Santa Magdalena de Nagasaki. David Conejo, OAR.

Santa Magdalena de Nagasaki es mártir japonesa, patrona de la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta. Su historia de vida, su testimonio en la muerte y su fe son hoy un faro de luz para muchas personas, tantos años después.

En pocos cristianos será tan real como en Magdalena la imagen del camino. Durante seis años –de 1626 a 1634- su vida fue una continua peregrinación por los montes que rodean a Nagasaki. Era catequista y debía cumplir su servicio eclesial: “predicar, bautizar, aconsejar y fortalecer a los que la acompañaban y buscaban para su consuelo espiritual”. Recorre con su gente el camino de la fe, el camino catecumenal.

Al final, culminó su peregrinación con un acto supremo de catequesis, su viaje desde la cárcel hasta el lugar del suplicio. “Iba por el camino con semblante tan alegre que causaba admiración a quien la miraba. Animaba a sus compañeros, predicaba a los gentiles y advertía a los cristianos perseverasen en la fe que profesaban”.

El martirio coronó en ella la fidelidad y constancia en el camino que hizo acompañando a su Iglesia. Y murió cantando. Todos los testigos cuentan que Magdalena, mientras estaba en la hoya, cantaba himnos al Señor “con singular melodía y dulzura”. Lo mismo que siempre había hecho: cantar con palabras y vida en alabanza del Señor, para animar la marcha e iluminar con la fe la oscuridad del camino.

Seguramente, en sus 14 días de tormento, la joven catequista repetiría con frecuencia el antiguo cántico japonés de confianza e invitación al martirio:

“Vámonos, vámonos ya
al templo del paraíso:
que paraíso lo llaman,
lo llaman templo espacioso”


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