Koxinga (Zheng Chenggong) lideró la primera gran conquista de Formosa por parte de las tribus Han procedentes del continente. Expulsó a los europeos e impuso la cultura china en las regiones llanas costeras desde el siglo XVII.

Historia de los 48 años, un mes y 27 días de presencia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos en Taiwán.

La historia de Taiwán ha sido la historia de una incertidumbre política. Los pueblos malayo-polinesios aborígenes vieron llegar a los portugueses en el siglo XVI, que le dieron el nombre de isla Hermosa (Formosa). Los españoles crearon una gobernación en la que llamaron isla de Todos los Santos y fundaron en la actual Kelung la ciudad de San Salvador, así como diversas misiones en el interior en la costa este.

En la llanura occidental fueron los holandeses los que controlaron el territorio desde 1624, hasta que llegó la primera oleada de colonizadores chinos liderados por Zheng Chenggong, el pirata Koxinga. En 1662, Koxinga atacó con 25.000 hombres; acorralados, los europeos entregaron todas las posesiones a cambio de la libertad.

Durante los siguientes 200 años los chinos dominaron la isla, aunque dejaron la región montañosa central a las tribus aborígenes, donde aún hoy subsisten aunque son menos del 2% de la población total.

Finalmente, tras un intento fracasado de anexión por parte de Estados Unidos, el tratado de Shimonoseki del 17 de abril de 1895 declaró la isla dependiente del Imperio Japonés y fue reorganizada por el vizconde Kodoma.

Con la capitulación de Japón en la II Guerra Mundial, la isla vuelve a soberanía china en un momento de una dura guerra civil entre las tropas nacionalistas y comunistas. En 1912 acaba la última dinastía imperial, la Qing, y le sucede el régimen del Kuomintang, que tendrá que combatir continuamente en guerras exteriores y en una guerra civil con los comunistas desde 1926 hasta 1949.

La victoria de los comunistas obliga a los líderes del Kuomintang a refugiarse en Taiwán, donde establecen su “capital temporal” en Taipei. El ejército nacionalista masacró a 30.000 nativos y comenzó la segunda gran oleada de inmigración china. Dos millones de chinos pasaron del continente a la isla.

La República Popular ya había incorporado al lado comunista la isla de Hainan y el Tíbet. Todo hacía presagiar que el siguiente paso sería Formosa. Pero la guerra de Corea puso en alerta a Estados Unidos, que colocó su Séptima Flota en el estrecho de Taiwán para evitar la invasión definitiva.

El complicado mapa de la posguerra y la división del mundo en los dos grandes sistemas del capitalismo y del comunismo hizo que la historia de la isla se sumiera en una incertidumbre legal que sigue hasta hoy.

El apoyo de Estados Unidos permitió el establecimiento de un gobierno del Kuomintang presidido por Chiang Kai Shek. Conservaba el control de las islas de Formosa, Pescadores y los archipiélagos de Matsu y Quemoy.

Hasta 1973 su gobierno era el “reconocido” como oficial. Richard Nixon, el presidente republicano de los Estados Unidos, para contrarrestar la primacía de la Unión Soviética en el ámbito comunista, reconoce a Beijing, sin dejar de otorgar a Taiwán un importante apoyo económico y militar.

Taiwán se ha unido a diversas organizaciones internacionales bajo un nombre neutral. La misma República Popular aceptó que se inscribiese en la Organización Mundial del Comercio en 2002 bajo el nombre de “Territorios Separados por costumbre de Taiwán, Penghu, Jinmen y Matsu”, abreviado como “China Taipei”.

En 1991 la República de China renuncia formalmente a recuperar su “territorio nacional”. Desde entonces Taiwán está en una constante discusión interna sobre su estatus y su Constitución, considerada anacrónica, pero que es casi imposible de cambiar por falta de consenso y por la amenaza de uso de la fuerza de la República Popular en cuanto cualquier término jurídico suene a “independencia”.

Ese mismo año es el fin de la dictadura militarista del Kuomintang, que mantuvo hasta 1987 el estado de guerra. La isla se democratiza, y tras las elecciones del año 2000 gobernó la oposición, el Partido Democrático Progresista. En 2008, el Kuomintang vuelve al poder con un programa unionista, en una muestra del deseo de los taiwaneses de unas relaciones menos tensas con China.

También la administración política sufre modificaciones importantes. Según la Constitución, Taiwán es una provincia de la República de China. La administración provincial funcionaba de forma paralela a la nacional, un doble gobierno sobre un único territorio. En los años 90 se eliminan los poderes del gobierno provincial y los elementos legislativos ideados para un gobierno de toda China.

Casi todos los países mantienen contactos económicos y políticos con Taiwán mediante embajadas encubiertas como oficinas comerciales o turísticas. El país no pertenece a casi ninguna institución internacional y sus peticiones de admisión en la ONU nunca tendrán éxito por el continuado veto chino y porque nadie quiere ver mermadas sus relaciones con la potencia mundial emergente. Esto ha ocasionado dificultades, como en la crisis de la gripe aviar del 2003; al no estar en la Organización Mundial de la Salud, hubo graves problemas de coordinación internacional para prevenir la epidemia en Taiwán.

El poder económico, social y militar de la República Popular la ha convertido en una potencia mundial que no puede ignorarse. El 14 de marzo de 2005, China aprobó la Ley Antisecesión, que autoriza de forma explícita el uso de la fuerza para recuperar el control de un territorio sublevado. Una ley hecha a medida para Taiwán.

En la isla, la cuestión de cuál debe ser su estatus definitivo es el problema principal de la agitada vida política. Por el momento, ha aparecido una fórmula mejor para apaciguar cualquier belicismo: los intereses económicos y comerciales. Empresas y ciudadanos taiwaneses invirtieron en la República Popular más de 150.000 millones de dólares USA sólo durante 2008.

Se estima que 50.000 empresas con sede principal en Formosa y un millón de empresarios taiwaneses han establecido en la República Popular sus negocios. Taiwán es un gran inversor en China, Tailandia, Indonesia, Filipinas, Malasia y Vietnam, relocalizando allí sus factorías de intensa mano de obra. En la práctica, una invasión militar de la República Popular en la isla sería tan costosa en términos económicos y pragmáticos, que cada vez es una opción menos realista. La fuerza del dinero vence al poder armamentístico.

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