El agustino recoleto Miguel Ángel Peralta (Villafranca, Navarra, España, 1953) cumple 25 años de estancia en la misión de los Agustinos Recoletos en el Amazonas brasileño, situada en el río Purús, en la Prelatura de Lábrea.
A. Distanciados de los hermanos… Pero sólo por geografía
La Provincia de San Nicolás de Tolentino recibió la gestión directa de la misión de Lábrea hace 34 años, menos de una década antes de que llegases a ella. Sin embargo, con ella colaboran habitualmente religiosos de la Provincia de San Ezequiel Moreno y hay un importante apoyo de la Provincia de Santo Tomás de Villanueva en cuanto a la gestión económica.
Por otro lado, también en los últimos años se ha afianzado mucho las visitas de otros religiosos de la Provincia a la Misión de un modo temporal por distintos motivos: semanas de formación en las que ha habido ponentes de muchos otros lugares de la Provincia, encuentros en la Misión con el resto de religiosos residentes en Brasil, experiencias misioneras de religiosos en periodo de formación inicial… De ser una misión casi “desconocida” para los religiosos que no vivían en ella ha pasado a ser un lugar visitado, frecuentado y conocido.
¿Qué proceso has visto en estos 25 años respecto a la sensibilización de la Provincia, sus religiosos y ministerios, con la misión amazonense? ¿Os sentís acompañados, apoyados, animados y cuidados por la familia provincial y por la Orden?
Siempre se nos ha enseñado a amar y rezar por las misiones. Recuerdo que todos los días, cuando estaba en el seminario, rezábamos por los misioneros de China. Ese amor por las misiones siempre ha estado presente.
Nunca terminaremos de dar gracias a Dios por el cariño, el apoyo y el interés que nuestros frailes, fraternidades seglares, parroquias, colegios, familiares, amigos han tenido y siguen teniendo por Lábrea y sus proyectos.
El cariño con el que nos recuerdan, nos reciben, nos preguntan; lo mucho que trabajan para poder ayudarnos. Es una bendición del Señor. Somos unos mimados.
Desde hace muchos años, además, hemos podido estar en cada parroquia de la prelatura de Lábrea siempre tres religiosos. Era una demanda de los misioneros desde el principio, y ha sido un esfuerzo importante para la Orden, pero muy importante para nuestra vida comunitaria.
La fraternidad entre las provincias recoletas y la dimensión misionera se fortalecen en las provincias y en los trabajos pastorales de las provincias. En el último encuentro misionero recoleto, en Yopal-Colombia, 2006, se pedía precisamente que hubiese esta colaboración, “fraternidad misionera recoleta”, incluso de provincias que no eran responsables de “territorios de misión”. La misión nos ayuda a conocernos y a querernos mucho más, como creo que hará el noviciado y teologado interprovincial, si este último llega a prosperar.
Para las comunidades religiosas recoletas y para cualquier comunidad las diferencias deben enriquecer. La convivencia con religiosos jóvenes, religiosos de diferentes nacionalidades, solamente por el hecho de la diversidad ya es un enriquecimiento. Y nos ayuda a ser de talante abierto, acogedor, asumir y respetar, porque somos diferentes, no mejores unos que los otros.
Curiosamente, en Tapauá, los tres miembros de la comunidad recoleta y las tres religiosas oblatas somos cada uno de un país diferente: Filipinas, México, Chile, Congo, Brasil y España.
En relación a religiosos que no han realizado la profesión solemne y hacen experiencia en otro ministerio, no solamente esto me parece válido y positivo, sino necesario. Nuestro itinerario hacia la vida consagrada es muy bueno en muchos aspectos, pero tal vez es necesario “entrenarse en el campo de batalla”, hacer experiencia, como los estudiantes de medicina y otras facultades hacen prácticas.
Tal vez existe mucha protección en la formación. Siento no haber nacido más tarde para tener esa oportunidad. Pero agradezco cuando, siendo estudiantes de teología, estuvimos dos meses trabajando, pintando, en dos comunidades recoletas diferentes de la casa de formación. Fue una oportunidad para madurar el sentido comunitario de la vida consagrada y descubrir más ampliamente lo que es “vivir en comunidad”.
