Basílica de San Sebastián, Manila Expresamente hemos prescindido, en nuestro recorrido, de las iglesias y casas actuales de los agustinos recoletos. Son todas modernas; el templo parroquial de Talísay (Negros Occidental), que goza de cierta antigüedad, fue inaugurado en 1939. Todas ellas y la entera obra constructora de los agustinos recoletos durante 400 años, queremos […]

Basílica de San Sebastián, Manila

Templo construido por los Agustinos Recoletos en San Sebastian, Manila, Filipinas

Expresamente hemos prescindido, en nuestro recorrido, de las iglesias y casas actuales de los agustinos recoletos. Son todas modernas; el templo parroquial de Talísay (Negros Occidental), que goza de cierta antigüedad, fue inaugurado en 1939. Todas ellas y la entera obra constructora de los agustinos recoletos durante 400 años, queremos representarlas en un monumento emblemático, orgullo de Filipinas, que es la basílica de San Sebastián, en Manila.

Aunque hoy forma parte de un conjunto escolar de rango universitario y es al mismo tiempo parroquia sumamente concurrida, en la historia recoleta San Sebastián es antes que nada un convento, el único que ha sobrevivido de los tres que la Orden tenía en Manila.

El primer convento se fundó en 1606, a poco de llegar la primera expedición misionera. Fue el de San Juan de Bagumbayan, en la actual Luneta, fuera de la ciudad murada. Fue derruido en 1762. El de intramuros, dedicado a san Nicolás, se fundó en 1609 y fue la casa central de la Provincia hasta el bombardeo de Manila durante la Segunda Guerra Mundial (1945). San Sebastián se fundó en 1621 como convento de retiro y descanso de los misioneros, en el barrio de Calumpang, en el arrabal de Sampaloc.

Casi desde el primer momento tuvo ya iglesia de piedra, en la que se entronizó una imagen de la Virgen del Carmen que, en 1618, había traído de México el padre Rodrigo de San Miguel. En torno a esta imagen va a girar durante dos siglos -hasta la llegada de los carmelitas- la devoción al Carmen en todo el Archipiélago. Y, para dedicarse al cuidado de la Virgen, nace allí hacia 1725 un beaterio de piadosas mujeres, encabezado por Dionisia y Cecilia Talangpaz; es la actual congregación de Hermanas Agustinas Recoletas que tienen su casa madre enfrente de la basílica, al otro lado de la plaza del Carmen.

A lo largo de los siglos, la iglesia ha pasado por muchos avatares. El 1639 fue incendiada en el levantamiento de los sangleyes. Aunque su daño fue mínimo en comparación con el que sufrió seis años más tarde en el terremoto del día de San Andrés (30 de noviembre). Esta vez, el templo quedó en ruinas y hubo que demolerlo.

La nueva construcción fue la más duradera. Duró más de 200 años, y el único incidente grave que sufrió fue, en 1762, el saqueo de los ingleses. La dejó muy dañada el terremoto del 3 de junio de 1863. Fue reconstruida y abierta de nuevo al público el 20 de enero de 1867; para sufrir una vez más las consecuencias de los temblores de mediados de julio de 1880. Por razones de seguridad, hubo que cerrarla al culto.

Esta vez los recoletos estaban decididos a encontrar una solución definitiva. Recurrieron a Jenaro Palacios, director de Obras Públicas del Gobierno Insular. Éste llevó a cabo la inspección y los estudios pertinentes y, a comienzos de 1881, recomendó la construcción de una estructura de acero, como las que entonces se llevaban a cabo en otras partes del mundo.

Su proyecto fue aprobado por el Definitorio de la Provincia el 14 de junio de 1883. Y, tres años más tarde, luego de la correspondiente licitación entre empresas de distintos países europeos, le era adjudicado a una Sociedad Anónima de Empresas de Obras Públicas belga. Ésta se encargaría en los próximos años de elaborar en su fundición de Binche (Bélgica) las 1.527 toneladas de acero necesarias para construir una iglesia neogótica de 50 x 22 metros, con una altura de 52 metros hasta lo alto de las torres.

El 12 de junio de 1888 arribó a Manila el primero de los 15 barcos que, a lo largo de dos años, transportaron las piezas. Algunos técnicos de la empresa, junto con obreros locales y supervisores recoletos, las fueron montando poco a poco. De la decoración se encargaron artistas filipinos de la academia de Lorenzo Rocha. Las imágenes de santos agustinos y carmelitas que embellecen el cimborrio, tienen especial importancia en la historia de la pintura filipina. Como broche de oro, incorporaron al proyecto primitivo los cuatro rosetones y 12 vidrieras que dan protagonismo a la luz. Las vidrieras representan los misterios gozosos y los dolorosos del Rosario, y fueron finamente trabajados por la compañía alemana Henri Oidtmann en su fábrica de Linnich.

Finalmente, el 15 de agosto de 1891, solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora, el flamante santuario del Carmen fue solemnemente bendecido por el arzobispo de Manila, monseñor Bernardino Nozaleda. Las arcas de la Provincia de San Nicolás quedaban exhaustas, pero había valido la pena, No sólo habían levantado una iglesia antisísmica, que desafiaría los siglos. Era además una construcción hermosa, uno de los ejemplos más notables de la arquitectura colonial. Y era, en fin, una singularidad: el único templo totalmente hecho de acero de toda Asia. Reunía méritos más que sobrados para ser declarado, el 1 de agosto de 1973, National Historical Landmark.

Bagac, Bataán

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Bagac, Bataan, Filipinas

Es una de las primeras poblaciones creadas por los recoletos, en 1607, cuando apenas acababan de llegar. La iglesia parroquial está dedicada a Santa Catalina de Alejandría. No sabemos cuándo ni quién construyó la actual. Sí nos consta que, en 1898, los recoletos dejaban una hecha de mampostería en su base, y que permaneció en pie durante la Revolución, a pesar de que el pueblo fue arrasado. La de ahora se levanta sobre la base antigua, por más que el campanario sea reciente

Mórong, Bataán

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Mórong, Bataan, Filipinas

La población es también antigua; fundada también por los recoletos hacia 1607. Sólo que su importancia fue menor hasta que, en 1720, se trasladó a ella la cabecera que hasta entonces estaba en Bagac. La parroquia está dedicada a Nuestra Señora del Pilar. En 1898, se edificaba una iglesia sólida, una auténtica fortaleza, alguno de cuyos muros aún puede verse. Dirigía las obras, seguramente, el párroco, padre Domingo Cabrejas. Los revolucionarios lo sorprendieron celebrando misa y, dentro del mismo templo y entre sus fieles, lo fusilaron. Con él estaba, acompañándolo, el párroco de Bagac, José Sanjuán. A éste lo capturaron, lo llevaron al monte y allí lo decapitaron a golpe de kampilan

San Juan, Batangas

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en San Juan, Bataan, Filipinas

La única parroquia de San Juan es inmensa: tiene hoy 70.000 fieles y más de 40 barrios. El pueblo estuvo antes en otro lugar, como ocurre tantas veces en Filipinas. Sólo que, en este caso, tenemos las palabras del religioso que llevó a cabo el traslado. Debido a las frecuentes inundaciones, hacía tiempo que estaba mandado; pero sólo puso manos a la obra el padre Celestino Yoldi, en 1894.

“Teniendo en cuenta —recuerda— que, de encomendar el asunto a un ingeniero o arquitecto, resultaría complicado, tardo y de mucho coste, no acudí a ellos, sino a un entendido y práctico maestro de obras, a quien expuse mis proyectos. Hízome un sencillo plano, que presentado al señor Obispo lo aprobó sin dificultad, así como el presupuesto. Sin demora se comenzaron con grande actividad los trabajos, y en poco más de año y medio se consiguió levantar una iglesia de mampostería de tres naves y espaciosa, y un convento decente, capaz y bien ventilado. Al ver los vecinos el rápido adelanto de las obras, se animaron grandemente. Invitados a prestar ayuda, me favorecieron positivamente, ya con su óbolo en metálico, ya también —lo que era muy necesario— poniendo a mi disposición sus animales y aparceros para el arrastre de enormes piezas. Al mismo tiempo empezaron a construir casas o trasladar las que teníen en el pueblo antiguo. Contribuyó a decidir el ánimo de los vecinos el ver que, a la vez que la iglesia, se empezaron a construir los edificios civiles de tribunal, escuelas y cuartel de la guardia civil”.

Alburquerque, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Alburquerque, Bohol, Filipinas

Se constituye en 1868, para acoger el exceso de población de Baclayón y Loay; por eso se establece equidistante de ambos, a unos 5 kms. de uno y otro punto. Y nació con gran pujanza. Su primer párroco comenzó la construcción del convento, considerado como algo singular en todo visayas, debido a su espléndido pórtico. Lo terminó su sucesor, igual que la casa tribunal.

En 1882 se hizo cargo de esta parroquia dedicada a Santa Mónica el padre Manuel Muro, quien, además de hacer las escuelas y el cementerio, el día 1 de diciembre de 1885 comenzó la iglesia.

