La casa central de Taliao durante su inauguración (en mitad del campo) y en la actualidad, rodeada de edificios.

Historia de los 48 años, un mes y 27 días de presencia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos en Taiwán.

De una región recién salida de la ocupación japonesa y con un 35% del PIB en la agricultura, a ser la quinta economía por número de divisas en el extranjero; de poco más de 10 millones de habitantes a 24; de estar dominada durante siglos por extranjeros a ser un fortín social, militar y económico; de una implacable dictadura unipartidista en estado de excepción a una democracia joven y dinámica.

Todos esos cambios en Taiwán los han vivido en carne propia los misioneros agustinos recoletos y han influido notablemente en sus actividades. Comenzaron por atender pequeñas parroquias rurales de población china y religión tradicional, pero ahora están en medio de grandes núcleos urbanos con bolsas de inmigrantes filipinos o vietnamitas y reservas de los indígenas aborígenes nativos de raza malaya.

La presencia de los Agustinos Recoletos en Taiwán ha sido una continua adaptación en doble sentido: la inculturación a una cultura muy distinta a la propia; y la adaptación a una sociedad en el limbo de las relaciones internacionales con un estatus extraño e incoherente y que ha sufrido unas transformaciones no fácilmente asumibles por las personas.

El cambio de rumbo de la presencia de los Agustinos Recoletos en Taiwán ha sido también una “readaptación” a los tiempos. Si cuando se abrieron las comunidades en la isla se pretendía tener un trampolín de acceso rápido a la República Popular China, actualmente el objetivo es el apoyo a una diócesis deficitaria en clero en un país donde el concepto de religión es, cuando menos, de segundo orden, y con nuevos problemas pastorales, como el de la inmigración, necesitados de respuesta.

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