B. Misiones y Vocación religiosa
Creemos que uno de los puntos más difíciles de entender ha sido uno de los, déjanos llamarlo así, “fracasos” más obvios. Los Agustinos Recoletos están en Lábrea desde 1925. Y en esa friolera de 88 años, no ha habido ningún recoleto nacido en la Misión; las pocas tentativas reales nunca pasaron del postulantado o iniciaron el noviciado sin llegar a terminarlo.
Se ha probado de todo tanto para formar clero local como para las vocaciones a la vida religiosa recoleta: ha habido aspirantes y postulantes de la Misión por etapas en Río Branco (Acre), Porto Velho (Rondônia), Manaus (Amazonas), Guaraciaba do Norte (Ceará) o Fortaleza (Ceará). En Lábrea se construyó una casa de acogida vocacional, por donde han pasado muchos jóvenes comprometidos con la Iglesia pero que finalmente se han decidido por otras vocaciones.
¿Nos puedes dar tu opinión sobre cuál es el problema real para que Lábrea sea una de las pocas misiones que no ha producido frutos vocacionales para la vida religiosa masculina o sacerdotal?
Nos gustaría saber dónde esta la causa para ponerle remedio. Nacidos en la prelatura hay varias religiosas, algún religioso y un sacerdote pasionista de Lábrea, que se ordenó hace unos ocho años.
Cuando comentamos ese asunto nos preguntamos si somos nosotros, los religiosos, los culpables, el mal ejemplo de vida, falta de luz… Pero dudamos después de ver que religiosos que estuvieron en Lábrea varios años y no consiguieron vocaciones, y ahora están en el nordeste de Brasil, acompañan algunas vocaciones y algunas de esas vocaciones incluso se han ordenado y son hoy miembros de la Orden…
Tampoco los hermanos maristas, que son brasileños y llevaban sus candidatos a Porto Velho o Manaus, que están mucho más cerca de la Misión, han conseguido vocaciones; han dedicado tiempo y recursos, y tampoco tienen vocaciones… “Mal de muchos…”.
La disculpa la quiero encontrar en la estructura fisiológica y ambiente familiar y no en el espiritual, falta de fe o falta de compromiso con el Señor. Las niñas se transforman en mujeres ya a los once o doce años, y los niños poco después. Con esa edad ya se buscan, se desean y con frecuencia salen embarazadas. Y tal vez es lo que vivieron en su casa, sus padres, sus hermanos. Porque hay adolescentes y jóvenes ejemplares, que entregan su tiempo, se esfuerzan por el Señor y por el Evangelio. Pero no les atrae ser religiosos, especialmente no tener esposa. ¿Misterio?
También algunas circunstancias no han ayudado. Durante muchos años la mayoría de las familias ha vivido en las caucherías, sin una relación constante con religiosos, los veían una vez o dos al año, eran “extranjeros”, venían de lejos y si algún joven quería ser como ellos debía ir muy lejos de donde la familia vivía. Creo que esa situación también ha dificultado.
Y ahora, con los medios de comunicación, está entrando la “globalización” y una forma de pensar y ser parecida a las sociedades más avanzadas. Está difícil, aunque es posible.
A lo mejor, también, es el momento oportuno de pensar si la Iglesia tiene que cambiar algunas normas “disciplinarias”. Muchas comunidades se quedan sin Eucaristía, que es el centro y fuente de la vida de fe, porque no tienen sacerdotes. Y no tienen sacerdotes porque el celibato es una obligación, condición indispensable. Tenemos seglares, padres de familia, que serían santos sacerdotes como son santos padres de familia.
C. Las Misiones, caldo de cultivo de grandes testimonios
La misión de Lábrea ha producido testigos de la fe, vidas muy significativas y que tienen mucho que decir a la Iglesia de hoy. Misioneros y misioneras que dieron su vida completa, y con esto queremos decir también su muerte, por el Evangelio y por las gentes del Purús.
