Reunión de coordinación y formación de voluntarios dirigida por Eduardo Carballido, director ejecutivo del Centro.

Recorrido sobre los 50 años de atención de los Agustinos Recoletos en los Hospitales de la Ciudad México, la acomodación de esa atención a los nuevos retos y visión del proyecto Centro de Acompañamiento y Recuperación de Desarrollo Integral (CARD) desde la perspectiva de los enfermos, sus familiares, los voluntarios, la red de apoyo, la sociedad mexicana y los religiosos recoletos que lo promueven y gestionan.

Llega con ganas de ayudar, consciente de que CARDI ofrece una serie de servicios sociales hasta ahora inexistentes. Muchos han contactado con el Centro a través de los ministerios de los Agustinos Recoletos en México, otros por la comunicación boca a boca, algunos por la presencia del proyecto en los medios de comunicación.

Pero no basta con querer ayudar. En nuestro mundo es necesario que toda ayuda tenga una calidad, una exigencia, una responsabilidad. El voluntario en seguida siente la necesidad de ser formado. No es fácil acercarse al ser humano que vive en el dolor, son precisas herramientas adecuadas para ello: un mensaje apropiado, una calidad humana, un saber mirar, hablar, escuchar, tocar; se necesita comunicar un mensaje cuyo contenido realmente ayude al enfermo o al familiar.

La formación que otorga CARDI a sus voluntarios es especializada y dirigida a personas de procedencia muy heterogénea: amas de casa, jubilados, jóvenes, gente con muy diferente formación y capacidad, con historias personales variadas, que se unen para un único objetivo. Antes de llegar a CARDI no saben lo que es una terapia, un acompañamiento, cómo buscar y entregar medicinas y tratamientos.

También se necesitan medios: el nuevo edificio ha permitido cubrir esta necesidad: aulas de formación, lugares de reunión y gestión, oficinas, zonas de encuentro y expansión, el contexto necesario para que la atención sea útil, rápida y eficiente.

Entre las actividades de los voluntarios están el acompañamiento moral a los pacientes y sus familiares, la vela junto a enfermos y la sustitución de familiares que necesitan descanso y aseo; el reparto de medicinas y material médico; y la orientación sobre trámites, albergues e instituciones de ayuda.

Antes de CARDI los religiosos no tenían más que un puñado de ministros de la comunión que les ayudase en sus tareas y visitas a los hospitales. No había un grupo formado para el acompañamiento humano, espiritual, cercano. Por eso dentro del proyecto se creó la Escuela de Pastoral de la Salud.

Además, se necesitaba un lugar apropiado para ofrecer un servicio eficaz. Los pasillos y las salas de espera de los hospitales no ofrecen las condiciones adecuadas para una conversación privada en un clima adecuado.

Eliuth, una vida cambiada por el voluntariado

Soy Eli, Eliuth, de México, de Hospitales, de CARDI. Le escribo con mucha emoción para contarle un poquito de mi trabajo y de lo emocionados que estamos por acá por ver a CARDI tan cambiado y grande.

Después acercarme un poco a mi fe (proceso que no fue sencillo por un alejamiento de muchos años) me invitaron a formar parte de este proyecto que me atrapó enseguida. Dudé un poco, pero en el fondo sabía que era eso lo que yo estaba buscando, un lugar para mí.

Me formé con el primer grupo de voluntarios y toda esta formación fue un gran regalo. No sentí el paso del tiempo y entré al Hospital Infantil con la ilusión de acompañar a quien me necesitara. Me equivoqué, era yo quien necesitaba ver en esas caritas de enfermedad y preocupación el abrazo de un Dios que está ahí, acompañando a todos en los más terribles momentos.

El hospital me llenó de experiencias conmovedoras, que me llenaron de dudas y alegrías… De un día para otro me fui comprometiendo. Lloro al recordar esto, pero son lágrimas de agradecimiento. Me tocaba estar en CARDI dos horas por las noches después de ir al a la escuelita y la jornada laboral en otro lado. Mi ‘chamba’ (trabajo) consistía en hacer el aseo del Centro y capturar recibos, me sentía la persona más feliz del mundo. CARDI me ha visto llorar, cantar y bailar sola esas noches…

El tiempo siguió pasando; el colaborar en lo chiquito me hizo aprender mucho y de repente me invitan a hacerme cargo del Dispensario: un montón de bolsas y cajas más grandes que yo y un grupo de voluntarias para organizar… Un reto completo para mí… Le comparto que fue difícil.

En tanto pasaba esto, se sucedieron los talleres, desayunos de promoción, la primera piedra, convivencias, un concierto, rifas, misas y la llegada de gente de muchos lugares para conocer qué había movido tantos corazones… Se ha convertido en un edificio que albergará el trabajo de mucha gente buena que ha sido instrumento de construcción de Dios.

No dejo de agradecerle a Dios que tenga un trabajo en el que puedo colaborar de muchas formas en lo pequeño, y así, verlo unido al trabajo de otros y que hoy podamos servir al hermano que no hubiera conocido si no existiera CARDI.

Mi familia creció. Los voluntarios se han vuelto mi familia y las personas que van a algún servicio son ya mi familia.

María Magdalena López Sánchez, miembro de la ‘familia CARDI’

A través de la Pastoral Social de la Parroquia de Nuestra Señora Guadalupe de los Hospitales, me enteré de la labor del CARDI. Desde entonces acudo todos los días con la firme intención de ayudar a quien más lo necesita.

Me siento satisfecha de ayudar tanto a familiares como pacientes; lo poco o mucho que pueda hacer por ellos para mí es un honor, ya que el acompañamiento que hacemos va más allá del apoyo. Somos todos una familia.

Cecilia y Rosa María Sodi Flores, dos hermanas en la sangre y en el CARDI

Cecilia Sodi Flores vive en la colonia Roma. Desde hace dos años se ha dedicado al voluntariado de CARDI en el dispensario, en la expedición de vales de comida y en llevar bollos y café a quienes esperan que sus familiares sean atendidos en el área de urgencias del Hospital General.

«Me siento satisfecha, ya que con mi granito de arena he aportado al bienestar de muchas personas con las cuales comparto su dolor, tristeza y alegría. CARDI es una obra maravillosa de Dios para la gente que viene de provincia con sus enfermedades y que encuentran aquí un apoyo y un abrazo de parte de nosotros».

Rosa María es hermana de Cecilia y voluntaria desde hace tres años: “Así truene, llueva o relampaguee, estoy en las labores que se me encomendaron para apoyar a los familiares, ya que no sólo me preocupo por darles un vale para que coman, sino que como voluntaria me pongo en sus zapatos para juntos salir adelante. CARDI es parte de mi vida y de mi familia”.

Graciela Margarita Sánchez: se aprende más de lo que se da

Graciela Margarita Sánchez se enteró de CARDI gracias a un amigo que le platicó de la obra y la impulsó a ser parte del voluntariado y apoyar a las personas de los hospitales. “Me capacité durante un año para desempeñar mis labores; ahora me encuentro en la expedición de vales de comida, así como en el dispensario. He aprendido maravillas de la vida gracias a CARDI”.

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