Edición inglesa de Silencio.

Santa Magdalena de Nagasaki es mártir japonesa, patrona de la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta. Su historia de vida, su testimonio en la muerte y su fe son hoy un faro de luz para muchas personas, tantos años después.

Endô, el novelista de los mártires

El tiempo de las persecuciones japonesas del siglo XVII lo ha reflejado una y otra vez y de forma inimitable el escritor Shusaku Endô. Endô (1923-1996) es considerado el mejor novelista católico del Japón. Sus libros han alcanzado ventas de varios millones y se han traducido a todas las lenguas cultas. En varias de sus obras, como El samurai y, sobre todo, Silencio, ha reflexionado sobre el conocido como “Siglos cristiano” del Japón y, en definitiva, la problemática de la persecución religiosa allí durante el siglo XVII.

De Silencio reproducimos una escena. Magdalena de Nagasaki podría haber sido una de las personas cuyos “ronquidos” oía desde su calabozo el misionero en trance de testimoniar su fe.

“Al misionero le dieron un empujón y se encontró dentro de una celda en total oscuridad. Se oía lejano algo que parecía una voz. Algo así como el gruñido de dos perros que se pelean. La voz se desvaneció enseguida. Pero después volvió a oírse un rato largo. Instintivamente, el padre se echó a reír en voz baja: había caído en la cuenta de que alguien estaba roncando. El ronquido se oía un rto, se cortaba de repente, ahora era alto, ahora bajo, sonaba como un pitido desafinado. Le parecía estar vieno la cara del guardia profundamente dormido: repleto de sake, gordo y bien comido, la personificación de la buena salud. Pero se le fue haciendo irritante la presencia de aquel ruido grosero, desafinado, en aquella noche, la más crucial de su vida; y empezó a aporrear la pared con el puño. Al carcelero que acudió le suplicó que no roncara.

—¿A eso le llama ronquido?, fue la respuesta. No es un ronquido. Es el estertor de los cristianos que cuelgan en la fosa.

En efecto, aquello nada tenía de ronquido, el estertor agotado de unos hombres colgados cabeza abajo sobre una fosa repleta de excrementos. Mientras él se acurrucaba en las tinieblas, había otros que gemían, que echaban sangre por la nariz y la boca.Tenían abierto un pequeño orificio detrás de la oreja; de allí y de la nariz y la boca les iba manando sangre gota a gota. Esos cristianos saboreaban una agonía insoportable que nadie alcanzaba a sospechar”.

Noticias de mártires. Su difusión

Aunque en el siglo XVII no existían los actuales medios de comunicación, el Japón estaba cerrado a canto y lodo y las distancias parecían insalvables, lo cierto es que toda la cristiandad -y especialmente España y Portugal, de donde eran los misioneros- seguía muy de cerca los avatares de la evangelización en aquel remoto archipiélago. Los progresos de la fe y el triunfo de los mártires se conocían inmediatamente en Macao y Filipinas, donde estaban las bases de operaciones y el alto estado mayor de las órdenes misioneras. Y enseguida se enviaban las nuevas a España, por medio de la correspondencia personal, comunicados a los superiores religiosos o informes a las autoridades civiles o eclesiásticas.

Nuevas que se difundían con gran rapidez a través de concurridos sermones, la lectura comunitaria en los conventos y, en muchos casos, la imprenta. En concreto, cuando tiene lugar el martirio de santa Magdalena, la Iglesia de España y Portugal está todavía conmocionada por un acontecimiento extraordinario: en 1627 Urbano VIII había beatificado a 26 mártires crucificados en Nagasaki 30 años antes. La celebración del evento fue solemnísima en todas partes, y propició la ocasión para que se imprimieran muchas relaciones sobre los mártires -conocemos no menos de 20, entre ellas una de Lope de Vega- que luego se leyeron con fruición y enfervorizaron al pueblo fiel. Este ambiente cargado de tensión espiritual aún se electrizó más cuando llegaron noticias de mártires posteriores, entre otros de los agustinos recoletos Francisco de Jesús, Vicente de San Antonio, Melchor de San Agustín y Martín de San Nicolás, quemados vivos en 1632.