Sin embargo, la realidad es que parece haber un “silencio”. Aunque hayan quedado algunos nombres de escuelas (como la Mario Sabino en Pauiní) o momentos de gran unión popular, como la manifestación de cada año en Lábrea en el aniversario de la muerte de la Hermana Cleusa, da la impresión de que algunas de las figuras fundamentales de la misión y, lo que es más importante, algunos de los testimonios más vivos y más hermosos de vida de fe y de compromiso, han quedado silenciados.
¿A qué crees que se debe esto?
Hay parte de razón en esas afirmaciones. Hay testigos de fe dentro del pueblo que son verdaderos santos, aunque no los hayan declarado ni se les conozca. Es significativo que de todos los religiosos que han fallecido en la prelatura y en ella están enterrados, ninguno ha fallecido en la cama o por ancianidad.
Monseñor Ignacio, cuyos restos están en la catedral de Lábrea, murió en 1942, en la comunidad de Nova Fé y los “ribeirinhos” lo enterraron en la comunidad de San Pedro de Arimá, donde el agua del Purús no inunda la tierra. El Ayuntamiento y pueblo de Lábrea le dedicaron una calle en el casco urbano.
Frei Jesús Pardo murió, en 1955, después de salvar a varios niños de morir ahogados en el Purús; el esfuerzo sobrehumano en la misma playa acabó con su vida. Un centro municipal labreense lleva su nombre.
Frei Mario Sabino, en 1983, cuando con su comunidad navegaba de Lábrea para Pauiní después de una asamblea, de noche, un barco que bajaba chocó con el de la parroquia que subía; él iba alumbrando en la proa, cayó al Purús y no lo encontraron. Tiene dedicada una escuela en Pauiní.
Sor Cleusa, misionera agustina recoleta, en 1985, fue asesinada en el río Passiá, cuando se dirigía a poner paz en la aldea apuriná Japiim, después de que fueron asesinados la esposa y el hijo del cacique Agostinho. Tiene dedicado un centro de ancianos en Lábrea.
Ni podemos olvidarnos de los tres obispos que ha tenido la prelatura y que han vivido muchos años en ella, como monseñor José Alvarez, monseñor Florentino Zabalza y el actual obispo monseñor Jesús Moraza, que lleva cuarenta años en la Prelatura, veinte como religioso misionero y veinte como obispo.
Religiosos que vivieron muchos años en la prelatura como Frei Isidoro Irigoyen y Frei Saturnino Fernández, muy recordados y queridos y otros que están vivos. Perder la memoria es perder las raíces. Pero en Lábrea son conocidos.
• MARCELO CALVO (1873-1933)
Nació en Belorado (Burgos, España) el 7 de octubre de 1873, y profesó en la Orden de Agustinos Recoletos en Monteagudo (Navarra, España) en 1888. Tras estudiar en San Millán de la Cogolla (La Rioja) y Marcilla (Navarra) fue enviado a Filipinas en la misión 95 de los agustinos recoletos en el país asiático, en 1895. En 1896 fue ordenado sacerdote en Manila. En 1898, durante la revolución filipina, fue hecho prisionero por los revolucionarios y condenado a muerte, pena de la que se libró “porque por ser joven ha hecho poco daño”. En cambio, sí sufrió torturas hasta que fue liberado por las tropas españolas.
Ese mismo 1898 sale como casi todos los misioneros de Filipinas y se integra en la primera misión a Brasil, compuesta por 14 religiosos que salen de Barcelona el 29 de enero de 1899 encabezados por el P. Mariano Bernad. Llegaron al puerto de Santos (São Paulo) y se dirigen a Uberaba (Minas Gerais). Marcelo es enviado a la misión de Agua Suja.
En 1904 es enviado a la parroquia de Santa Cecilia del barrio de la Lapa de São Paulo, cuyos habitantes eran en su mayoría italianos. Fundó una escuela con horarios diurnos y nocturnos con la que logró el respeto y posteriormente el aprecio de la colonia, que en su mayor parte estaba compuesta por trabajadores socialistas y anarquistas.
