El Seminario San Agustín, en sus tiempos de construcción. Los Recoletos llegaron a Fortaleza prácticamente con el cambio de siglo y sin referencias previas.

El Hogar Santa Mónica de los Agustinos Recoletos en Fortaleza (Ceará, Brasil) es un proyecto que lucha contra la explotación, abuso, abandono, desescolarización o cualquier tipo de violencia contra las niñas y adolescentes menores de edad de los barrios, familias y entornos más vulnerables.

La Barra do Ceará es una gran extensión al norte de Fortaleza, ya en la frontera municipal, con una economía muy deprimida: servicios sociales deficientes, desempleo, familias desintegradas y escasos servicios educativos y sanitarios.

Esta descripción puede no ser muy diferente a la de tantos barrios del extrarradio de las grandes ciudades. Pero hay algo que llama inmediatamente la atención. Uno de los negocios habituales, hasta el punto de que es difícil encontrar una calle sin uno, son los “moteles”. Y no son simples establecimientos de alojamiento, sino que se alquilan habitaciones por hora y sin hacer preguntas.

Ese paisaje especial obedece a otro hecho del que participa toda la ciudad: ser uno de los destinos preferidos del “turismo sexual”. Muchas niñas son explotadas por los turistas a cambio de pequeñas retribuciones económicas o materiales, engañadas por sus propios deseos de mejora de vida, empujadas por la familia en otras ocasiones.

Los Agustinos Recoletos llegaron a Fortaleza en el año 2000, para trabajar en dos ámbitos: el Seminario San Agustín que forma nuevos religiosos; y la responsabilidad pastoral, constituida por seis comunidades de base independientes y autogestionadas de la Barra. No obstante, religiosos, seminaristas y laicos no podían quedar al margen de la realidad, así que se decidieron a atender a una de las poblaciones más agredidas social, psicológica y familiarmente.

Las niñas de la Barra do Ceará están en riesgo continuo de sufrir muy graves daños desde edades tempranas, heridas que pasan del cuerpo al alma y crean personalidades autodestructivas. Una vez que entran en la espiral del dinero por el uso y abuso de sus cuerpos, pierden la referencia del futuro, el valor de la autoestima, la voluntad queda en márgenes mínimos, sufren la falta de respeto y dejan de considerar su educación y el estudio como fuentes de crecimiento y bienestar.

Varias entidades atendían a los menores de edad en la Barra. Entre ellas, tres entidades religiosas: las Misioneras Madre de la Vida en la Visitación, las Hermanas del Inmaculado Corazón de María y las Hermanas Camilianas, a través de tres centros respectivos: Centro de Convivencia Renacer de la Esperanza, Proyecto Pequeño Ciudadano y Asociación María Madre de la Vida.

También había otras propuestas articuladas por laicos, como la Escuela Comunitaria Lino Allegri, administrada por la ONGd Aquitabaquara, la Pastoral de la Infancia, el Equipo de Animación Misionera y el Equipo de Articulación de las Pastorales Sociales. Sin embargo, sus esfuerzos se veían mermados por la escasez de recursos materiales, humanos y económicos.

Las menores víctimas de abuso y explotación sexual necesitan salir de sus contextos agresores e ingresar en ambientes más saludables, pero en Fortaleza son pocos los centros de acogida que les den atención. Intentando complementar las intervenciones citadas, los Agustinos Recoletos han creado un centro de acogida y atención integral en el Condominio Espiritual Uirapurú (CEU), sede de una asociación de entidades que en un solo espacio físico han unido sus proyectos sociales para madres solteras, enfermos de SIDA, presos, niños de la calle, drogodependientes y, ahora, con el Hogar Santa Mónica, niñas en situación o riesgo grave de explotación sexual comercial.

El proyecto de los Recoletos continúa trabajando en el medio abierto de la Barra do Ceará, a través de una red de acción con las diferentes entidades que actúan en el barrio. Realiza visitas domiciliares, distribuye alimentación, crea espacios culturales y formativos con la música o la lectura como referentes, y determina qué niñas son las que serán acogidas en el Hogar del CEU.

Han pasado más de tres años desde los primeros estudios hasta la inauguración de la primera casa de acogida. No ha sido un tiempo en vano, sino un trabajo que culmina ahora: contacto con entidades, localización de espacios, creación de una infraestructura, definición del modelo pedagógico, establecimiento legal y obtención de permisos con las entidades públicas…

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