El nacimiento, crecimiento y consecución de la madurez de la institución educativa Ciudad de los Niños (Costa Rica) ha sido en sus cincuenta años de vida una auténtica carrera de obstáculos. La voluntad, paciencia, creatividad y fe de sus gestores, personal y alumnos se han revelado como los motores de su éxito.
Unos recoletos pasaban por allí…
La década de los 50 se caracterizó por ser la más “movida” en las relaciones internacionales de España, un país que vivía bajo una dictadura pero que logró salir del ostracismo con un Concordato con la Santa Sede y con la implantación de bases militares estadounidenses, lo que permitió que el régimen fuese aceptado por el bloque occidental.
No es este asunto baladí en lo que nos ocupa. El régimen franquista tuvo varias piedras en el zapato de sus relaciones internacionales. Y una de ellas fue México. Esto tuvo unas consecuencias directas para no pocos ciudadanos de ambas nacionalidades que se encontraron con problemas al intentar entrar en el otro país.
Además, México vivía en esa especie de esquizofrenia entre la realidad social y la acción política: era un país de católicos con una cultura católica pero con unas leyes civiles laicistas que iban más allá del sentido común.
Pero México era una zona de expansión para la Provincia de San Nicolás de Tolentino de los Agustinos Recoletos. Con los seminarios llenos y las misiones filipinas dando los primeros síntomas de no necesitar levas de religiosos extranjeros, en la década de los 60 del siglo pasado los recoletos viven un momento de expansión geográfica y de búsqueda de nuevos campos de apostolado.
El año 1967 se da, de hecho, el récord absoluto de agustinos recoletos en el mundo, llegando la Orden a tener 1.579 religiosos, seminarios menores y mayores llenos y con la mayor parte de los religiosos menores de 50 años.
Un religioso español no tenía facilidades para ir a México, dados los condicionantes expresados anteriormente. Las órdenes religiosas habían iniciado un sistema de “engaño piadoso” enviando decenas de misioneros que entraban en el país como obreros de fábrica o profesionales liberales. Muchos religiosos se pusieron un traje y corbata por primera vez para entrar en el país.
Aun así, los papeles tardaban meses, a veces hasta más de un año, para llegar. No era bueno tener religiosos ociosos durante tanto tiempo. Costa Rica se presentaba como un país amable con los misioneros, acogedor, necesitado de clero, con una situación política estable y lo suficientemente cercano a México como para servir de trampolín de paso.
Según el boletín oficial de la Provincia religiosa, el vicario provincial envía a Buenaventura Petrina el día primero de octubre de 1963 a Costa Rica para ver la disposición de los obispos respecto a admitir a los recoletos. Un sacerdote diocesano español conocido de Petrina que trabaja en la diócesis de Alajuela le hace saber que su obispo está buscando clero.
El 15 de diciembre de 1963, Manuel Azagra toma posesión de la primera parroquia que el obispo entrega a los recoletos, en el barrio del Carmen. Para julio del año siguiente hay una comunidad de tres religiosos que ya han logrado levantar una iglesia nueva.
¿Coincidencias o Providencia?
Alberto Izaguirre era por entonces el ecónomo de la Vicaría de México. En el proceso de construcción de la nueva iglesia en El Carmen es necesaria la compra de algunos terrenos y, por ello, se traslada desde México hasta Alajuela.
Alberto había coincidido en un largo viaje —y hecho con ello amistad— con el obispo de San José, Carlos Humberto Rodríguez Quirós. Por ello, procedió a hacerle una visita. Aquel viaje, sin nadie saberlo, fue la primera coincidencia para que los Agustinos Recoletos llegaran a la Ciudad de los Niños.
Tras los saludos y contarse mutuamente qué habían hecho desde entonces, el obispo habla de sus preocupaciones. Una de ellas, la más importante del momento, es que los Asuncionistas salen de la Ciudad de los Niños. 175 niños repartidos en ocho pabellones y una enorme finca recién donada se quedaban sin nadie. El obispo ya había hablado con varias congregaciones de Costa Rica y de Europa y siempre había obtenido el “no” por respuesta.
Los agustinos recoletos, en seis meses, habían levantado una parroquia en Alajuela. ¿Serían capaces de arreglar el desaguisado aún en menos tiempo? Izaguirre lo comunica al vicario y se acepta el nuevo reto. El 31 de mayo de 1965 acaban las negociaciones.
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