Monjas Agustinas Recoletas de Guaraciaba do Norte, Brasil: también hay tiempo para las bromas y la alegría de vivir en común.

La típica creencia de que los monasterios de clausura son lugares cerrados, viejos, olvidados del mundo, serios y aburridos, que está en el imaginario hasta de no pocos católicos, se derrumba cuando se conoce por dentro su vida cotidiana.

Introducción

La película “El silencio” ha puesto ante los ojos de los espectadores una curiosa forma de vida de la que se conoce muy poco y se habla menos: la vida religiosa de clausura. Más allá de unos muros altos, del rigor y de la disciplina —que son los árboles que no dejan ver el bosque— hay personas inquietas, alegres y que aman en profundidad.

En la Orden de Agustinos Recoletos hay también una tradición importante e irrenunciable de vida de oración intensa. En el caso de la orden masculina, esta vivencia espiritual está unida desde el primer momento a una vida activa y misionera. Pero en la rama femenina, sin embargo, la clausura y la vida monacal prevalecen y se transmiten con el tiempo.

Con este reportaje queremos dar a conocer algo más de la realidad de estos monasterios. Para ello hemos elegido unos ejemplos concretos que nada tienen que ver con el imaginario común que describíamos en la entradilla de este reportaje.

Son monasterios pioneros y de vanguardia de las Agustinas Recoletas contemplativas en México, Filipinas, Brasil y Kenia. Aunque geográficamente no tengan mucho en común, en todos ellos hay unas notas comunes: son agustinas recoletas, sus comunidades son jóvenes, alegres, y viven en los inicios de un proyecto de llevar la vida contemplativa a lugares donde, hasta ahora, no existía.

En los últimos veinticinco años, las Agustinas Recoletas de clausura han iniciado un curioso proceso en el que han llevado nuevas comunidades hasta lugares inhóspitos para el carisma contemplativo agustino recoleto; comunidades que han tenido que empezar de cero, pero que han contado casi desde el primer momento con vocaciones nativas que han enriquecido la Iglesia local con sus respuestas afirmativas a esta nueva y desconocida vocación.

Cuando acaba de terminar el Año Misionero 2006 en la Orden de Agustinos Recoletos, este reportaje quiere recordar a unas “misioneras” con todo derecho: las fundadoras y pioneras de los monasterios de recoletas que hoy están en la vanguardia de la Iglesia y que han diseminado entre la Iglesia local la semilla de la vocación contemplativa.

Cada uno de estos monasterios ha elegido el modo de describir su realidad. Les hemos dado plena libertad de exposición y de estilo, porque sabíamos que tendría sus frutos. Y vaya si los ha tenido.

Algunas hermanas nos cuentan su vida con un lenguaje cercano y nos exponen el cuaderno de bitácora de su día a día, donde las vivencias cotidianas —lo más importante en el monasterio son los pequeños detalles— salen a la luz desde la confianza otorgada al lector.

Otras hablan de cómo un cúmulo de casualidades, carambolas, personas desconocidas hasta entonces y de inquietudes terminan en una nueva fundación, una nueva aventura, un empezar de cero otra vez.

En todos los casos, veremos su historia concreta para entender que, realmente, los caminos de las fundaciones son variados pero, casi siempre, parten de un hecho: un grupo de personas que no le tiene miedo a nada y, por encima de todo, tiene una ilusión y una vocación “a prueba de balas”.

SIGUIENTE PÁGINA: 1. Monasterio de Santa Teresita del Niño Jesús. Ahuacatlán, San Luis Potosí. México


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