Resumen histórico, situación actual y testimonios personales de religiosos que han trabajado codo con codo y construido parte de su historia personal al servicio del pueblo tapauaense

Nació en Salamanca (Guanajuato, México) en 1940, y como religioso sacerdote agustino recoleto ha trabajado en la Parroquia de Hospitales de México D.F., en la Prelatura de Madera (hoy diócesis de Ciudad Cuauhtémoc–Madera, estado de Chihuahua, México), en Monteagudo como formador de novicios y en el Amazonas entre 1976 y 2007, en las cuatro parroquias de la Prelatura de Lábrea.


Llegué al Amazonas con 16 años de vida religiosa. Fui voluntario a apoyar a la provincia de Santa Rita, que entonces tenía encomendada la misión, siendo superior general James McGuire. Estuve trabajando en Tapauá cuatro años y medio en dos épocas espaciadas en veinte años.

Cuando llegué en 1980 éramos dos religiosos; conmigo estaba Nicolás Pérez-Aradros. La vida era bastante austera y en ciertos aspectos sufrida por el clima, alimentación, plagas de insectos de día y de noche: por las noches había un tipo con varios nombres: mosquito, zancudo, carapaná o el término indígena, “murizoca”.  Los de día eran pium, mutuca, meruim, mucuim.

El habitante de Tapauá era de ascendencia nordestina, principalmente del estado de Marañón, históricamente azotado por largas sequías. Emigrados a Amazonas, estaban bendecidos con abundancia de agua; es gente de fe, sencilla, con bajo nivel de instrucción, sin muchas ambiciones ni aspiraciones, gente sufrida y conformista. La gente era en Tapauá bastante pacata, con una fuerte dependencia de las autoridades municipales, que ejercían como verdaderos caciques.

Nuestro trabajo consistía en atender a la población y realizar las desobrigas para la gente del interior. Por falta de profesores acepté impartir clases de lengua extranjera (inglés), religión, historia y no me acuerdo si también geografía… El empeño en el área pastoral era, como en toda la Iglesia de Brasil, la formación y el fortalecimiento de las Comunidades Eclesiales de Base.

Algunos de nuestros hermanos religiosos (los menos) nos consideraban aventureros, otros nos tenían como héroes… Mis familiares entendían que realizaba un trabajo digno de toda loa.

Tengo alegres recuerdos que quedaron en mí de aquel tiempo en Tapauá, en particular por la experiencia pastoral de la formación de un Club de adolescentes que adquirió bastante fuerza y presencia bajo el nombre de “Los murciélagos”. Entusiasmaba a la chiquillada y muchos tenían como punto de honra pertenecer al gremio.

Espero que los tapauaenses continúen alimentando y fortaleciendo su fe para que a la luz de esa fuerza consigan progresar hacia una vida digna como ciudadanos, como miembros de la Iglesia y como hijos de Dios. Feliz aniversario de 50 años de la parroquia. Dios bendiga a todos.

Cenobio Sierra, a la derecha, en su última estancia en Tapauá.

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