Fortaleza, ciudad de contrastes. Del lujo de los grandes hoteles junto a las playas con mar verde esmeralda que atraen a turistas nacionales y extranjeros, las chabolas e infraviviendas de los barrios periféricos. Dos mundos separados infinitamente por el modo de vida y las perspectivas de futuro, pero demasiado cercanos físicamente en Fortaleza.

Las experiencias del Hogar Santa Mónica de los Agustinos Recoletos en Fortaleza en sus primeros momentos están llenas de avatares, desafíos, sorpresas y supervivencia.

Quizá no sea una de las ciudades más famosas de Brasil, pero Fortaleza es una de las mayores; hablamos de la quinta en número de habitantes; Casi tres millones y medio si contamos toda su área metropolitana.

También llama la atención su extensión: más de 320 km². Capital del estado de Ceará, Fortaleza es un importante centro de servicios, comercio y turismo de todo el nordeste del país. Cuenta con amplias zonas «de lujo» que hacen las delicias de los turistas, especialmente estadounidenses y europeos, que ven cómo dólar y euro aumenta su valor y poder adquisitivo en una tierra que se rinde al capital extranjero. Edificios de «primer mundo» jalonan las playas de Iracema, do Futuro… Mientras que en las áreas de periferia las favelas se adueñan del paisaje. En cuestión de unos metros la fisonomía de la ciudad cambia radicalmente: el lujo da paso a la miseria, el capitalismo a la subsistencia, el orden a la marginalidad…

El barrio de la Barra do Ceará está situado en el límite de costa de Fortaleza. La diferencia entre las construcciones y el modo de vida de los habitantes de este barrio y los del centro y zona turística de la ciudad es notable. La renta per cápita es bajísima; la mayoría de los trabajadores reciben un salario mínimo (415 reales = 153 euros). Existe más de un 40% de desempleo, a pesar de ser el barrio con mayor índice de juventud.

Incluso dentro del barrio los contrastes, tan típicos de Brasil, se acentúan; a la zona pobre, que representa la mayor parte del barrio, se contrapone la zona miserable; familias que viven en casa de cartón, plásticos y maderas, y edificadas sobre la arena de las dunas de la playa. La energía eléctrica de las casas es «robada» de los postes, el agua brota de «fuentes» improvisadas mediante gomas, la recogida de basuras es imposible… La primera vez que vi una rata en una de las barracas, ¡pensé que era el gato!

La época de lluvias derrumba buena parte de las casas o las hace inhabitables por causa de la humedad… Infecciones provocadas por micosis de animales, piojos de la arena que devoran la carne de pies y manos, costras en cabeza y orejas, asmas, alergias, son compañeros de viaje cotidianos en la vida de los chiquillos, que a pesar de todo, juegan, corren, saltan y se divierten por entre la suciedad y los montones de materiales reciclados que recogen para vender.

Hoy solamente deseo mostraros una panorámica de las construcciones y de las casas. En próximos comentarios podremos presentar algunas de las muchas problemáticas existentes.

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