Diseño de Rafael Nieto, OAR. Agustinos Recoletos. Marcilla (Navarra, España).

Santa Magdalena de Nagasaki es mártir japonesa, patrona de la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta. Su historia de vida, su testimonio en la muerte y su fe son hoy un faro de luz para muchas personas, tantos años después.

La Orden de Agustinos Recoletos es tan sólo una rama de la Familia Agustino-Recoleta, de la cual forman también parte las monjas y las religiosas de vida activa, por un lado, y por otro la Fraternidad Seglar. A esta última rama pertenecía Magdalena de Nagasaki, la primera santa recoleta. Y en ella habían profesado también decenas de terciarios mártires del Japón en el siglo XVII, como profesaron después y siguen haciéndolo cientos de hermanos seglares. Ellos son símbolo y testimonio de la vitalidad apostólica OAR y de la fecundidad del ideal agustiniano.

La canonización de Magdalena, en 1987, ofreció una inmejorable oportunidad para redescubrir y proponer de nuevo un camino antiguo de cuatro siglos y, al mismo tiempo, un camino moderno y actual: el de la espiritualidad OAR para todos, también para los seglares. En 1985 fueron revisados y puestos al día sus rasgos característicos, de forma que bien podemos decir que, si santa Magdalena hubiera vivido hoy, habría hecho realidad los ideales de la Regla de vida de los agustinos recoletos seglares, de la que a continuación extractamos apenas unos puntos.

“La Orden de agustinos recoletos promueve entre los fieles, laicos o clérigos, la vivencia del ideal agustiniano, impulsándolos a vivir la unión de almas y corazones, y a hacer presente hoy en la Iglesia y en el mundo el espíritu de san Agustín”.

“El amor, divino y humano, debe ser siempre el centro y el corazón de nuestra vida. Si actúas siempre por amor, harás siempre el bien, como lo enseña san Agustín: ‘Ama y haz lo que quieras: si callas, calla por amor; si clamas, clama por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Esté dentro de ti la raíz del amor. De esta raíz no puede salir sino el bien’”.

“Como san Agustín, procuramos iluminar nuestra mente y favorecer nuestra voluntad con la lectura frecuente y el estudio asiduo de la Sagrada Escritura”.

“Consecuentes con el pensamiento de san Agustín, debemos considerar nuestro trabajo, no como un peso o un simple medio de subsistencia, sino como una cooperación con el Creador en la configuración del mundo y como un servicio a la comunidad humana”.

“Debemos ver a Cristo en todos los hombres, pero especialmente en los necesitados”.

“Es necesario que volvamos siempre a nosotros mismos para estudiarnos, para conocernos”.

“Nuestro apostolado más específico consiste en trabajar para que la unidad y la paz, frutos ambas del amor, sean una realidad en la familia, en la Iglesia y en el mundo”.

“Nuestra fraternidad nos exige cultivar cuidadosamente los valores de la amistad. Ella engendra y nutre la confianza, la fidelidad, la sinceridad y la mutua comprensión”.

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