En este contexto, era lógico que, en cuanto se conoció el triunfo de nuestra mártir, inmediatamente se instruyera su proceso. Unos años más tarde, en 1656, el cronista agustino recoleto padre Andrés de San Nicolás cantara en 1076 versos latinos la vida de Magdalena. Y a fines de siglo, en 1695, Atanasio Bocanegra pintará para el convento recoleto de Granada ocho grandes cuadros con escenas de la vida y martirio de Magdalena.

El canto del cisne

Andrés de San Nicolás es un agustino recoleto colombiano del siglo XVII, el primero y principal historiador de la Recolección. En 1656 dio a la luz una obra titulada Proventus messis dominicae (“Cosecha de la mies del Señor”). En ella encontramos una biografía de santa Magdalena en 270 estrofas. Ofrecemos seis de ellas, que hablan del misterioso cantar de la mártir en el tormento. La versión castellana es del jesuita Manuel Briceño Jáuregui.

“Cantaré a Cristo, y mis voces
han de oír vuestras orejas;
de lo íntimo de mi pecho
llamaré que me defienda”
Desde entonces, dulcemente,
como de un ángel su lengua
entonaba dulces cánticos.
La quietud era tremenda.
Pues al punto conocieron
-aun cuando bárbaros eran-
que esas voces no emitía
una garganta terrena.
Con más canciones prosigue,
salidas de su alma tierna;
de invocar los dulces nombres
de María y Jesús no cesa.
Sonoras voces escuchan
que repite Magdalena
dulcemente, y aterrados
se miran los centinelas.
Los pérfidos la abandonan;
no quisieran ya más verla;
y en el suplicio cantando,
así, suspendida, queda”.

El shogún

El shogún o dictador militar Ieyasu (1542-1616) es quizá el personaje más ilustre en tiempo de santa Magdalena, Impuso su autoridad sobre más de 200 señores feudales, consiguiendo unificar el Japón (1600). Él traslado la capital a tokio (1590). Siguió una política internacional basada en la astucia: favoreciendo, en un primer momento, las relaciones con las potencias católicas, y persiguiendo el catolicismo más tarde (a partir de 1614), cuando el comercio con España y Portugal no le era ya imprescindible. Es el creador del Japón moderno. En su familia, de los Tokugawa, permaneció el shogunado durante 265 años (1603-1868).

El tercer shogún fue Iemitsu, hijo de Hidetada y nieto de Ieyasu. Gobernó entre 1623 y 1651. En 1633 emitió un edicto por el que prohibía el cristianismo en todo Japón y obligaba a la población a registrarse en los templos. Esta medida rigurosa, junto con otros factores, provocó la rebelión de Shimabara, que ahogó en sangre. En 1639 ordenó el aislamiento de Japón respecto al resto del mundo.

El apostolado seglar

Hablamos hoy mucho de la mayoría de edad de los laicos, de su participación en la pastoral y vida de la Iglesia.Bien puede servirnos de modelo la cristiandad japonesa del siglo XVII. En aquel tiempo, eran perseguidos sin tregua los pocos sacerdotes presentes en el Archipiélago. De manera que -tanto por eso como por su dominio natural de la lengua- los seglares se convierten en inmejorables agentes de pastoral. Como en el caso de Magdalena, muchos de esto seglares forman como catequistas o terciarios en torno a los misioneros. Y, apresados o muertos éstos, ellos suplen su falta en lo que pueden. Así, Magdalena “consolaba a los afligidos, animaba a los flacos, fortalecía a los menos animosos y confirmaba a los valientes y esforzados”.

En fin, no sólo los misioneros alcanzaban la palma del martirio. Fueron muchos más los mártires seglares. Dos años antes de morir, cuando los recoletos llevaban en Japón poco más de 7 años, el beato Francisco de Jesús calculará en “al pie de 300” los mártires cofrades agustinos recoletos. Aun faltaba por unírseles, entre otros muchos, santa Magdalena de Nagasaki.

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