado agustino recoleto en España tras la desamortización y el cierre de los conventos, algo que era para todos desconocido.

Construido piedra a piedra

En el primer volumen (1995) encontramos una serie de recuadros, separados del texto común, que entresacan textos antológicos, figuras ejemplares, momentos o mecanismos de importancia estratégica. Son diez en total, y se sitúan sobre todo en los cinco primeros capítulos, que cuentan los antecedentes de la Orden de Agustinos Recoletos: el monacato agustiniano, la Orden de San Agustín y el nacimiento de la Recolección. En los capítulos siguientes casi desaparecen, mientras que en ellos encontramos las 17 tablas que contabiliza el volumen primero.

Pero, ¿por qué han desaparecido en el segundo volumen? Para entenderlo, hay que tener en cuenta lo que es cada cosa. Los recuadros sirven para destacar algo muy concreto, son de orden pedagógico y se ajustan a lo que se espera de un manual, que recoge las líneas básicas, los materiales ya bien asentados. Las tablas, sin embargo, son un recurso acumulativo, el precipitado que producen las horas de trabajo de archivo. Necesitan después que alguien las interprete, explicando sus implicaciones.

En líneas generales, nos parece que, a medida que Martínez Cuesta redactaba lo que en principio iba a ser un “manual” de historia de los agustinos recoletos, ha ido cambiando de fórmula. El volumen primero responde a la idea del manual, en el que se resume la sustancia de un tema. Responde al menos relativamente, dada la extensión de la obra (750 páginas), y visto que en él se resumen casi 15 siglos de historia, desde san Agustín hasta el siglo XIX. Pero, en conjunto, la labor del autor consiste más en compendiar lo que ya está elaborado in extenso, quizá por otros autores.

El volumen segundo es otra cosa. Es una impresionante construcción que Cuesta ha ido levantando, ladrillo a ladrillo, a lo largo de muchos años. Una construcción original, hecha a pulso, enteramente personal.

Los recuadros recogen de alguna manera el material disperso; y ellos, a su vez, son interpretados y contextualizados en los diez capítulos que componen el tomo segundo, contra los 13 del primer tomo. Pero diez capítulos, por fuerza, mucho más extensos, a pesar de limitarse al siglo XIX y a tres únicos bloques: España, Filipinas y Colombia.

Todo esto llevaría a pensar que el tomo segundo, de que hablamos, es árido y de lectura pesada. Sin embargo, no es así. Es denso, sí, pero agradable. Primero por el estilo de Ángel Martínez Cuesta, que redacta con orden, precisión y claridad, en frases cortas.

Pero, también, porque lo que eran los recuadros del tomo primero, aquí está incorporado al texto normal. No se distingue a primera vista, pero en este volumen sería fácil entresacar estampas de personajes ejemplares, páginas que narran auténticas epopeyas, escenas dramáticas…

Todo ello, y el volumen en general, está contado por Cuesta con pasión, sutil quizá pero auténtica; una pasión que se le transmite al lector hasta llegar en algún momento a emocionarlo.

Una dedicatoria

En el volumen primero no hay dedicatoria. El segundo está dedicado “a la memoria de los padres Rafael García, Jenaro Fernández y Eugenio Ayape”. Es algo personal del autor y sólo él podría explicar sus razones y sentimientos. Lo que nosotros podemos atisbar es sólo el campo profesional.

Los tres religiosos mencionados fueron grandes amantes de la historia agustino-recoleta, y la cultivaron en la medida de sus posibilidades, sin que se pueda parangonar entre sí su producción. A los tres, posiblemente, les debe mucho Cuesta, y seguramente toda la Orden; se justifica así la dedicatoria.

La Historia de los Agustinos Recoletos no habría sido posible sin la acción de los padres García, Fernández y Ayape. Todos los recoletos les somos deudores porque personifican el amor a nuestra historia y nuestros valores.

Pero, en cuanto a la temática y el desarrollo concretos, Cuesta les debe bien poco. Y aun nos atreveríamos a decir que se mueve a otro nivel. Ésta es la obra de un erudito y un maestro, que al conocimiento de fuentes y datos suma la capacidad de interpretarlos y descifrar su mensaje. Y, en este sentido, podríamos hablar también de una obra profética, en la medida en que la historia leída en profundidad nos aporta enseñanzas para la vida presente y para el porvenir.

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