Logotipo oficial del 50 Aniversario de la Ciudad de los Niños (1958-2008)

El nacimiento, crecimiento y consecución de la madurez de la institución educativa Ciudad de los Niños (Costa Rica) ha sido en sus cincuenta años de vida una auténtica carrera de obstáculos. La voluntad, paciencia, creatividad y fe de sus gestores, personal y alumnos se han revelado como los motores de su éxito.

El jueves 16 de febrero de 1961, la Asamblea Legislativa de Costa Rica publicaba en La Gaceta, Diario Oficial de la República, la Ley 2720 de creación de la Ciudad de los Niños, una obra “de carácter nacional”, aunque “orientada, dirigida y administrada fundamentalmente por la Iglesia”, con el objetivo de “realizar una labor de conjunto en el campo del saneamiento moral, social y material de la niñez y de la juventud desamparadas”.

Llegar hasta la promulgación de esta ley no había sido nada fácil; como no lo fue ponerla en práctica.

La primera inquietud, germen de la actual Ciudad de los Niños, sobrevino al comienzo de la década de los 50 del siglo pasado en las monjas asuncionistas, que veían por su quehacer cotidiano la difícil situación vital de no pocos niños y adolescentes en las calles de la capital, San José.

Las hermanas removieron —y nunca mejor dicho— Roma con Santiago. Pusieron en alerta a las autoridades eclesiásticas y civiles. Era imprescindible hacer algo digno, útil y eficaz, y para ello nada mejor que contar con los mejores “especialistas” en el asunto.

Vallecas, Nueva York, Cartago

Luis Madina (San Sebastián, España, 18 de agosto de 1911 — † Cali, Colombia, 16 de noviembre de 1984) era un agustino asuncionista que por aquel tiempo dirigía la “Ciudad de los Muchachos”, fundada por él mismo en 1944 en Vallecas, un distrito obrero y pobre de Madrid, la capital española.

Madina y Maria Saint-Arsène, una de las religiosas asuncionistas de Costa Rica cuya memoria prácticamente se pierde en aquellos años, coincidieron en Nueva York. Llamado por el cardenal Spellman, él exponía sus avanzadas ideas de promoción social y pedagogía para la infancia; ella buscaba financiación para sus obras sociales en Centroamérica. La unión de voluntades surgió enseguida.

Las autoridades eclesiásticas y civiles de Costa Rica tomaron nota de los informes de la religiosa y pidieron a los asuncionistas el traslado de Madina a Costa Rica para crear un espacio de atención a la infancia desheredada del país.

En marzo de 1958 el asuncionista español está ya en Costa Rica, cargado de ideas, de ilusión y con la seguridad de contar con las promesas de todo un país, aparentemente unido para apoyar esa labor. Nace así —aunque todavía en un proyecto de papel y sueños— la Ciudad de los Niños.

El abrupto final de la primera etapa

Según estimaciones de Madina, en San José había unos 8.000 menores viviendo en las calles de los propios recursos que eran capaces de conseguir de mil formas legales e ilegales, expuestos a toda clase de riesgos y faltos de toda oportunidad de futuro.

Madina partía de cero. El Gobierno, no. Por eso le puso al frente del Hogar Dormitorio Domingo Soldati, en San José, con unos 150 internos y una situación casi catastrófica. El asuncionista considerará a este centro el germen de su idea de futuro.

El lugar es el primer problema. El Soldati está en unas condiciones deplorables y carece de posibilidades de expansión. La idea de Madina no puede ser realizada ahí. La búsqueda del lugar apropiado le dará más de un dolor de cabeza.

En la búsqueda, hubo un paso breve —pero doloroso— de Madina y sus chicos del refugio en la Casa Parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe de Cartago, una vez que el Soldati hubo de ser cerrado. La situación del Soldati y del refugio de Guadalupe crea las primeras controversias entre Madina y las autoridades.

Por fin, una Fundación para la educación ofrece los terrenos de las fincas “La Girara” y “La Enseñanza”, en Agua Caliente de Cartago, para este menester. Es su emplazamiento actual. Cuatro largos años costó llegar al lugar definitivo: sólo el 19 de agosto de 1962 pudieron trasladarse los muchachos desde Guadalupe a las nuevas instalaciones.

La financiación fue el segundo problema. Las promesas eran muchas, las realidades otras. La falta de presupuesto tenía causas concretas y objetivas: la crisis económica general del país; los desastres naturales (como la erupción del volcán Irazú en 1963 que sumió en el caos y la pobreza toda la zona de Cartago); la magnitud del proyecto original de la Ciudad, que requería ingentes cantidades de recursos; el abuso de algunas personas que aprovecharon las campañas a favor de la Ciudad en provecho propio mediante engaños…

Madina interpretó que había falta de voluntad; el Gobierno se vio abrumado y, posiblemente, incapacitado de dar respuesta a tantos problemas al mismo tiempo.

El tercer problema, sin embargo, fue el más grave de todos. Madina era un visionario, un adelantado a su tiempo, un fundador (llegó a crear cuatro “ciudades de niños” y hoy está enterrado en la última que creó, en Cali, Colombia). Pero era un hombre exigente, de carácter brusco, que carecía de diplomacia. Sus relaciones con las autoridades civiles se agriaron hasta el punto de que él creyó inviable su permanencia en el proyecto si éste había de sobrevivir.

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