En su tiempo «se trabajaron las cotas de la espaciosa iglesia, que mide 86 varas de longitud, 24 varas de latitud, con crucero y tres sacristías, y con un buen pórtico de cinco arcos. Falleció en junio de 1896 y su sucesor, el P. Fr. Pablo Navarro, continuó los trabajos, habilitándola para el culto provisionalmente, por estar en mal estado la iglesia primitiva, y así quedó todo abandonado en noviembre de 1898, por tener que ausentarse el párroco por los sucesos de la Revolución».

Baclayón, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Baclayon, Bohol, Filipinas

Es una de las parroquias más antiguas de Filipinas. Fue fundada por los jesuitas en 1585. Y en 1768, al ser expulsados éstos de los dominios españoles, les sustituyeron los recoletos, igual que en todo Bohol. Para esta fecha, ya estaba contruida la iglesia actual, al menos en su núcleo central, que data de 1727; en la parte trasera, los jesuitas dejaron también una fortificación cuyos restos aún se conservan. Los agustinos recoletos la reforman, amplían y embellecen. Ya en 1779 compran los frontales de plata y algunos ornamentos que, en parte, duran hasta hoy. A finales de siglo sabemos que estofan los altares, en lo que emplean 16 sacos de polvo de oro.

Aunque los cambios principales tienen lugar en el siglo XIX, y son obra del padre José María Cabañas, que fue párroco durante 28 años, a partir de 1870. Contaba 79 años cuando la Revolución lo expulsó de Baclayón. En este tiempo hizo de todo: convento nuevo, cementerio, mercado, puentes, calzadas… incluso fundó el pueblo vecino, al que dio el nombre del suyo propio, Corella. En la iglesia, elevó y embaldosó el suelo, amplió el presbiterio, hizo altares nuevos con los retablos agustinianos que hoy se admiran, puso otro púlpito, abrió puertas laterales y, sobre todo, la alargó con el añadido de un soberbio pórtico de arcos que llegara hasta la torre.

Ésta sí que es recoleta de principio a fin. Lo certifican los emblemas que la adornan: la estrella de san Nicolás de Tolentino, que se repite varias veces, y el escudo agustiniano sobre el dintel de la puerta. Quedó también grabada sobre la piedra la fecha de inauguración: “A 20 de mayo de 77”. Y, sobre ella, se insinúa incluso la identidad de su constructor, en el nombre del santo representado: el apóstol san Andrés. En efecto, en 1777 era párroco de Baclayón Andrés de la Santísima Trinidad.

Es una mole, ciclópea y hermosa, que a nadie pasará desapercibida, con sus 21 metros de altura asomados al mar. Sirve de campanario, pero salta a la vista que fue pensada como muro de contención de las oleadas moras; claramente lo demuestran los corredores existentes en sus dos pisos.

Mención aparte merece también el convento, construido por el mismo padre Cabañas entre 1871 y 1873. Hoy alberga, además del archivo parroquial, un pequeño y bien protegido museo —cantorales hechos de piel de carabao, huevos de marfil para contener los santos óleos, ornamentos litúrgicos labrados…— en el que abundan las insignias agustinianas.

Balilihan, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Balilihan, Bohol, Filipinas

Balilihan es uno de los pueblos creados para acoger a los últimos rebeldes seguidores de Dagóhoy. Se fundó en 1831, y también aquí les tocó a los misioneros enseñar los rudimentos de la vida agrícola y social, introducir cultivos (plátano, cacao, cocos, caña…), hacer el trazado de las calles, abrir vías de comunicación con los pueblos vecinos etc.

De toda esta obra titánica quedó bien poco después de la Revolución. Lo único realmente destacable es la torre que se levanta sobre un monte próximo, rodeada de arbolado. No era, como otras, una torre vigía, que no tendría mucho sentido a quince kilómetros de la costa. Es un campanario construido en 1844 por el padre Antonio Cortés; el mismo que edificó también unas escuelas y la Casa Real. «Fue inmenso el trabajo realizado por él: las tablillas de piedra para el campanario fueron llevadas desde el lejano pueblo de Baclayón, distante tres leguas y media, acarreando la arena de un río distante una legua, y la cal a cuatro leguas de distancia». Su solidez hizo posible que resistiera la sacudida del terremoto que destruyó en 1863 la iglesia. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue muy útil como atalaya tanto al bando filipino-americano como a los japoneses.

Bilar, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Bilar, Bohol, Filipinas

La rebelión más larga que conoce la historia española de Filipinas duró 85 años, de 1744 a 1829. Se mantuvo viva en los montes de Bohol, y fue su cabecilla Francisco Dagohoy. Al final, la paz se consiguió, casi medio siglo después de muerto Dagohoy, gracias a la mediación de los frailes recoletos. Para acoger a los guerrilleros amnistiados se crearon de nueva planta, en 1831, cuatro pueblos; uno de ellos es Bilar.

Primero hubo una iglesia provisional, y poco a poco se fueron preparando materiales y proyectos. La definitiva, con la espléndida estructura actual, la levantó el padre Jorge Tabuenca alrededor de 1870. Luego se fue paulatinamente perfeccionando. Por ejemplo, en 1892, Gregorio Gil puso el pavimento “de baldosas de cemento romano”.

Dauis, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Dauis, Bohol, Filipinas

Está frente a Tagbilaran, en la pequeña isla de Panglao. Es población antigua, fundada por los jesuitas en 1593. De ellos lo reciben los recoletos casi dos siglos más tarde, en 1769.

Entre 1859 y 1898, el padre Julio Saldaña fue párroco aquí más de 35 años. Una de las primeras cosas que hizo, en 1864, fue rellenar en un punto el canal que separa esta isla de la principal de Bohol y, sobre el terraplén, construir un puente. Se puso después a levantar la iglesia, que la mala suerte no le permitió terminar. “A pesar de contar la parroquia de Dauis con una iglesia de regulares condiciones para el culto, él emprendió la construcción de otra, de mampostería, estilo gótico, de 214 pies de longitud, 88 de ancho y 53 de altura, que no tuvo la satisfacción de ver concluida; pues cuando ya se hallaba tan grandioso y magnífico edificio en disposición de recibir la cubierta, sobrevino una desnivelación en el terreno, muy fácil de explicar dadas las condiciones de éste, a consecuencia de la cual cayeron cuatro arcos que sostenía una pilastra del cimborrio”.

Ocurría esto en 1879. La reconstrucción se haría esperar hasta el siglo XX. Finalmente, el templo espléndido que hoy puede admirarse fue inaugurado en 1923. Con sus tres naves y la media naranja de su bóveda, está considerado uno de los más hermosos de Bohol. Llama la atención el pozo natural que se abre al pie del altar mayor.

Junto a la iglesia actual se encuentra la espléndida torre octogonal, que fue campanario de la anterior, según se dice. Sorprende un poco, tratándose de un templo de madera. Lo que salta a la vista es que fue construida también con miras defensivas, como torre vigía. Propiamente, Dauis es la avanzadilla de Tagbilaran en dirección sur, la ruta natural de los piratas moros; y esta torre hubo de ser un baluarte inestimable.

Quedó grabada en la piedra la fecha en que se concluyó: 1774, cuando más arreciaban sobre Visayas los ataques moros. De 1770 a 1773 había sido párroco aquí uno de los recoletos más ilustres de la historia: el padre Joaquín Encabo, que más tarde sería admirable obispo de Cebú.

Luce también sobre la piedra el escudo con el corazón biflechado, propio de los hijos de san Agustín. Y, debajo, la estrella que caracteriza a san Nicolás de Tolentino, patrono de la Provincia recoleta de Filipinas.

Dimiao, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Dimiao, Bohol, Filipinas

Ésta es otra de la parroquias antiguas de Bohol. Había sido fundada en 1730 por los jesuitas y, al ser expulsados éstos, se hicieron cargo de ella los recoletos en 1768. Desde entonces es su titular san Nicolás de Tolentino.

El constructor de esta espléndida iglesia de piedra coral es Enrique García de Santo Tomás de Villanueva. Este religioso fue párroco aquí durante quince años, en los cuales llevó a cabo obras tan importantes como el cementerio y el ensanchamiento y fortificación de la muralla. La iglesia la comenzó el año 1800, y no la terminó hasta 1815. Es de construcción muy sólida, con muros gruesos y una fachada que resultaría pesada de no ser por las dos torres exagonales que la flanquean y aligeran. Dicen los entendidos que tanto éstas como la ornamentación geométrica de las pilastras, revelan influencias musulmanas; alguna guía habla, incluso, de torres “a modo de minaretes”.

El interior, de tres naves, tiene una cierta grandiosidad, que en parte se debe a los pilares que sostienen la bóveda de la nave central, y sobre todo a las pinturas que decoran la totalidad del techo.

En Dimiao residió también, unos tres años (entre 1886 y 1890), el beato León Inchausti. Después de trabajar 13 años en Filipinas (1884-1897) y, más tarde, 18 en Brasil (1903-1921), el beato León fue a encontrar la muerte en Motril (Granada,España) al estallar la guerra civil (25 julio 1936).