Posteriormente serviría de nuevo en Agua Suja, en Bagagem (hoy Estrela do Sul) y Ribeirão Preto (São Paulo), hasta que en 1916 es trasladado a Motril (Granada, España) con el cargo de consejero provincial.
En 1918 es nombrado vicario de Brasil, por lo que de nuevo se embarca en Bilbao hacia el país sudamericano. Al año siguiente es encargado de realizar la visita general a todas las casas del país. Gestionó personalmente las fundaciones de la residencia de Río de Janeiro, la parroquia de San Vicente en la ciudad de São Paulo, São João e Cachoeiro de Itapemirim en Espírito Santo y Sapucahy en la diócesis de Ribeirão Preto, São Paulo.
En 1924 es nombrado de nuevo consejero provincial y debe volver a residir en Motril (Granada), hasta que en 1926 la Santa Sede lo nombra administrador apostólico de la recién creada Prelatura de Lábrea, cargo del que toma posesión el 17 de octubre.
Tan solo tres años después, el 26 de julio de 1929, se ve obligado a presentar la renuncia por causa de las constantes fiebres que sufre. Trasladado a España, y pese a haber sido nombrado de nuevo consejero provincial, nunca se recuperó de la enfermedad de un modo pleno, y una neoplasia intestinal le quitó la vida el 19 de noviembre de 1933 en el Sanatorio Villa Luz de Madrid.
Según los testimonios de la época, su enfermedad fue “larga y penosa”, y los religiosos que lo acompañaron lo vieron “sufrir atrozmente” pero siempre con “vestigios de aquel buen humor, sano y jovial, que lo caracterizó toda su vida”.
• IGNACIO MARTINEZ (1902-1942)
• JESÚS PARDO (1926-1955)
• JOSÉ ÁLVAREZ (1906-1974)
Nació en Dicastillo (Navarra, España) el 20 de marzo de 1906 e ingresó pronto en el colegio preparatorio de Ágreda (Soria), desde donde partió al noviciado de Villaviciosa de Odón (Madrid) en 1922. Tras profesar en 1923 como miembro de la Orden, pasó al colegio de Monachil (Granada) donde hizo sus estudios eclesiásticos.
Participó de la misión número 36 de los Agustinos Recoletos a Brasil, integrándose en la comunidad de Franca (São Paulo) en 1928. En Ribeirão Preto (São Paulo) fue ordenado de sacerdote en 1929 e inmediatamente recibe destino en la Prelatura de Lábrea (Amazonas, Brasil). Una de sus primeras encomiendas, en 1931, fue “coleccionar la flora y fauna de la zonas amazónicas”. Entre 1932 y 1934 reside en Manaos, desde donde es destinado a Belém do Pará hasta 1944, con un breve paréntesis en Cachoeiro de Itapemirim (Espírito Santo, 1938-1940).
En agosto de 1944 la Santa Sede le nombra Prelado Apostólico de la Prelatura de Lábrea. En 1947 es nombrado obispo, el 1 de febrero de 1948 es ordenado en Franca y siguió su labor apostólica en el Amazonas. En 1960 pasa a depender de la Provincia de Santa Rita.
Falleció en Franca (São Paulo) el 26 de marzo de 1974.
• MARIO SABINO (1934-1983)
• ISIDORO IRIGOYEN (1915-1985)
Nació en Arzoz (Navarra) el 2 de marzo de 1915. Profesó en la Orden de Agustinos Recoletos en 1931 en la parroquia de Leblón (Río de Janeiro, Brasil) tras finalizar su año de noviciado en la casa de Villaviciosa de Odón (Madrid) y fue ordenado sacerdote en 1938 en Ribeirão Preto (São Paulo, Brasil) tras estudiar la teología en la cercana localidad de Franca. Su primer destino, a petición propia, fue la Misión de Lábrea.
Prácticamente toda su vida ministerial la pasó en misiones: treinta años en la Prelatura de Lábrea, 23 de ellos en Canutama, y los últimos 17 años de su vida en la Parroquia de Santa Rita de Manaos, capital del estado brasileño de Amazonas. Además de colaborar en esta parroquia del barrio manauara de Cachoeirinha, misionaba en el territorio de Careiro, zona rural próxima a Manaus. Fue superior religioso de la Prelatura y Vicario General.
