El Hogar Santa Mónica de los Agustinos Recoletos en Fortaleza (Ceará, Brasil) es un proyecto que lucha contra la explotación, abuso, abandono, desescolarización o cualquier tipo de violencia contra las niñas y adolescentes menores de edad de los barrios, familias y entornos más vulnerables.
No sabemos muy bien cuántas y cuántos son. Pero están ahí cada día, en la playa, cerca de las discotecas, o en los sórdidos moteles donde se consigue una habitación sin que nadie pregunte nada. Los ocho reales (3€) pagados a la entrada son un pasaporte con duración de dos horas hacia donde no hay ley, ni derechos, ni sonrisas, ni aprendizaje. Pero sí hay anonimato confirmado, impunidad social para quien pagó, y la vergüenza y el destrozo interno y externo en ese cuerpo y espíritu nuevos y en crecimiento.
Como en el resto del mundo, en Brasil no hay datos precisos sobre la explotación sexual infantil, una lacra extendida por la facilidad y abaratamiento de los desplazamientos, la injusticia global que permite que unos pocos euros o dólares sean una fortuna en tres cuartas partes del mundo, la adquisición de información muy específica con unos simples “click” de ratón; y la permisividad o promoción de tal práctica como fuente de ingresos en las familias.
Es un problema muy complejo, con mil facetas y agentes que toman parte. Hasta que nuestro desconocido adulto paga los ocho reales en el motel, muchas personas han participado de modo activo en la clandestinidad e ilegalidad; de modo pasivo o permisivo, muchas familias sin esperanzas; y de un modo omiso, las autoridades y la sociedad, tanto aquélla de la que procede el adulto como el medio ambiente de la niña o niño que accede al motel con él.
El problema está presente en todo Brasil, aunque sólo algunas zonas sean más conocidas (áreas de turismo, grandes centros urbanos superpoblados o zonas de frontera). En algunos lugares el 60% de las mujeres que se prostituyen tienen menos de 19 años. Las denuncias por prostitución infantil no representan ni el 9% de los casos reales: los restantes quedan en el silencio, en las pesadillas de cada noche, en el estigma social. En todo el país hay reconocidas 241 rutas de tráfico de niños y adolescentes de ambos sexos para fines exclusivamente sexuales.
No es un problema específico de moteles: éste es tan solo el último paso. Antes, las redes captan niñas y clientes en centros comerciales, hoteles, spas, apartamentos de temporada, restaurantes, barracas de playa, bares, cafeterías, escuelas de samba, casas de masaje, agencias para empleadas domésticas y canguros, agencias de modelos, baile y canto, agencias de matrimonio, agencias de viajes, anuncios en prensa, taxis…
Ser pobre, no tener una educación de calidad, conocer “amigos” poco convenientes y un cuerpo: es todo lo que se necesita para, sin saber de las consecuencias, acompañar a un adulto que paga en ventanilla ocho reales, te toma de la mano y te adentra, con ese pasaporte, en un mundo del que salir, la vuelta atrás, no es fácil sin ayuda.
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ÍNDICE DE PÁGINAS DEL REPORTAJE
- Introducción
- 1. Ocho reales: el pasaporte a la impunidad
- 2. El origen del Hogar Santa Mónica
- 3. Un proyecto de principios
- 4. Un proyecto en comunión
- 5. La dinámica de la injusticia
- 6. Turismo sexual y menores
- 7. ¿Quién tiene acceso al Hogar Santa Mónica?
- 8. Un proyecto con objetivos
- 9. Metodología, Evaluación y Planificación