García-Hernández, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en García Hernández, Bohol, Filipinas

También éste es un pueblo de creación reciente. Hasta 1859 no se segregó de Jagna. Párroco oficial no tuvo hasta 1861; la parroquia está dedicada a san Juan Bautista. Además, por razones de salubridad, tuvo que ser trasladado de lugar en 1877. A partir de esta fecha, se comienza a edificar en firme la población actual.

Lo primero fue la construcción de un buen convento, junto a una iglesia provisional. Enseguida, “en 26 de marzo de 1883, siendo cura párroco el P. Fr. Bernardo Muro, comenzó la obra de la nueva iglesia de mampostería, y en el tiempo que administró este padre [hasta noviembre de 1886], se hicieron las paredes hasta los arcos de las ventanas.

En primero de junio de 1888 se hizo cargo de este ministerio José Lasala. Este activo e inteligente padre, a pesar de sus muchos achaques corporales, hizo al año siguiente un buen cementerio de pared fuerte, y fue el que tuvo la gloria de concluir la iglesia. Estableció para trabajar mejor y con más prontitud, pequeños trozos de vía férrea, cosa nunca vista en esta isla. Esta iglesia, una de las mejores, es de tres naves, techada de hierro galvanizado, y el quízame o alcobado de acero traído de Estados Unidos; la dotó de un buen órgano traído de Zaragoza, y puso muy buenas campanas en el campanario. Inauguróse esta iglesia con mucha asistencia de religiosos y fieles en 20 de octubre de 1895, haciendo magníficas fiestas”.

Guindulman, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Guindulman, Bohol, Filipinas

Poco puede verse ya en Guindulman de la iglesia recoleta. La última la había ido levantando el padre Lorenzo Hernández, que gustaba de buenos edificios. Había comenzado en 1882, y en 1898, cuando lo expulsó la Revolución, ya había levantado seis metros de piedra sillar. Cincuenta años más tarde aún estaba sin acabar… y en sólo un momento la destruyó el terremoto de 1990. La añosa campana que quedó encaramada sobre los muros arruinados es todo un símbolo de cómo la fe se sobrepone a la desgracia.

Lo que sí queda es el convento, a pesar de ser anterior a la iglesia. Su constructor es el mismo padre Lorenzo, que no en vano fue párroco de Guindulman 27 años. En 1873 comenzó a reunir materiales, y lo terminó el día 1 de marzo de 1877 “resultando un convento que bien puede figurar entre los mejores, grande, espacioso, sólido y capaz de hospedar independientemente un buen número de religiosos”.

Más que “grande” es inmenso; no tiene menos de 45 metros de frente. Y la solidez la garantizan los gruesos troncos de árbol que están a la vista en el interior. Tiene las dos plantas ordinarias en los conventos de Filipinas: la de abajo la ocupaban los salones y dependencias parroquiales, mientras que en la primera estaba la vivienda del misionero y sus huéspedes.

Hoy día alberga uno de los colegios de las Hermanas Agustinas Recoletas.

Jagna, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Jagna, Bohol, Filipinas

Jagna es una de los pueblos más antiguos de Bohol. Aquí fondeó Legazpi, en 1564,. Luego, a partir de 1631, fue una de las parroquias administradas por los jesuitas. Y, tras la expulsión de éstos, pasó a los recoletos, en 1768. Patrono y el titular de su parroquia es san Miguel Arcángel.

A partir de 1800, y durante 21 años, fue párroco el padre Blas Muñoz de las Mercedes. El año 1808, durante una procesión, se declaró un incendio que redujo a pavesas la iglesia y cuanto contenía. Tal espíritu supo infundir en la gente el padre Blas, que en un año consiguió terminar una nueva, la actual. Es de mampostería, y sus “dimensiones son 120 varas de longitud, 25 de latitud y 16 de altura hasta la cornisa, con crucero y media naranja y techado de hierro galvanizado”. Medio siglo más tarde, en 1859, se la reforzó con fuertes estribos, al tiempo que se levantaba “un buen campanario de mampostería”.

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Jagna, Bohol, Filipinas

Un buen campanario que, sin embargo, no pudo resistir el terremoto de 1990. Sí quedó en pie la iglesia, aunque algún lienzo del crucero se vino también abajo. Y, en su mayor parte, se han salvado los frescos del techo recomendados por algunas guías turísticas

Loay, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Loay, Bohol, Filipinas

Iglesia y convento de Loay son, ya de por sí, imponentes; pero aún resaltan más al estar en lo alto de una colina, dominando el mar. La colina no es especialmente alta, si bien la realza la escalinata de piedra que sube a ella. Las tres construcciones son obra del mismo religioso, el padre Antonio Úbeda, gran bisayista que aquí fue párroco entre 1837 y 1843.

La parroquia está dedicada a la Santísima Trinidad. La iglesia es muy espaciosa, “pues mide 67 varas de longitud, 16 de latitud, y 10 de altura, con su crucero y la media naranja”. El impresionante campanario, con cinco cuerpos, es posterior; y, curiosamente, obra de un sobrino del padre Úbeda, llamado Carlos, párroco de Loay de 1858 a 1867.

Finalmente, y ya en la década de los 90, el padre Tomás Fernández, “tuvo el buen gusto de adornar el frontis con un bónito pórtico de cinco arcos de mampostería, y pavimentar toda la iglesia con baldosas de cemento romano traídas de Valencia”. Con ello, la iglesia ganó en vistosidad, y el conjunto resulta más armónico.

El convento de Loay resulta bastante exótico. Con razón dice Licinio que “parece más un castillo que casa parroquial”. Y algo de fortaleza tiene, igual que la iglesia y su torre. Seguramente se proyectaron en la cima de la colina y se edificaron en piedra, con miras defensivas en parte. No olvidemos que estamos en la cara sur de Bohol, y en la primera línea de fuego contra los moros de Mindanao.

Loón, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Loon, Bohol, Filipinas

Dice algún libro que la solemne escalinata de Loón tiene 154 peldaños, con lo que es “the longest such stairway in the Philippines”. Sin embargo, el padre Legarra habla de 198 amplísimos escalones. Y hemos de decir que también él se quedó corto. Quien se tome el trabajo de contarlos uno a uno, sin olvidar el ramal secundario que sale de uno de los rellanos superiores, sabrá que son 212; 212 escalones de piedra de siete metros de ancho, con su correspondiente barandado, también de piedra.

Hoy día no queda más. Pero, en 1940, Legarra aún pudo ver “un montón de escombros y ruinas de lo que antes fueron temidos torreones de defensa”. Porque, en efecto, la cima de la colina donde hoy se ubica la iglesia estuvo fortificada; lo habían hecho necesario las continuas correrías de los moros, que todo lo arrasaban. Desde 1770, al menos, los párrocos habían adquirido armas y emplazado, incluso, piezas de artillería que sirvieran para repeler los ataques. El padre Antonio Yus, que fue cura de Loón sólo tres años (de 1847 hasta su muerte, en 1850), construyó entre otras cosas esta escalinata que comunica el pueblo y la playa; para lo cual tuvo que rebajar, a golpe de pico, la roca escarpada que los separaba.

De la iglesia de Loón todos hablan en términos superlativos: «This is the crowning glory of the Recollect churches in Bohol» (Galende-Javellana), «the crowning example of a later development of colonial architectura in Bohol» (Coseteng), «the most beautibul of the 19th-century Bohol churches» (Javellana), «tiene traza de una gran catedral» (Legarra), «uno de los mejores edificios en su clase de estas islas» (Marcellán), «puede competir con la mejor del Archipiélago» (Marín y Morales).

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Loon, Bohol, Filipinas

Está dedicada a Nuestra Señora de la Luz, y fue su constructor el padre José García de los Remedios, que entró de párroco en mayo de 1854 y para el 8 de febrero del 55 ya había comenzado las obras. En sólo siete años, con la colaboración entusiasta del pueblo, consiguió que se levantara esta hermosa mole de piedra de coral.

“Su interior tiene de longitud de cimientos adentro ochenta varas, y de anchura treinta y cuatro; la nave del medio tiene diez y seis varas de anchura, y las dos laterales nueve cada una. El muro exterior tiene de anchura de cimiento dos varas, y de altura unas trece varas, la nave mayor tiene de altura quince varas, y la altura del caballete es de veinte varas: hay dos sacristías espaciosas y tiene dos campanarios a los dos lados de la fachada como de treinta varas de elevación”.

La fachada es ciertamente espléndida, equilibrada y muy bien decorada, con dedicatorias y textos bíblicos grabados en piedra, así como motivos florales y la estrella de San Nicolás, emblema de los agustinos.

Sin lugar a dudas, la iglesia es una maravilla. Aunque más les admira a algunos que se empezara con sólo 1.550 pesos en caja, y que el constructor dejara “aquella iglesia más fondos parroquiales al terminar la obra, que los que tenía al comenzarla”.

Maribojoc, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Maribojoc, Bohol, Filipinas

Éste es otro de los nueve curatos que los recoletos recibieron de los jesuitas en 1768. Entonces se llamaba Malabohoc.

