Santa Magdalena de Nagasaki es mártir japonesa, patrona de la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta. Su historia de vida, su testimonio en la muerte y su fe son hoy un faro de luz para muchas personas, tantos años después.
Fueron estos santísimos varones
al Japón por impulso soberano,
alentando los flacos corazones
en el brazo de Dios y fuerte mano.
Recíbenlos no extraños los japones,
y ellos en el martirio ya cercano
tanto el deseo encienden, que a millares
a Dios erigen de almas mil altares.
Quien escribe estos versos es una española del siglo XVII, Ana Caro Mallén de Soto. Forman parte de su pieza poética La Relación de las fiestas por los Mártires del Japón, que hace referencia a los 26 mártires crucificados en Nagasaki el 5 de febrero de 1597. Cabe pensar que, si hubiera tenido noticia del martirio de la joven terciaria Magdalena, le habría dedicado uno de sus más encendidos poemas.
Aunque parezca lo contrario, Magdalena de Nagasaki no fue una mujer pasiva que, para mejor dejarse amar, se dejó matar. Su comportamiento es siempre dinámico. Eligió ser amante para merecer ser amada. Y así, vemos cómo viste el hábito de la tercera orden agustino-recoleta, con los compromisos y obligaciones que conlleva, precisamente para ejercer el apostolado activo de la catequista, tarea que mantuvo con singular eficacia y energía, sin escatimar esfuerzos. Hay también un impulso de carácter operativo al entregarse años más tarde a los perseguidores. Por ora parte, su comportamiento a lo largo del martirio es impresionantemente dinámico.
Si hubiera que señalar algún rasgo común a la idiosincrasia del pueblo japonés, podría destacarse su capacidad de asimilación. El mensaje del cristianismo occidentalizado, pero no obstante de raíces puramente orientales, pudo y puede encontrar una plena adecuación con el espíritu japonés evidentemente permeable al mundo occidental.
La sangre de tantos y tantos mártires japoneses necesariamente ha de coadyuvar a que “la ciudad de Dios” agustiniana se extienda por los amplios territorios de ese país oriental tan próximo a los países occidentales política, social y tecnológicamente.
Pero el mensaje de Magdalena de Nagasaki, en cuanto catequista -que es tanto como decir apóstol- entre sus compatriotas, quizás apunte aún más a esa tarea de evangelización junto a los suyos. Y es precisamente ante esta consideración cuando cabría entonar el mea culpa de la pasividad, pues, salvando las honrosas excepciones que siempre se oponen a la generalización, parece como si muchos terciarios y catequistas hubieran caído en una especie de anquilosamiento a que pudo conducirlos años y años de cómoda rutina religiosa, más atenta a la sensiblería que a la sensibilidad, a la fachada externa que a los cimientos.
Quizá convenga hacer una seria reflexión sobre el desprestigio actual de conceptos tales como “caridad”, “apostolado”, “virginidad”, “humildad”, “heroísmo”, y la conveniencia de patentizar lo positivo de estos valores cuando tienen un sentido operante. Así es como los vivió, desde su perspectiva de salvación espiritual para ella y para su pueblo, Magdalena de Nagasaki.
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ÍNDICE DE PÁGINAS DEL REPORTAJE
- Introducción
- 1. 1584-1632: Primeros mártires agustinos: Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio
- 2. 1632-1637: El incendio continúa: Martín de San Nicolás y Melchor de San Agustín
- 3. Magdalena
- 4. El último acto
- 5. El mundo que ella vivió
- 6. El mártir, para san Agustín
- 7. Un larguísimo proceso
- 8. ¿Recoleta o dominica? Una santa disputada
- 9. La Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta
- 10. Qué nos dice hoy santa Magdalena
- 11. Una vida de camino, para morir cantando