El nacimiento, crecimiento y consecución de la madurez de la institución educativa Ciudad de los Niños (Costa Rica) ha sido en sus cincuenta años de vida una auténtica carrera de obstáculos. La voluntad, paciencia, creatividad y fe de sus gestores, personal y alumnos se han revelado como los motores de su éxito.
1. La Ciudad en números
- 600.000: euros anuales de presupuesto ordinario
- 20.000: metros cuadrados construidos
- 9.000: alumnos
- 1.712: alumnos pidieron el bautismo
- 350: residentes por año
- 138: hectáreas de extensión
- 84: miembros de la Fraternidad Seglar Agustino Recoleta
- 50: años de existencia
- 40: agustinos recoletos han trabajado en ella
- 30: hectáreas de bosques
- 13: albergues de 12 plazas cada uno
- 10: aulas de colegio
- 6: edificios con 14 talleres
- 4: residencias de 50 plazas cada una
- 2: lagos
- 1: iglesia
- 1: casa de voluntarios
- 1: casa para la comunidad religiosa
¿De dónde vienen los nombres de pabellones y albergues…?
Los pabellones tienen nombres referentes a las provincias costarricenses que los han sufragado: Alajuela, Guanacaste, Cartago… En el proyecto original de Madina, cada provincia del país construiría un pabellón con cargo a sus presupuestos para albergar en él a los alumnos procedentes de su provincia, dado que era una obra nacional.
Los albergues tienen, en su mayor parte, nombres de santos agustinianos. Hay algunas excepciones. La Fundación Santiago Crespo financió uno de ellos, al que se puso el nombre de “La Gloria” en recuerdo de la cadena de tiendas del mismo nombre propiedad del promotor de la Fundación.
El grupo musical estadounidense “Miami Sound Machine” ofreció un concierto solidario en Cartago con cuyos beneficios se construyó el albergue “Miami”.
El albergue Santa Ana tiene ese nombre porque, además de albergue, funcionó como residencia de la comunidad de las Hermanas de Santa Ana durante su estancia en la Ciudad.
Las joyas de la corona
Rafael Caro Quintero era el líder y cofundador del cartel de Guadalajara, organización narcotraficante mexicana. El 4 de abril de 1985, veinticinco agentes de la policía costarricense entraron en su Quinta San Rafael de Ojo de Agua, donde residía, para liberar a Sara Cossío, sobrina de un ex gobernador de Jalisco (México) que estaba supuestamente secuestrada por el cartel. Cossío declaró a los agentes que, respecto al narcotraficante, estaba “enamorada y no secuestrada”.
Pero las autoridades mexicanas y estadounidenses pidieron la extradición, pues tenía pendientes con la justicia acusaciones por narcotráfico y por el asesinato de un agente de la DEA, la agencia estadounidense contra el narcotráfico.
En la casa se encontraron armas, joyas, dinero en metálico, vehículos de lujo… Todo ello, junto con sus propiedades inmobiliarias fueron puestos en subasta por el Estado. Nadie pujó por las joyas, quizá por miedo a posibles venganzas del cartel.
Un diputado del Parlamento y egresado de Ciudad de los Niños logró una Ley de donación de las joyas a la Ciudad de los Niños. El producto de su venta ayudó mucho en el presupuesto ordinario de funcionamiento de la Ciudad.
Una quijotada
Rigoberto Castellanos, director de la Ciudad de los Niños entre 1998 y 2006, escribió esto, que bien sirve de conclusión para este reportaje:
“Tomar un lugar como la Ciudad de los Niños, en las circunstancias en que lo hicieron los Agustinos Recoletos, era una quijotada. Sin dinero, sin experiencia, sin casi nada. No cabe duda de que si se piensa con lógica humana, muchos grandes acontecimientos no se hubieran llevado a cabo.
¿Qué pasó por la mente de los superiores? ¿Qué sintieron los primeros frailes? ¿Y los siguientes, hasta hoy? Nos llevaríamos muchas sorpresas si conociéramos sus sentimientos, sus dudas, sus peleas, sus decisiones a veces equivocadas, sus diferencias de opinión y caracteres encontrados…
Pero también somos hombres de fe, educados en austeridad, compromiso, religiosidad, entrega, fraternidad, cercanía humana, ternura, aunque no lo parezca…
Es impresionante acercarse a esta historia, la poca que cuentan, año por año. Es una historia de amor y esperanza, de creatividad, de búsqueda al mejor estilo agustiniano, de caminos nuevos, de calidad en el servicio”.
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