Tuvo que pasar casi un siglo antes de que se pusieran a edificar iglesia sólida. La comenzó en 1852 el padre Manuel Plaza. A su muerte, la continuó durante cinco meses Lorenzo Hernández; y, tras él, hasta 1872, en que se inauguró, el padre Fernando Rubio.

Está construida en piedra, tiene planta de cruz latina, y es una de las mayores de Bohol. “Tiene 76 varas de longitud, 18 de latitud y 14 de altura con crucero”. La sensación de pesadez que da el grosor de sus muros y la solidez de la fachada, queda multiplicada por la reciedumbre de la torre. Aunque dedicada a la Santa Cruz, tiene por segundo patrón a san Vicente Ferrer, cuya imagen campea en la fachada.

Es notable, en su interior, el órgano del siglo XIX. Y emociona encontrar, sobre el embaldosado antiguo y en español, la lápida sepulcral de dos religiosos que bien pueden representar a todos sus hermanos: Mauro de San Agustín, que durante 39 años fue cura de Maribojoc hasta su muerte, en 1839; y Bartolomé de Santa Ana, que, tras medio siglo de estancia en Filipinas, falleció aquí en 1831, en el desempeño de su oficio de procurador general.

Pilar / Sierra Bullones, Bohol

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Sierra Bullones, Bohol, Filipinas

En el entorno de las Chocolate Hills está Sierra Bullones; el actual y el que nos interesa. Porque se da, una vez más, un caso de traslación de ayuntamiento. El actual Sierra Bullones es pueblo sólo desde 1951. Antes estaba a unos seis kilómetros, en la población que hoy se llama Pilar, y que desde su fundación, en 1863, tiene por patrona justamente a la Virgen del Pilar.

La iglesia no llama la atención. Lo más reseñable es que la construyó el beato José Rada, mártir de la Guerra Civil española. Este religioso, natural de Tarazona (Zaragoza), fue párroco del antiguo Sierra Bullones durante casi diez años (1886-1896); menos un paréntesis de cinco meses, en 1888, en que le sustituyó otro beato, León Inchausti.

El padre José Rada se volcó en Sierra Bullones. En 1887, por ejemplo, fue condecorado con la Medalla del Mérito Civil, por haber enviado a la Exposición Filipina de Madrid nada menos que 52 clases distintas de arroz de este pueblo. Y, desde finales de 1889, supervisó el trabajo de 249 obreros que comenzaron a preparar los cimientos de una nueva iglesia parroquial. Cinco años más tarde, y ante el asombro del obispo de Cebú, tenían ya terminado el presbiterio y altar. Puede no ser deslumbrante, pero es “una iglesia sólida de harigues de molave y dobles tabiques; es de un cañón, y mide 51 metros de longitud, 13 de latitud y 7 de altura hasta la cornisa”.

De su tiempo quedan también tres campanas: «San José», «San Isidro» y otra; las tres, de la misma fecha, 1895. En una de ellas quedó grabado: «Siendo cura párroco el muy R. P. Fray José Rada». Las otras dos hacen constar expresamente: “Regalo de los fieles de Sierra Bullones”.

Bonbon / Catarman, Camiguín

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Bonbon, Camiguin, Filipinas

Lo que hoy es el barangay de Bonbon fue en otro tiempo la capital de Camiguín, Catarman. Como pueblo, lo fundaron los recoletos en 1622, el mismo año de su llegada a Mindanao. Le dieron por patrono a San Roque, que sigue siendo el titular de la parroquia. Durante mucho tiempo fue el único pueblo con título de tal; aquí residía el misionero que se ocupaba de toda la isla.

Esta iglesia tardó diez años en hacerse, de 1806 a 1816, y sustituía a una anterior que había arrasado el fuego a finales del siglo XVIII. El constructor fue el padre Juan Martín del Rosario, que rigió la parroquia del antiguo Catarman durante 24 años.

Llegó la fecha fatal del primero de mayo de 1871, cuando el volcán Daán vomitó una auténtica columna de fuego que, en un instante, abrasó toda la isla. Curiosamente, sólo murieron 70 personas, pero el pueblo quedó destruido. Con todo, tras el pavor y la fuga del primer momento, mucha gente regresó aquí. Aquí estaba en 1878, cuando Marcellán escribía su libro, y aquí siguió hasta comienzos de la década de los 80, en que el padre Antonio Preciado encabezó el traslado de la población a la actual Catarman, situada a unos 10 kms. al sur.

Lo que hoy día le describe al turista alguna de las guías internacionales es del tenor siguiente: «The ruins of the 17th-century coral church, bell tower, and convento stil remain. Part of the town, including the cemetery, was submerged. Gravestones were formerly visible at low tide off sandly, secluded Sabang Beach, 200 meters from the ruins, but they can no longer be seen”

Sagay, Camiguín

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Sagay, Camiguin, Filipinas

Dice el Directorio de la Iglesia Católica de Filipinas que la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Sagay se fundó en 1749. Pero no es así: se fundó en 1848, cuando se desgajó de Catarman.

Está situada en la costa que mira a Mindanao, a unos 10 kms. de ella. En sus playas hizo escala Magallanes el año 1521.

No se puede decir que tenga una iglesia hermosa. Sí, que es sólida, como no podía ser menos estando tan a la mano de las vintas moras. Salta, igualmente, a la vista que está hecha en varias etapas. La comenzó en 1805, cuando era cura de Catarman y de toda la isla, el padre Juan Martín del Rosario. Siete décadas más tarde ya resultaba pequeña. Se encargó de alargarla –”siendo la nueva obra de cal y canto como la antigua” – el que ininterrumpidamente fue su párroco desde 1865 hasta su muerte en 1883, Juan Francisco Marqués. Hasta la misma fecha de la Revolución le sucedió Santiago Álvarez, que “restauró la iglesia gastando cuatro mil cavanes de cal en su restauración: elevó tres metros las paredes de la iglesia, puso quízame de tabla pintada al óleo, e hizo una sacristía con hermosos ventanales de cristales de color y pavimento de baldosa. En 1894 le puso techo de zinc”

Cavite Puerto, Cavite City, Cavite

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Cavite, Filipinas

La ciudad de Cavite -sentencia una de las guías actuales existentes en el mercado internacional- “has no real tourist attractions to offer”. Y esa es la triste realidad. Cavite es una reliquia del pasado. Lleva su nombre la provincia histórica por excelencia; pero no es ella la capital -que lo es Trece Mártires-, como tampoco es sede de la diócesis -que reside en Imus-. El nombre de la ciudad de Cavite ni siquiera aparece en el «Directorio Católico» de Filipinas.

Sin embargo, hasta hace cien años, fue la ciudad colonial por excelencia, casi a la altura de Manila. Siempre había sido su puerto, y el lugar que albergaba tanto los astilleros, como el arsenal y la guarnición principales del Archipiélago. Por todo ello, su población era más española que filipina.

Los agustinos recoletos llegaron a las Islas en 1606, y al cabo de diez años se vieron obligados a fundar en Cavite; tanto les insistieron los caviteños. El mismo año 1616 “se comenzó la fábrica del convento e iglesia, todo de sólida mampostería; construcción que se realizó en muy poco tiempo y a expensas de la caridad de los fieles caviteños”. Desde el principio, y siempre, será un convento en sentido estricto, no una parroquia, por más que los frailes allí residentes ejercieran un intenso ministerio en la ciudad.

La Cavite colonial y cosmopolita fue bombardeada por los americanos en 1898; como lo sería Intramuros 47 años después. Sobre el convento recoleto cayeron varias granadas, que lo dejaron maltrecho. La iglesia quedó casi en ruinas. Y lo que habían respetado las bombas, terminaron de destrozarlo las tropas norteamericanas y los chinos del arsenal, que sucesivamente habitaron allí. Estos últimos -dice un testigo de vista- “han robado, destrozado y quemado, en presencia de los frailes, el maderamen del coro, retablo, púlpito, columnas y piso de la iglesia, además de las puertas y ventanas del convento”. Los religiosos ya no volverán a vivir aquí. aunque seguirán presentes en Cavite.

Por los años 20 y 30 del siglo XX aún se mantenía en pie la fachada de la iglesia, como lo muestran algunas fotos. A finales de los 80 quedaban todavía restos. Hoy sólo queda la torre; aunque aprisionada por un cinturón de chabolas y miseria, conserva el emblema de la Orden y la estrella de san Nicolás de Tolentino, titular del antiguo convento y de la Provincia filipina.

Con sus casi 400 años, esta torre es el mejor símbolo del pasado recoleto en aquellas Islas: deslucido muchas veces, y quizá en trance de desaparecer, pero siempre coronado con todos los timbres de gloria.

Catmon, Cebú

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Catmon, Cebu, Filipinas

A medida que se sube de Cebú, el terreno se hace más abrupto. Esto obligó a cambiar el primitivo emplazamiento de Catmon nada menos que tres veces; hasta asentarse en el actual, a 57 kms. de Cebú, junto al mar y en un hemiciclo de montañas recubiertas de palmeras y cocoteros. Quien lo fundó en 1836, desgajándolo de Dánao y convirtiéndolo en su Versalles -como él decía-, fue el agustino recoleto aragonés Miguel Martínez y Lafuente.

