El agustino recoleto Miguel Ángel Peralta (Villafranca, Navarra, España, 1953) cumple 25 años de estancia en la misión de los Agustinos Recoletos en el Amazonas brasileño, situada en el río Purús, en la Prelatura de Lábrea.
La Misión de Lábrea, en la Amazonia brasileña, es uno de los lugares donde se han forjado algunos de los hitos de la historia misionera de la Orden de Agustinos Recoletos. La Iglesia lleva tan solo 160 años establecida en la región, pues la primera misión en el río Purús data del año 1854. El municipio de Lábrea tiene 132 años, 135 su parroquia (establecida antes que el propio municipio) y 100 años su templo, actual catedral. La Provincia de San Nicolás de Tolentino se hace cargo de esta misión desde hace 35 años, aunque la Orden ha estado presente durante 88 años.
Vamos a entrevistar a un testigo de excepción que ha vivido ininterrumpidamente en esta misión en los últimos 25 años. Un cuarto de siglo en el que ha habido más cambios y novedades que en toda la etapa anterior. Brasil ha cambiado, y también la Amazonia, que, pese a ser uno de los lugares más aislados del mundo, también ha entrado en el mundo globalizado.
Miguel Ángel Peralta (Villafranca, Navarra, España, 1953), llegó el 19 de octubre de 1988 a Brasil por primera vez. Desde entonces ha sido un testigo privilegiado de la realidad amazonense y de los cambios que han vivido esas tierras y esos pueblos. Cambios equiparables en su profundidad y significado con los acontecidos en el mundo entero.
Este reportaje se compone principalmente de su valioso testimonio, a modo de entrevista, acompañado por información contextual, imágenes y audiovisuales, que ayudan a entender el hoy de este pueblo a partir de su ayer y las esperanzas que tiene en el mañana.
La Amazonia brasileña está hoy en el centro de un interés que podríamos llamar global. Y esto en varios ámbitos geoestratégicos: el medioambiente y los recursos del futuro, la seguridad, las rutas del crimen internacional (al menos en dos de sus versiones, la del tráfico de drogas y la del tráfico de seres humanos) o incluso los oscuros ámbitos de los servicios de inteligencia que vigilan el mundo.
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También la Amazonia está en el centro del interés eclesial. Y no por capricho. Quien mejor describe esta realidad es el propio Papa Francisco. Su discurso a los obispos brasileños en el ámbito de la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, el sábado 27 de julio de 2013, finalizó con un punto conclusivo al que tituló “La Amazonia como tornasol, banco de pruebas para la Iglesia y la sociedad brasileñas”. El texto íntegro dice así:
La Amazonia como tornasol, banco de pruebas para la Iglesia y la sociedad brasileña
Hay un último punto al que quisiera referirme, y que considero relevante para el camino actual y futuro, no solamente de la Iglesia en Brasil, sino también de todo el conjunto social: la Amazonia. La Iglesia no está en la Amazonia como quien tiene hechas las maletas para marcharse después de haberla explotado todo lo que ha podido. La Iglesia está presente en la Amazonia desde el principio con misioneros, congregaciones religiosas, sacerdotes, laicos y obispos y todavía hoy está presente y es determinante para el futuro de la zona. Pienso en la acogida que la Iglesia en la Amazonia ofrece hoy a los inmigrantes haitianos después del terrible terremoto que devastó su país.
Quisiera invitar a todos a reflexionar sobre lo que Aparecida dijo sobre la Amazonia, y también el vigoroso llamamiento al respeto y la custodia de toda la creación, que Dios ha confiado al hombre, no para explotarla salvajemente, sino para que la convierta en un jardín. En el desafío pastoral que representa la Amazonia no puedo dejar de agradecer lo que la Iglesia en Brasil está haciendo: la Comisión Episcopal para la Amazonia, creada en 1997, ha dado ya mucho fruto, y muchas diócesis han respondido con prontitud y generosidad a la solicitud de solidaridad, enviando misioneros laicos y sacerdotes. Doy gracias a Monseñor Jaime Chemelo, pionero en este trabajo, y al Cardenal Hummes, actual Presidente de la Comisión. Pero quisiera añadir que la obra de la Iglesia ha de ser ulteriormente incentivada y relanzada. Se necesitan instructores cualificados, sobre todo formadores y profesores de teología, para consolidar los resultados alcanzados en el campo de la formación de un clero autóctono, para tener también sacerdotes adaptados a las condiciones locales y fortalecer, por decirlo así, el «rostro amazónico» de la Iglesia. En esto, por favor, les pido que sean valientes, que tengan parresia. En lenguaje porteño les diría que sean corajudos.
Este llamamiento del Papa a la Iglesia brasileña a ser valiente (“corajuda”) en el Amazonas se entenderá mejor tras leer las palabras de Miguel Ángel Peralta. Son muchos los desafíos pendientes, como ha sido mucho y bueno el trabajo realizado. Acerquémonos a conocer esta realidad de la mano de este testigo privilegiado.
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