En Canutama dejó una profunda huella con su trabajo, y buena parte de la modernización de este municipio estuvo en su mano. Él construyó la iglesia parroquial, la casa de las comunidades religiosas de los agustinos recoletos y de los maristas, y muchas otras obras civiles. Cuando falleció pertenecía a la Provincia de Santa Rita y fue un paro cardiaco por enfisema pulmonar lo que le llevó a la muerte en el año 1985.
En su oficio de defunción se lee textualmente que fueron muchas “las obras que conocieron los sudores y entrega de este preclaro misionero, que ha quemado su vida a favor de los amazonenses”.
• CLEUSA CAROLINA RODY COELHO (1933-1985)
• FLORENTINO ZABALZA (1924-2000)
Nació el 16 de octubre de 1924 en Bigüezal (Navarra, España). Ingresó en el noviciado del convento de Nuestra Señora de Valentuñana de Sos del Rey Católico (Zaragoza), perteneciente entonces a la Provincia de Nuestra Señora de la Candelaria, en 1939, y profesó en la Orden de Agustinos Recoletos un año después mediante la profesión de los votos.
Estudió la teología en Colombia, donde también fue ordenado sacerdote, en Manizales, el año 1947. En Colombia estuvo desarrollando su ministerio hasta el año de 1970, alternándose tareas de todo tipo. Fue profesor en los colegios de Manizales y La Linda, misionero en Tumaco, maestro de teólogos en Suba, prior de la residencia de Palmira y posteriormente en Cali…
En 1970 la Santa Sede lo llama a servir en la Prelatura de Lábrea. Es ordenado obispo en 1971 en Ribeirão Preto (São Paulo), y en la misión amazonense estará hasta 1994, donde ya enfermo y debilitado renuncia a su servicio eclesial y se traslada a España. En el Colegio Agustiniano de Madrid residirá hasta su fallecimiento seis años después.
Destacó en su día a día por su buen humor, su manera de saludar y acoger, su sonrisa, su bondad y jovialidad, sus chistes, sus silencios, sus plegarias, sus apretones de manos, su entrega al apostolado. Su lema episcopal fue “Stare et Pascere”, estar firme y apacentar.
• SATURNINO FERNÁNDEZ (1926-2009)
Nació en Dicastillo (Navarra, España), el 28 de noviembre de 1926. En 1939 ingresó en el colegio seminario de los Agustinos Recoletos en San Sebastián (Guipúzcoa). En Monachil (Granada) hizo el noviciado, profesó el 6 de noviembre de 1943, y estudió la Filosofía. Los estudios de Teología los llevó a cabo desde 1946 en Gándara (Argentina). En ese mismo país, en Escobar, fue ordenado presbítero el 17 de diciembre de 1949.
Enseguida es enviado al Amazonas, lugar de su apostolado durante 52 años. Entre 1950 y 1970 estuvo en Lábrea, donde fue, en tiempos diversos, párroco, superior religioso y vicario general. En 1970 pasó a Tapauá. Y desde 1976 hasta 1991 estuvo en la Parroquia de Santa Rita de Manaos. En 1991 es destinado un año a Chiclana de la Frontera (Cádiz), pero enseguida vuelve a Manaos, donde estará otros 11 años, hasta 2003.
Buscando casas mejor preparadas para su ya deteriorada salud, es trasladado en junio de 2003 al Estado de Ceará, de clima mucho más benigno. Tras pasar un año en Guaraciaba do Norte, llega en 2004 al Seminario San Agustín de Fortaleza. La diabetes y los achaques de la edad le llevaron al hospital donde finalmente falleció el 22 de marzo de 2009, a los 83 años de edad.