La iglesia parroquial de San Guillermo se levanta sobre una colina; desde ella se tiene una vista espléndida del pueblo, con sus calles en cuadrícula. Su principal constructor fue el padre Juan Juseu, de Soria, que fue párroco de Catmon de 1857 a 1871. Licinio da cuenta detallada de las dificultades que encontró:

“…emprendió la obra de su bonitísima iglesia de piedra -escribe-, orgullo de aquel pobre pueblo y admiración de los mismos ingenieros por el notable trabajo que representa su campanario. Luchó con dificultades numerosas: con la escasez de materiales, que se llevaron desde distancia de dos leguas; con la falta de recursos por la pobreza de sus feligreses; con la absoluta carencia de oficiales canteros y carpinteros que le ayudasen en los trabajos; y, en los principios, con la indolencia misma del pueblo todo, a quien parecía imposible semejante obra. Su genio, su constancia y su desinterés lo vencieron todo. Escogió los que le parecieron más despejados, y en poco tiempo tuvo cuatro canteros que enseñaron el oficio a otros. Señaló premios de cuatro y ocho pesos a los que ejecutaban algún pequeño trabajo, por ejemplo, el remate de una ventana; y, estimulados los indios, todo el pueblo participó del entusiasmo de su párroco.

No pudo este benemérito Padre terminar la obra. La dejó bastante adelantada, y sus sucesores -secundados siempre por aquel pueblo, modelo de docilidad- continuaron los trabajos hasta su feliz terminación. El padre Manuel Jiménez (1871-1877) terminó los muros y puso la armadura del techo, que cubrió provisionalmente con nipa y cogon. El padre Ramón Miramón (1877-1882) concluyó la fachada de la iglesia y el cimborrio del campanario. Y, por último, el padre Francisco Bergasa (1882-1887) techó de teja el edificio, hizo los altares, puso el piso de madera, y decoró el interior del templo”.

El techo es hoy de lámina, quizá desde que un fuerte tifón causara importantes destrozos en 1990. Como detalle para con el pueblo, que colaboró en la rehabilitación del venerable edificio, se ha construido recientemente el pórtico de la entrada principal. El resto de la fachada no ha sufrido cambios. En lo alto del frontón sigue campeando la insignia -estrella o sol- de san Nicolás de Tolentino.

Compostela, Cebú

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Compostela, Cebu, Filipinas

Hay en Filipinas dos «Compostelas»: una en la provincia de Dávao (Mindanao) y ésta; como no podía ser menos, las dos tienen por patrono a Santiago Apóstol. La primera es muy reciente: como parroquia, de 1960; seguramente alberga una amplia colonia de visayas procedentes de la Compostela cebuana y sus alrededores. De ser así, ambas deben titular y nombre a un agustino recoleto gallego, el padre Manuel Fernández.

El padre Fernández es el fundador de Compostela, cuyo término segregó del de Dánao en 1862. Inmediatamente se dio a construir iglesia digna. Pudo verla terminada antes de morir, en 1867; aunque tampoco ésta duró mucho, pues quedó destruida por un tremendo baguio que hubo en 1876.

La iglesia actual es la segunda. Ya se ve que carece de la grandiosidad que tienen las de poblaciones próximas como Dánao o Catmon. La fueron haciendo a trancas y barrancas los últimos párrocos de la era española. El padre Manuel Arellano (1887-1897) consiguió levantar sólidos muros de mampostería, aun haciendo “notables desembolsos de su peculio particular, con la competente autorización de sus superiores”. Y su sucesor, Pedro Ibáñez (1897-1898) “reunió todas las maderas necesarias para la techumbre de la iglesia”. Pero llegó la Revolución y todo quedó detenido; y así seguía veinte años después.

Uno de los pocos detalles artísticos que luce es el escudo recoleto de la fachada: con el corazón biflechado de san Agustín y, debajo, el otro signo agustiniano, la correa. Sorprende la fecha que completa la decoración: “Año de 1866”; obviamente, no puede referirse a la iglesia actual. Hay que suponer que todo el bloque -fecha y escudo- perteneció a la primera, la construida por el padre Fernández.

Dánao, Cebú

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Dánao, Cebu, Filipinas

Dánao cuenta, hoy día, casi 70.000 habitantes. Vive fundamentalmente de la industria, aunque sus quesos no han perdido la fama que tenían ya a mediados del siglo pasado. Desde 1961 pertenece, incluso, al club selecto de las poblaciones que merecen el título de «ciudad». De ella han nacido, a lo largo de los últimos 150 años, pueblos como Carmen o Compostela.

Sin embargo, en 1844, cuando los recoletos la recibieron de los agustinos, toda esta franja al norte de la ciudad de Cebú era un manglar en el que no habitaban más de 1.500 personas. Inmediatamente fundaron Dánao, luego de una cuidadosa elección del lugar más adecuado. Lo pusieron bajo la advocación de Santo Tomás de Villanueva. Durante casi un siglo, sería el único pueblo de toda esta área, y “uno de los más bonitos y mejor trazados de todas las Islas Visayas”.

Aunque sobre el dintel de la puerta principal se indica el año 1887, la actual iglesia fue comenzada por el primer párroco (1755-1761), el venerable padre Manuel de Santa Bárbara. Él construyó “la nave principal de la iglesia y el antiguo convento, tan espacioso y cómodo que fue por mucho tiempo el preferido por los señores Obispos de Cebú y Gobernadores de la Provincia, para las cortas temporadas de vacaciones”. La iglesia la fueron completando sus sucesores: Manuel Fernández (1843-1871), levantó el crucero; Fidel Moreno (1882-1891), comenzó una nueva sacristía que los siguientes acabaron, y así se fue formando un conjunto admirable.

El convento del padre Manuel no se conserva; en su lugar se construyó en 1847 otro, que es hoy la «Sto. Tomas School». La iglesia actual, en cambio, sí es la original; o lo es en buena parte. Porque la Segunda Guerra Mundial fue especialmente dura en Dánao; al terminar, el templo estaba casi en ruinas.

Hasta 1981 no pudo afrontarse la necesaria restauración, gracias al decidido apoyo del congresista Ramón Durano, que se gastó en las obras la enorme cantidad de 8 millones de pesos. Tanto la fachada como la torre antiguas se mantenían en pie, pero hubo que reconstruir gran parte de los muros. Entre otras cosas se necesitaron, para armonizar con el conjunto, 3.200 m2 de piedra de coral, que hubo de ser cortada manualmente, igual que 200 años antes. Los trabajos duraron cinco años.

Realmente, la plaza de Dánao merece ser calificada de «imposing», como hace alguna guía turística. Pero no debe callarse que tal apariencia se debe a esta espléndida iglesia, que ya Marcellán -en 1879- describía sobria y certeramente como “alegre y hermosa y con muy buenas proporciones”.

Liloan, Cebú

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Liloan, Cebu, Filipinas

No terminamos de saber por qué las fechas que figuran en las fachadas de iglesias y conventos, no siempre coinciden con la cronología documentada; aunque parezcan antiguas y estén en español. Hemos visto ya algún caso, y éste es otro.

En la jamba de la puerta principal de la iglesia de Liloan, figura la leyenda “Año 1847”. Sin embargo, por lo que sabemos, los cimientos de esta iglesia no se echaron hasta 1858; y la construcción -”según el plano dibujado por el ingeniero de la provincia D. Antonio Soto”- sólo se acabó diez años más tarde. La inauguración tuvo lugar el día de San Fernando, titular de la parroquia, el 31 de mayo de 1868. Por lo demás, la fecha de la inscripción tampoco coincide con la de erección de la parroquia (1845), ni con la toma de posesión por parte de los recoletos (1846).

La describe con detalle el padre Licinio, al tiempo que inserta una de sus primeras fotografías:

“Esta iglesia, una de las mejores de la diócesis de Cebú, es toda de mampostería, fuertísima y de construcción airosa y elegante; y tiene las siguientes dimensiones: 73 1/2 varas de longitud, 14 1/2 de anchura, 44 por los brazos del crucero, y 13 1/2 de altura, con dos campanarios en el frontis de nueve varas más altos que los muros”.

De todo lo cual concluye con mucho acierto:

“Con estos datos y teniendo en cuenta que Liloan era un pueblo nuevo de unas 5.000 almas, calcúlese el esfuerzo que debió hacer su párroco, para llevar a cabo una obra tan desproporcionada con los recursos de la parroquia”.

¿Quién era su párroco? El padre Francisco Gotor, que lo fue casi 20 años, de 1847 a 1866. Una persona, además, excepcional, como el mismo Licinio se encarga de explicar:

“Era [el padre Gotor] hombre de una voluntad indomable y de temple de hierro para el trabajo. Bien lo acreditó por cierto en esta empresa [de la construcción de la iglesia], pues es fama entre los liloanos y también entre los padres que fueron sus contemporáneos que el P. Gotor no se contentaba con dirigir y disponer la obra, sino que, dando ejemplo a sus feligreses, lo mismo empuñaba el hacha para cortar maderas, que la barra para extraer piedras; hasta tal punto llegó su entusiasmo, que pudo con justicia gloriarse de que no hay un sillar en la obra de su iglesia que no pasase por sus manos».

