Niños tomando su tazón de sopa en el desayuno en la misión de Kweiteh.

Con el fallecimiento de monseñor Nicolás Shi OAR (†2009) y de Luis Aguirre OAR (†2007) se abre en la misión de los Agustinos Recoletos en China una nueva etapa en la que ya no quedan ninguno de los protagonistas que permitieron su fundación, afianzamiento, expansión y supervivencia tras décadas de enormes dificultades. En Henan, China, muere la misión de Kweiteh y nace la Diócesis de Shangqiu.

Desde el 16 de febrero de 1924 Shangqiu está unida a la historia y al presente de los Agustinos Recoletos. Ese día se estableció allí el fraile recoleto Javier Ochoa. De este modo se cumplía un sueño alimentado durante casi 300 años por la Recolección: abrir una misión en China.

Los compañeros de comunidad de Ochoa llegaron 16 días más tarde: Mariano Alegría, Mariano Gazpio, Sabino Elizondo, Luis Arribas y Pedro Zunzarren. Abrieron una escuela de inglés y comenzaron el duro aprendizaje del mandarín. Varios de ellos nunca lograron un dominio mínimo de esta lengua.

En junio de 1925 inauguraron su nueva casa. Poco después llegaron cinco recoletos más, sumando once en total. Salieron de dos en dos a las diferentes poblaciones e iniciaron la misión estableciendo la “Santa Infancia” (atención educativa y social de menores) en la sede central de la ciudad. Javier Ochoa explica por qué: “Porque da miedo y pone espanto en el corazón que cuando nacen las niñas son abandonadas en la vía pública o arrojadas a lugares más retirados, donde servirán de comida a los cuervos, perros o animales más inmundos”.

Los niños no tienen mejor suerte. Se les dejaba vivir, pero su futuro era, seguramente, el bandidaje. Lo cuenta Luis Lorente, uno de los misioneros de la segunda expedición: “Claro está, por consiguiente, que quien dispone de ocho o diez hijos, y aunque no sea más que de cinco o seis, puede considerarse dichoso y no necesita preocuparse de nada, como no sea más que de exigir a todos cuenta de lo robado al fin de cada día”.

En la Santa Infancia las niñas son educadas y aprenden a leer y escribir. Muchas de ellas serán, en el futuro, las catequistas que ayuden a los misioneros en las comunidades. Fue el primer paso para iniciar la implantación de la vida religiosa femenina en la misión.

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