Postal turística de la parte noble de Fortaleza. Las playas que hay junto a la ciudad ofrecen vistas paradisíacas y la infraestructura para los turistas (extranjeros y nacionales) tiene gran calidad.

El Hogar Santa Mónica de los Agustinos Recoletos en Fortaleza (Ceará, Brasil) es un proyecto que lucha contra la explotación, abuso, abandono, desescolarización o cualquier tipo de violencia contra las niñas y adolescentes menores de edad de los barrios, familias y entornos más vulnerables.

Pobreza no es sinónimo de indignidad; sin embargo, en la Barra do Ceará se dan tales condiciones que quien nace en ella tiene gran probabilidad de caer en las redes de los mundos más oscuros. En Fortaleza los barrios se distinguen por la distribución de riqueza; hay unas áreas nobles, de postal, con calles limpias y todo lo que ofrece la sociedad del bienestar. Frente a eso, existen los barrios en la periferia, con gente amontonada y carente de los recursos para una vida digna.

La Barra de Ceará tiene unos 80.000 habitantes repartidos en 385 hectáreas, de los cuales el 41% son menores de edad. Más de 2.000 familias habitan en las dunas de las playas, en áreas chabolistas (las típicas ‘favelas’ brasileñas). Y casi 3.000 personas viven en residencias ilegales e improvisadas en los terrenos del Estado de los que pueden ser expulsados en cualquier momento.

El suelo de arena en movimiento es muy insalubre; no hay servicios públicos ni sanitarios. No hay agua potable o alcantarillado. La luz llega por empalmes ilegales y líneas de distribución precarias.

Muchas familias sobreviven de la economía sumergida, con ingresos mínimos, sin contrato, sin Seguridad Social, sin derechos. El barrio inicia desde temprano su actividad y las calles se llenan de pescadores, recolectores de basura, vendedores ambulantes. Se ven talleres de costura clandestinos y pequeñas tiendas, en realidad habitaciones de casas particulares donde se almacenan sin garantías alimentos y enseres.

Los niños refuerzan la economía familiar. Es fácil explicarlo: en el 15,25% de los hogares no hay ingresos fijos, y otro 30% reciben un salario mínimo o menos. Es decir, una de cada dos familias de la Barra sobrevive con menos de 465R$ (reales brasileños) al mes (170€). Hagan cuentas: una bombona de gas, 35 reales; llenar el depósito de un coche pequeño (40 litros), 100R$; un kilo de arroz, 2,68R$; el autobús, 1,80R$ por trayecto; ir al cine, 15R$; un libro, a partir de 30R$.

Otro de los temas sangrantes es la educación. Sin entrar en lo cuestionables que son los procesos de la enseñanza, la falta de inversión y el descaso social para los estudios primarios, basta decir que uno de cada cuatro menores en la Barra do Ceará no está alfabetizado.

Otro factor de riesgo es la violencia. El 40% de los fallecidos en Brasil pierde la vida en actos de violencia. Los estudios indican que la mayoría de los casos de violencia con menores se dan en la familia. En la Barra son habituales los tiroteos, robos, palizas y la inseguridad es generalizada. Las calles están vacías y oscuras por las noches, y las bandas se adueñan de ellas.

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Un reportaje sobre la Prostitución en Brasil indica las tres ciudades brasileñas que la UNICEF cataloga con mayor nivel de prostitución infantil: Salvador (Bahía), Fortaleza (Ceará) y Manaus (Amazonas). Aunque las imágenes y testimonios son de Salvador, la dinámica no difiere de lo que ocurre en Fortaleza.


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