A Liloan le tocó en suerte un primer párroco de cuerpo entero. Aunque no le fue a la zaga su sucesor casi inmediato, Leandro Arrué, una de las personalidades más eminentes de la Recolección en Filipinas. Fue párroco aquí cinco años, de 1868 a 1873. Sería luego elegido Provincial y, finalmente, designado obispo de Jaro (1885-1897), uno de los últimos obispos españoles de las Islas. Esto y mucho más queda representado en esta hermosa iglesia, cuya fachada lleva la firma recoleta: el corazón biflechado de san Agustín.

Bancoro / Bancurro, Mindoro

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Bancoro, Mindoro, Filipinas

No sabíamos nada de este lugar de ortografía incierta, “Bancoro”, “Bangcoro” “Bancurro”… La pista nos la dio, al visitar Nauján, la guía americana que llevábamos:

“In its vicinity are the “church within a church” -a small chapel inside the walls of a massive, roofless, old Augustinian church and priory at nearby Bancurro”.

Aunque era la hora de comer, conseguimos convencer a nuestros compañeros para acercarnos allí. El camino se nos hizo eterno, debido a la hora, el polvo y lo caprichoso del trazado, a pesar de ser del todo llano. Por fin, al cabo de media hora de coche, casi al pie de las montañas, descubrimos entre cocoteros y medio comidos por la maleza los muros renegridos de una antigua iglesia. Y, efectivamente, dentro la gente del lugar había acomodado una minúscula capilla para su uso.

El corazón nos dio un vuelco al descubrir las insignias agustinianas que ocupaban toda la fachada. Sobre la hornacina campean el corazón biflechado y, enmarcándolo, cinco enormes estrellas de san Nicolás; seguramente, faltan otras tres que cerrarían el conjunto por encima.

Fuimos a los documentos y todo quedó claro. El actual Nauján, con su iglesia moderna, no es la antigua población –una de las primeras de Mindoro–, que administraron clérigos seculares desde 1665 y, a partir de 1679, los recoletos. Su emplazamiento original es justamente éste de Bancoro, a la margen derecha del río que desemboca en la laguna llamada de Nauján, distante unos 25 kms. Aunque éste es el hábitat propio del temido cocodrilo mindoriensis, lo que más temían misioneros y naturales eran las fiebres -por ser lugar húmedo y malsano- y los piratas moros. Como defensa contra estos últimos se hizo esta iglesia de cota en fecha que nadie precisa. La parroquia estaba dedicada -y lo está la del actual Nauján- a San Nicolás de Tolentino; nada más propio que el símbolo del Santo para decorar la fachada.

Iglesia y pueblo fueron pasto de las llamas en un incendio casual que se declaró el 11 de setiembre de 1842. Aquélla debió de quedar inservible para el culto, pero se pensó aprovechar la fortaleza de sus muros y reconvertirla en fuerte de defensa.

“Imponiéndose sacrificios y vendiendo los ciriales, incensarios, joyas de la Virgen y algunas otras alhajas que habían salvado de la quema del pueblo de Nauhán, construyeron en el citado pueblo una fortaleza con los restos de la iglesia quemada, a la que dotó la Provincia de Recoletos de cañones y municiones y la pólvora necesaria, así como otro fuerte en el extremo Sur, cual era su deseo”.

A pesar de todo ello, al cabo de pocos años la población se trasladó a su actual ubicación. De hecho el traslado se realizó en 1858, aunque se venía discutiendo de años atrás. Quien lo llevó a cabo, de acuerdo con la autoridad civil, fue el padre Antonio González, un extremeño de Guadalupe que pasó a Filipinas como hermano lego, fue ordenado sacerdote y desempeñó casi todo su ministerio –unos 30 años– en Mindoro, para morir en el nuevo Nauján el año 1861.

Calapán, Mindoro

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Calapan, Mindoro, Filipinas

Por más que sea capital de Mindoro Oriental, la ciudad de Calapan no da la impresión de ser gran cosa. Las guías turísticas no mencionan más atractivo que el festival con que cada año se recuerda el primer contacto de los nativos con comerciantes venidos de China. Y les pasa desapercibido, en pleno casco urbano, todo un fuerte construido en el siglo XVIII. Bien es verdad que el fuerte está camuflado como Centro de Deportes Provincial de Calapán; pero es el mismo que, en 1768, comenzó a construir el recoleto Diego de San José.

Por maquillado que aparezca, este fuerte podría ser el símbolo perfecto de Calapán. Primero, por ser recoleto, como lo es la ciudad, fundada por Diego de la Madre de Dios cuando, en 1679, se trasladó aquí desde Baco, que hasta entonces era el pueblo principal. Y luego, en cuanto edificación defensiva, que representa la historia extraordinariamente azarosa de esta población y de toda la isla. Porque Mindoro, y en particular Calapán, fue asolada por los moros una y otra vez durante siglos. Unos años antes de construir el fuerte, se habían llevado cautivos a casi 200 calapeños, entre ellos el párroco, el recoleto Andrés de Jesús María. Éste, y con él tantos otros, murió en la prisión tras indecibles sufrimientos.

Para 1757, habían desaparecido 14 pueblos; no quedaban más que dos en toda la isla, Calapán y Nauján. Para sobrevivir era preciso fortificarse. Así que levantaron esta cota de cal y canto con altas y gruesas murallas al estilo de tantas otras construidas en Filipinas. Formaban un rectángulo enorme, mucho más amplio que lo que hoy puede verse. En su interior se hallaban tanto la iglesia y convento como la Casa Real, y en caso de emergencia podían encontrar refugio y acomodo miles de personas.

En esta iglesia, hecha -como el convento- de los mismos materiales que la muralla, cantó su primera misa en 1871 san Ezequiel Moreno. Su hermano mayor Eustaquio era entonces el párroco, y a su sombra estuvo el Santo ocho meses, estrenando su sacerdocio y aprendiendo la lengua tagala. Dos años después le sucederá al cargo de la parroquia de Calapán, e incluso será nombrado responsable de los seis religiosos que entonces había en Mindoro. El Santo contaba entonces 25 años, y permanecerá en Calapán hasta abril de 1876.

No mucho más durará el conjunto arquitectónico original. En 1881 se declaró un incendio casual que destruyó el pueblo casi por entero. De la iglesia y del convento sólo quedaron los muros calcinados. Al no haber ya peligro de incursiones, pudieron permitirse derruir dos de los lados de la muralla, la parte trasera y la que daba al pueblo. La iglesia fue restaurada y, poco a poco, notablemente mejorada. Por más que, en 1925, el padre Licinio la considerara “un templo digno de verse, y sin duda el mejor de la provincia de Mindoro y aun tal vez de algunas cercanas”, debió de considerarse poco apropiado para catedral. La Santa Sede erigió el Vicariato Apostólico de Calapán en 1951, y el 15 de julio de 1962 fue consagrada la catedral actual.

Jiménez / Palilan, Misamis Occidental

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Jimenez, Misamis, Filipinas

No es raro ver en Filipinas estatuas de misioneros; pero es mucho menos frecuente encontrar poblaciones que hayan tomado el nombre de alguno. En el caso de los recoletos, hay varios religiosos que tienen su monumento; pero el único que ha dado nombre a un pueblo es Francisco Jiménez de San Fermín, natural de Tudela (Navarra). Caso llamativo, además, porque fray Francisco no fue un misionero especialmente destacado. Sin falta de ir más allá, sólo entre los 13 religiosos que, con él, forman la misión XL, hay cuando menos tres más famosos: el autor de la Embriología sagrada, Gregorio Sanz, y los venerables padres Antonio Paredes y José García.

Más aún, el padre Jiménez no llegó a residir aquí. Él residía en Misamis, la actual Ozámiz, donde fue párroco de 1843 a 1864. Y en ese tiempo consiguió para Palilan -como se llamaba entonces- el título de «visita».

El auténtico creador de Jiménez es el padre Roque Azcona, natural de Malón (Zaragoza). Él fue su primer párroco; lo fue durante 25 años seguidos, de 1858 a 1883. A lo largo de estos años, hizo de todo. Primero trasladó el pueblo, que se hallaba en terreno anegadizo junto al río; dirigió el desmonte; trazó el callejero; construyó el ayuntamiento, las escuelas, el cementerio, los caminos y canales de riego; hizo ver a los naturales lo poco productivo que les resultaba su oficio de coser nipa, y les sugirió cultivos más provechosos como el arroz, maíz, coco, café, cacao, abacá…

Y, sobre todo, construyó la iglesia. Un hermoso templo de tres naves y pórtico que comenzó por los años 1862-1863. Una iglesia sólida, de muros imponentes con más de cuatro metros de alto y uno y medio de espesor, como puede apreciarse en las ventanas. Un edificio de 34 metros de largo por 12 de ancho, todo él de piedra y techado de teja.

La torre del campanario no la hizo el padre Roque. Fue obra de un casi paisano suyo, de Tarazona, el padre Constancio Asensio, que fue párroco de 1891 a 1898. Es de la misma piedra y estilo que la iglesia, y mide 19 metros: especialmente esbelta en comparación con lo que es normal en Filipinas, donde las torres tienden a ser chatas y piramidales, como protección contra los terremotos.