• JESÚS MORAZA RUIZ DE AZUA (1945)
El actual obispo de la Prelatura de Lábrea nació en Araya (Álava, España) el 27 de marzo de 1945. Cursó los estudios humanísticos en Lodosa, Navarra (1956-59) y Fuenterrabía, Guipúzcoa (1959-64), vistió el hábito recoleto en Monteagudo, Navarra, el 5 de septiembre de 1964 y allí profesó al año siguiente.
Estudió teología en el convento de Marcilla, Navarra, donde fue ordenado sacerdote en 1969. En agosto de 1970 llegaba a Lábrea en compañía de otros seis voluntarios, a quienes la orden confió la tarea de reavivar aquella misión que estaba atravesando un momento crítico por falta de personal misionero.
Desde ese momento Lábrea se convirtió en el horizonte de su vida. Sólo cinco años ha residido fuera de ella. Uno lo dedicó a actualizar sus estudios teológicos en el Instituto León XIII de Madrid (1989-90); y los cuatro restantes (1990-94), al trabajo pastoral en la parroquia de Nuestra Señora de Buenavista de Getafe (Madrid), donde también actuó de profesor en uno de sus Institutos.
En esta parroquia del sur de la Comunidad de Madrid le llegó en enero de 1994 la noticia de haber sido nombrado obispo prelado de Lábrea y en su catedral diocesana recibió dos meses más tarde, el 19 de marzo, su ordenación episcopal de manos del nuncio en España, monseñor Mario Tagliaferri.
La ordenación episcopal divide su trayectoria labrense en dos etapas. En la primera, de 19 años de duración, trabajó como misionero, al principio en Tapauá (1970-75), y luego en Lábrea. Aquí alternó el trabajo en la sede parroquial con la ayuda circunstancial a otras parroquias (Pauiní en 1979, Tapauá en 1980) y salidas periódicas a los ríos, como miembro del equipo encargado de visitar las comunidades rurales.
Fue también vicario general de la prelatura, coordinador de la pastoral (1983) y delegado provincial de los religiosos. En 1985 le tocó afrontar las consecuencias del asesinato de la hermana Cleusa Coelho, cuyo cadáver él mismo encontró el 3 de mayo, a los seis días de su asesinato.
En la segunda etapa su trabajo, ya como obispo, se ha centrado en la ejecución de las prioridades señaladas en las asambleas que la prelatura celebra con regularidad desde 1983.
D. Las Misiones y la Vida interior del misionero
Veinticinco años dan para muchas experiencias concretas, vivencias diarias, momentos de alegría y tristeza, de ánimo y de desánimo, de esperanza y también suponemos que de enfados con Dios, con el mundo y con todo viviente.
Nos gustaría que nos contases, con todo respeto, cuál ha sido el momento más feliz de tu estancia en Lábrea y el momento más difícil y decepcionante.
Muchos momentos han sido los más felices. Me emociona cuando alguna persona pobre te encuentra y te recuerda un día que le ayudaste, que le visitaste, que le sacaste de un apuro, que le escuchaste.
Me emociona encontrar antiguos alumnos que ahora son médicos, abogados, bioquímicos, dentistas, buenos padres de familia… Me emociona escuchar el agradecimiento porque fuiste a su casa cuando su padre o su hijo falleció, porque les acompañaste en el momento de dolor o hablaste con alguna persona para que le atendiese. Me emociona sentir la buena disposición de muchísimas personas para ayudar en las comunidades, en las fiestas, en las pastorales…
Más que “el momento más feliz”, podría testimoniar una “vida feliz” llena de pequeñas cosas.
Decepciona cuando dicen que has dicho lo que no has dicho, o que has hecho lo que no has hecho y por eso te niegan la palabra, el saludo, el cariño que te tenían. Decepciona y me hace sufrir cuando ves una familia destruida, sufriendo por la infidelidad, por los malos tratos, por la bebida.
Me decepciona cuando ves un católico bueno que abandona la iglesia y se pasa a otra iglesia evangélica. Me decepciona la injusticia, la corrupción, el espíritu de venganza.
Pero con quien no me enfado es con Dios: Él es amor, siempre me ama y, aunque lo traicione, me amará más, porque en esos momentos necesito más de Él.
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