Con el fallecimiento de monseñor Nicolás Shi OAR (†2009) y de Luis Aguirre OAR (†2007) se abre en la misión de los Agustinos Recoletos en China una nueva etapa en la que ya no quedan ninguno de los protagonistas que permitieron su fundación, afianzamiento, expansión y supervivencia tras décadas de enormes dificultades. En Henan, China, muere la misión de Kweiteh y nace la Diócesis de Shangqiu.
Una pequeña carta escrita aparentemente a un amigo en tierras lejanas cambiará el panorama de la misión. En 1980 el vicario de los Agustinos Recoletos en Filipinas, Jesús Sobejano, recibe sin esperarlo una carta procedente de la República Popular. Era Nicolás Shi. Decidió enviar la carta como el náufrago que pone su mensaje en una botella y la lanza al mar desde su isla desierta. De memoria conocía la dirección de la Vicaría en Manila, y probó suerte. No sabía si existía aún la Orden ni qué había ocurrido con los religiosos que había conocido. La carta solamente hablaba de paisajes y recuerdos que no pusieran en guardia a los vigilantes de la Revolución. Pero en Manila lo supieron interpretar.
Desde ese momento se entabla una primera relación epistolar y, con sorpresa por ambas partes, unos descubren que todavía quedan agustinos recoletos en China y que la antigua misión sigue activa, no sin dificultades y vigilancia; y otros que sus antiguos compañeros les recuerdan, oran por ellos y seguían esperando que se pudiese entablar algún tipo de contacto.
Los recoletos chinos que, como seminaristas, habían sido trasladados fuera de China, estaban en comunidades recoletas de Taiwán y Filipinas. En los primeros ochenta del siglo pasado comienzan a viajar a sus localidades natales, donde se reencuentran con sus familias y con los tres recoletos que habían sobrevivido. El primer contacto directo con Nicolás Shi, tras treinta años de aislamiento, ocurrió en 1981.
En 1987 los edificios de la antigua misión de Kweiteh son restituidos a la Iglesia Católica. A partir de 1989, lentamente, los cristianos empiezan a celebrar públicamente su fe. La misión vive su segunda primavera, ahora con el nombre de Shangqiu, pues tras la revolución de Mao se cambiaron los nombres de muchas poblaciones.
En la provincia vecina de Shandong, José Wang, uno de los que había tenido que huir a la casa de su familia, comienza en 1986 un trabajo apostólico en una zona con muchos cristianos y casi ningún sacerdote, en Hezé. Con su bicicleta recorre toda la zona visitando cristianos.
Nicolás Shi en 1987 se jubila como profesor de inglés en Che Cheng y vuelve a Shangqiu, donde se dedica por entero al apostolado. Con sabia paciencia y confianza absoluta en Dios logró ganarse a muchos a la fe, refundar la vida religiosa masculina y femenina, y con muchos sacrificios e incomprensiones, ganó incluso el respeto de las autoridades civiles locales.
Para solucionar el grave problema estructural de la Iglesia, Shi y Wang serán nombrados obispos: Nicolás Shi de Shangqiu en 1991; y José Wang de Hezé en 1996. Wang falleció en Hezé el 27 de julio de 2004, después de una tarea incansable y de un trabajo ímprobo, una vida llena de testimonio y vigor.
Las visitas de agustinos recoletos procedentes del extranjero a partir de 1994 animan a los recoletos chinos. La emocionada presencia de sus compañeros les da fuerza en su quehacer y les brinda la oportunidad de sentirse hermanos acompañados por las oraciones y el apoyo espiritual de quienes les ven con gran admiración.
Nicolás Shi no sólo ha sido el obispo de la diócesis desde 1991. Ha tenido las atribuciones de superior religioso con competencias de prior general, maestro de postulantes, novicios y profesos. El aumento de las dificultades sólo logró aumentar su fe en la Iglesia: “Yo nunca he perdido la esperanza, porque antes de abrir esta Iglesia puse como titular al Sagrado Corazón, porque Él dijo que estaría siempre con nosotros. Yo sé que esta Iglesia no va a desaparecer”.
Nadie hubiera podido imaginar hace tan solo quince años las posibilidades de desarrollo de la Iglesia china. Surgen muchas luces de esperanza: vocaciones, conversiones, devolución de iglesias y catedrales, acercamiento de posturas con las autoridades, nuevas posibilidades de comunicación y formación… El mismo hecho de conocer hoy los rostros de los agustinos recoletos chinos parecía imposible.
China está en el corazón de la Orden de Agustinos Recoletos. Y aunque el camino que queda por recorrer es mucho, la esperanza es mayor. Llena de emoción que después de persecuciones, torturas, después de décadas pensando que nunca podría encontrarse con otros recoletos, Monseñor Nicolás diga en su español aprendido de niño y no practicado con nadie durante 50 años: “Estoy orgulloso de ser agustino recoleto. Gracias por los agustinos recoletos que han vivido en China y que ya nos han dejado”.
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