Asensio se esmeró también en el ornato del templo: por ejemplo, para solemnizar la liturgia, se hizo traer un órgano desde Zaragoza, compró el reloj de torre que aún hoy luce y mandó fundir campanas nuevas. Sobre todo, lo que más llama la atención son las pinturas con que decoró el interior de la iglesia; especialmente, las de los evangelistas de las pechinas y la espléndida composición de la cúpula, que recoge escenas agustinianas. El artista fue Julio Sanz Cruzado, un joven pintor bilbaíno que realizó el trabajo el año 98, poco antes de morir víctima de la Revolución.

Parecería que Licinio Ruiz, que cantó misa aquí, pecaba de apasionado al afirmar que es “de las más elegantes, espaciosas y bellas no solamente del distrito, sino de otras muchas provincias”. Sin embargo, casi 80 años más tarde, en el 2000, vino a darle la razón nada menos que la Comisión Nacional de Cultura y Bellas Artes de Filipinas, al declararla Tesoro Nacional.

Es indudable, en fin, que la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Jiménez es, en su sobriedad, extraordinariamente hermosa; todo un monumento a la labor evangelizadora y civilizadora de los agustinos recoletos.

La Carlota, Negros Occidental

Lo que actualmente es La Carlota City no existía como pueblo antes de 1869. En lo eclesiástico, perteneció a San Enrique hasta 1876, en que quedó constituida como parroquia, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Paz. Desde el principio fue un importante centro de producción de azúcar; sus plantaciones llegaban a las mismas estribaciones del volcán Canlaón.

Fue su primer párroco el recoleto Andrés Torres, natural de Calahorra (La Rioja). Una de las muchas cosas que este religioso hizo, a lo largo de los casi 20 años que regentó esta parroquia (1877-1888.1891-1898), fue construir la iglesia. Quizá porque la población crecía a ojos vistas, ideó un templo enorme: de 75 metros de largo por 24 de ancho y 40 en el crucero, con una altura de 14 metros. Que su pretensión no era descabellada lo prueba el que, si no llegó a terminarla, fue porque se lo impidió la Revolución.

Durante los años del cambio de siglo, La Carlota deja entre los recoletos recuerdos amargos. Aquí fueron apresados por los revolucionarios cinco religiosos, entre ellos el beato José Rada. Ocurría eso en noviembre del 98, y poco después, el 20 de enero, los carloteños veían llegar cautivos a la mayor parte de los frailes de Negros, un total de 35. Aquí permanecieron quince días, forzados a trabajar en faenas agrícolas en la Granja Modelo ubicada en las proximidades.

Pasada la borrasca de la Revolución, pudo apreciarse la gravedad del daño causado. Cuando, en 1902, volvió el primer recoleto, el navarro Pedro Pérez, se encontró una comunidad dividida por el cisma de Gregorio Aglípay, a unos católicos muy disminuidos y acobardados, y la iglesia parroquial en poder de los cismáticos. Tanto él como su sucesor lucharon contra viento y marea hasta ver reconocido su derecho.

Una vez recuperada la iglesia, había que restaurarla y terminar su construcción. Quien primero acometió la empresa fue, en 1925, el padre Leandro Nieto, que consiguió techar la inmensa nave y adecentar el interior. Y, luego de una pausa por falta de fondos, el padre Santiago Vilda promovió entre los fieles una campaña que dio como resultado la bendición del templo, los días 23 y 24 de enero de 1936.

Calatrava, Negros Occidental

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Calatrava, Negros Occidental, Filipinas

Como parroquia independiente, existe desde 1870. Para 1889, el entonces párroco, Ángel Maestro, ya tenía construida una iglesia grande, de 47 x 14 metros, de mampostería. La Revolución hizo que el pueblo quedara sin sacerdote católico, en manos de los aglipayanos, hasta 1910. Hubo que hacer otro templo. Poco antes de 1930, el padre Manuel Gómara ya había levantado una aceptable iglesia de madera. La actual la construiría el benemérito padre Facundo Valgañón, párroco de Calatrava durante casi 30 años (1938-1964).

La Castellana, Negros Occidental

Su historia es tan breve como accidentada. Cómo pueblo independiente de Pontevedra, nace en 1894, y en el 98 ve cómo su iglesia es arrasada por los norteamericanos. La actual iglesia es, básicamente, la que levantó en 1920 el padre Juan Lavaca, con la ayuda de los hacenderos y de benefactores americanos. La respetó la Segunda Guerra Mundial, pero no un incendio que, a comienzos de 1949, dejó sólo los muros. Con fondos recaudados, de nuevo, entre los hacenderos, la reformó por entero el padre Francisco Azcárate, para inmediatamente, en julio de 1950, entregar su administración a los padre columbanos.

Bácong, Negros Oriental

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Bácong, Negros Oriental, Filipinas

En lo civil, se separó de Dumaguete en 1838. Parroquia independiente lo es desde 1849. Este hermoso templo, hoy día catalogado como Tesoro Cultural de Filipinas, se debe básicamente al padre Leandro Arrué. Él colocó la primera piedra en 1866; y, en su segundo período como párroco, a partir de 1882, concluyó el exterior. El patrono es san Agustín; y el día de san Agustín, 28 de agosto, de 1883, Arrué celebró la primera misa. Volcado estaba en las obras de ornato interior cuando, en 1885, fue hecho arzobispo de Jaro. Sus sucesores continuaron su obra. Laureano Navarro empezó la torre campanario. Y, en 1894, el padre Jorge Carcavilla rubricó tantos años de esfuerzo colocando un órgano de tubos que compró en Zaragoza (España). Los recoletos tuvieron que abandonar Bácong al estallar la Revolución, pero regresaron en 1907 y allí han seguido hasta 1965.

Sibulan, Negros Oriental

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Sibulan, Negros Oriental, Filipinas

Es la última parroquia dejada por los recoletos en la provincia de Negros Oriental. La recibieron en 1856 y en los años siguientes levantaron sus principales edificios. Tuvieron que reconstruirlos después de la Segunda Guerra Mundial para, en 1984, pasársela al clero secular.

Cuando, en junio de 1945, al acabar la Segunda Guerra Mundial, regresa a Sibulan el padre Julián Arzanegui, encuentra destruida la iglesia sólida que 80 años antes había comenzado José María Cabañas. Los soldados japoneses se habían hecho fuertes en ella y había sido bombardeada. Igual suerte había corrido el convento y todas sus pertenencias.

La iglesia actual, de 63 x 14 m., comienza a construirla en 1949 el padre José Lizarraga. La terminará Fermín Samanes, a principios de los años 50.

Zamboanguita, Negros Oriental

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Zamboanguita, Negros Oriental, Filipinas

Se separó de su matriz, Dauin, en 1866. Al año siguiente ya se empezó una iglesia nueva que, lenta y trabajosamente, se fue levantando, hasta quedar rematado el edificio en 1890. Se siguió después mejorando y completando. En 1923, el padre Alejandro Osés consiguió techarla de hierro. Cuando ya nada se echaba en falta, llegó la segunda Guerra Mundial que la destruyó completamente, en 1941. El padre Leandro Palacios se vio como a los comienzos: celebrando misa en una capilla de caña y nipa. Hasta 1948, una vez acabada la Guerra, no se pudo empezar otra nueva iglesia. También aquí es Fermín Samanes quien lo hace, y quien la concluye en 1950. En todos los casos se hace notar la colaboración excepcional que los religiosos encontraron siempre en el pueblo de Zamboanguita. Será uno de los últimos pueblos que dejen los recoletos, en 1975.

Bolinao, Pangasinán

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Bolinao, Pangasinan, Filipinas

El día 23 de abril de 1623, zarpaba de este pueblo que cierra el golfo de Lingayén, una expedición formada por 10 religiosos. Dos de ellos son agustinos recoletos; los otros ocho pertenecen a distintas órdenes. Emprenden una travesía arriesgada: la embarcación es poco segura, y aún no ha concluido la temporada de tormentas. Van disfrazados de comerciantes occidentales, pero son en realidad misioneros dirigidos al Japón. Allí terminarán muriendo mártires. Los dos recoletos, Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio, fueron quemados vivos el 3 de septiembre de 1632. Los beatificó Pío IX el día 7 de julio de 1867.

Aunque, en la actualidad, es provincia de Pangasinán, Bolinao forma parte geográfica de Zambales, y en la historia recoleta es uno de los tres centros principales del territorio zambaleño. Afortunadamente, se ha conservado la iglesia antigua, de comienzos del siglo XVII. Está dedicada a Santiago Apóstol, cuya estatua ecuestre campea desde su hornacina en la fachada.

Junto a la iglesia, se ha conservado buena parte del antiguo convento fortaleza, que aún luce en la entrada el escudo de los agustinos recoletos. Pudiera ser que también se remontara al tiempo de los mártires del Japón. Sabemos que, estando ellos allí y en vísperas de embarcar para el martirio, a finales de marzo de 1623, se desencadenó un incendio que destruyó su convento. Quizá el actual es el que entonces se reconstruyó.

