Santa Magdalena de Nagasaki es mártir japonesa, patrona de la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta. Su historia de vida, su testimonio en la muerte y su fe son hoy un faro de luz para muchas personas, tantos años después.
A la muerte de santa Magdalena, sólo quedaban con vida en Japón dos sacerdotes agustinos: Tomás de San Agustín y Miguel de San José. Los dos eran japoneses y discípulos espirituales del beato Bartolomé Gutiérrez, maestro de novicios de ambos.
Tomás era uno de los viajeros de la expedición fallida de 1630. En aquel momento tenía 28 años y deseaba ardientemente volver a su tierra. Lo conseguirá al año siguiente, 1631. Favorecido por sus rasgos nativos, obtendrá un empleo como caballerizo del gobernador de Nagasaki. Podrá así ver y hablar con cierta frecuencia a Bartolomé Gutiérrez y a los otros religiosos encarcelados en Omura.
Bajo el sobrenombre de “Kintsuba”, llegó a convertirse en Nagasaki en una auténtica leyenda, por su habilidad para burlar a los perseguidores. Durante varios años ejerció ocultamente el ministerio en un amplio radio de acción cuyo centro eran las caballerizas del gobernador, donde él servía. Finalmente fue capturado el 1 de noviembre de 1636. Tras feroces torturas, morirá también en la hoya el 6 de noviembre de 1637.
Miguel de San José, por su parte, buscó pronto refugio en su región natal, donde se supone que encontraría más tranquilidad. Debió de sobrevivir a Kintsuba muy poco tiempo, siendo el último agustino de Japón. El también murió mártir, seguramente en la hoya, no se sabe cuándo.
En realidad, es en este año de 1637 cuando cae sobre el Japón la noche más cerrada. El último acto lo marca la revuelta de los campesinos de toda la zona de Nagasaki. Éstos eran mayoritariamente cristianos, aunque los motivos de la sublevación fueron, en buena parte, de carácter económico y fiscal. A mediados de abril de 1638, la insurrección es aplastada en la llamada “batalla de Shimabara”, que concluye con la toma del castillo de Hara y la ejecución de más de 30.000 sublevados. Pero, aparte de los que habían empuñado las armas, se calcula que pudieron ser martirizados unos 20.000 cristianos sólo por el hecho de serlo.
A partir de este momento, comienza el largo período de los kakura kirishitan o “cristianos ocultos”, que se prolonga a lo largo de más 250 años. Durante este tiempo, la persecución sigue abierta y se continúan los más sofisticados tormentos. En 1862, cuando Pío IX canoniza a Pablo Miki y a sus 25 compañeros, aún no había libertad religiosa, que sólo será reconocida oficialmente en 1889. Veinte años antes, en 1865, cuando Japón empezaba a abrirse al mundo exterior, Occidente descubrió con auténtico pasmo cómo aparecían grupos de cristianos que habían conservado la fe y hasta las mismas imágenes de sus antepasados.
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ÍNDICE DE PÁGINAS DEL REPORTAJE
- Introducción
- 1. 1584-1632: Primeros mártires agustinos: Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio
- 2. 1632-1637: El incendio continúa: Martín de San Nicolás y Melchor de San Agustín
- 3. Magdalena
- 4. El último acto
- 5. El mundo que ella vivió
- 6. El mártir, para san Agustín
- 7. Un larguísimo proceso
- 8. ¿Recoleta o dominica? Una santa disputada
- 9. La Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta
- 10. Qué nos dice hoy santa Magdalena
- 11. Una vida de camino, para morir cantando