Cerca, en fin, del convento y de la iglesia, se puede visitar un museo, pequeño pero muy interesante. Del patrimonio recoleto luce sólo un espléndido terno que lleva bordado el escudo agustiniano.

Las Piñas, Rizal

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Las Piñas, Rizal, Filipinas

El padre Diego Cera (1752-1832) es uno de los recoletos más ilustres de la historia de Filipinas. Es conocido sobre todo por ser el constructor del famoso órgano de bambú existente en esta parroquia de Las Piñas, una singularidad a nivel mundial. Pero son muchas las cosas que al padre Cera le han hecho acreedor a la estatua que la ciudad le ha dedicado. No en vano fue su primer párroco, que ejerció este cargo durante más de treinta años seguidos, de 1797 a 1831. A él le tocó levantar iglesia a costa de la Provincia. La sólida edificación en piedra sillar que nos ha llegado intacta, fue llevada a cabo entre 1810 y 1819. Terminada ésta, pudo el padre Cera dedicarse de lleno a la construcción del órgano, que le llevó otros seis años, de 1819 a 1825. Uno de sus sucesores al frente de esta parroquia será, durante el trienio 1876-1879, el futuro san Ezequiel Moreno.

Bantón, Romblón

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Banton, Romblon, Filipinas

La información en Internet es contundente y efectiva:

“Banton island has no running water, no movie theaters, no public library, no museums, no restaurants, no cars nor jeepney – ad infinitum. The island has electricity, over two dozen motorbikes, has beautiful secluded coves with a few meters of sandy beaches, has stones big and small, coconuts, betel nuts, buyo leaves, coconut crab, and click here: Seashells and Fish in Toctoc’s Coral Reefs. But the island has its people – a people rich in stories”.

Las historias y la historia de Bantón se remontan, cuando menos, cuatro siglos. Esta isla se fortificó casi al mismo tiempo que la principal de Romblón, a mediados del siglo XVII. Lo mismo que en Rombón, se encargó de ello el padre Agustín de San Pedro, Padre Capitán (1599-ca.1660). Igual que en Romblón y en los demás fuertes, una de las dependencias obligadas era la iglesia. El fuerte es una obra sólida de mampostería, algo abandonada hoy día. La iglesia sigue en uso y conserva el hermoso retablo antiguo.

Esta diminuta isla de la provincia de Romblón fue escenario de las andanzas del beato León Inchausti, mártir en la Guerra Civil española de 1936. En esta iglesia desempeñó su ministerio durante los períodos 1887-1888 y 1892-1897.

Lazi, Siquijor

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Lazi, Siquijor, Filipinas

Este pueblo fue fundado en 1857 por los recoletos, que lo administraron hasta la Revolución. Después, volvieron en 1915 y aquí siguieron hasta 1955. A ellos se debe cuanto de monumental tiene el pueblo, sobre todo la iglesia y el convento, ambos declarados Tesoro Nacional de Filipinas. La iglesia, dedicada a San Isidro Labrador, fue concluida en 1884. Siete años más tarde se acabó el convento, uno de los más grandes de todo Filipinas. “The wooden floor, with its herring-bone pattern of yellowish tugas and dark brown ipil boards, is intact. This pattern is repeated in the convento’s upper floor”

Siquijor, Siquijor

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Siquijor, Siquijor, Filipinas

Éste fue el primer pueblo fundado en la isla, que, por eso, tomó su nombre. Fue erigido en parroquia el año 1783; y encomendado a los recoletos, en 1794. A partir del año siguiente y hasta 1831, fue su párroco el padre Alonso de los Dolores. Terminó éste la iglesia que había comenzado un sacerdote secular; y, junto con ella, hizo el convento. Los dos son de piedra, como lo es también la torre campanario, de cuatro cuerpos, exenta. Forman un conjunto fortificado en previsión de los ataques moros. Los tres -iglesia, campanario y convento- están catalogados como bienes destacados del patrimonio nacional filipino.

Botolan, Zambales

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Botolan, Zambales, Filipinas

A comienzos de los años 90, se convirtió en una de las poblaciones más famosas de Filipinas. En junio de 1991 entró en erupción el volcán Pinatubo, enclavado en su término. Las repercusiones fueron tremendas. La ceniza, conocida como lahar, llegó hasta Manila y, durante años, ha llenado los cauces de los ríos zambaleños. Y, lo más dramático, el desastre obligó a evacuar a unas 100.000 personas, de las cuales más de la mitad eran aetas o negritos, moradores tradicionales de las faldas del volcán. Varios años más tarde, aún se les veía, en pequeños grupos, pidiendo limosna en las salidas de Manila y otras grandes ciudades de la zona.

Estos grupos indígenas de piel oscura, pelo ensortijado y complexión menuda son considerados los habitantes originarios de Filipinas, y están muy unidos a la historia de los recoletos en este Archipiélago. De hecho, el considerado como protomártir de la Orden en Filipinas, Miguel de la Madre de Dios, murió en 1607 a resultas de una agresión de los negritos de Zambales. Botolan que, a día de hoy, se considera el principal asentamiento mundial de aetas, es un pueblo creado en el siglo XVIII como misión para estos grupos sacados de los montes.

La iglesia actual es la antigua, y se ve bastante bien conservada. Está construida con piedra coral y dedicada a santa Mónica. La exposición a la intemperie ha ennegrecido la fachada, por lo que resaltan poco los dos óculos abiertos sobre cada una de las dos hornacinas laterales, así como el rosetón central, sobre la puerta en arco de medio punto. La fachada parece así especialmente pesada. Sobre ella se levanta una improvisada espadaña en la que encuentran acomodo tres de las campanas antiguas.

Masinloc, Zambales

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Masinloc, Zambales, Filipinas

Esta iglesia puede contarse entre las antiguas y las más curiosas de Filipinas. Como pueblo, Masinloc fue fundado por los recoletos en 1607, al año siguiente de su llegada al Archipiélago. El fundador, Andrés del Espíritu Santo, uno de los recoletos más ilustres, fue también el constructor de la iglesia. Su firma no podía ser más explícita, a base de símbolos en la misma fachada: dos hornacinas con las estatuas de san Agustín y san Andrés flanquean la puerta principal. y en el frontón campean el escudo de la Orden y la paloma del Espíritu Santo. La fachada, toda ella de piedra labrada, consta de dos cuerpos horizontales rematados por un frontón y seccionados en tres cuerpos verticales por columnas cuadradas dobles.

La disposición y decoración interior son modernas, pero en el coro todavía puede apreciarse una hermosa portada historiada con algún motivo recoleto. Sorprende la orientación oeste-este del templo, que permite que todos los días el último rayo de sol se pose sobre la estatua de san Andrés de la hornacina central del retablo.

Poco le faltaba a esta iglesia para coronar los cuatro siglos cuando, el 12 de diciembre de 1999, sufrió la embestida de un fuerte terremoto que casi la redujo a ruinas. Para sorpresa de muchos, la reacción de los masinloqueños fue la misma de sus antepasados. Todos, lo mismo residentes que emigrados, se apiñaron en torno a su iglesia. Las colectas y donativos comenzaron a afluir y se pudo comenzar la restauración. Más aún, se hicieron oír en las altas instancias políticas y culturales, y lo que la joya de Andrés del Espíritu Santo no había conseguido en 400 años, lo logró ahora, en el momento de la desgracia: con fecha de 31 de julio de 2001, ha sido incluida en el catálogo del Museo Nacional de Filipinas como uno de los 26 Tesoros Culturales del país.

Por desgracia, esto no garantiza que las obras de reparación aceleren su ritmo. Aunque lo importante es que se continúan sin pausa. Incluso sirven para recuperar elementos perdidos, por efecto de los años y la reforma litúrgica: el antiguo púlpito de hierro, que luce en su parte delantera el escudo de la Provincia de San Nicolás, ha sido instalado de nuevo.

Santa Cruz, Zambales

Templo parroquial construido por los Agustinos Recoletos en Santa Cruz, Zambales

Iván Henares se define a sí mismo como un “travel freak, frustrated historian and heritage activist”. Mantiene en Internet un blog en el que cuenta sus andanzas por las rutas monumentales de Filipinas. Cuando en marzo de 2006 pasó por Zambales, tituló su blog: “The road less travelled”. El primer pueblo de la provincia, Santa Cruz, le llamó mucho la atención:

“I was pleasantly surprised to see so many old houses still intact, in fact they lined-up along the streets one after the other. And the coral Church of St. Michael the Archangel was just perfect (except for the modern interior). Although the houses were neglected, if restored properly, Sta. Cruz has potential of becoming another heritage town and a showcase for Zambales”.

Santa Cruz también es parroquia antigua. Fue fundada en 1611 y está dedicada a san Miguel. Entonces se llamaba Sigayan. La fachada de su iglesia recuerda mucho a la de Masinloc, aunque sin campanario. En lo alto del arco de medio punto se conserva el escudo de la Orden, que también aparece en una puerta lateral y sobre la de la sacristía.


ÍNDICE DE PÁGINAS DEL REPORTAJE

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