Lábrea, en mitad de la selva. El pintoresco paisaje de la Amazonia esconde una de las poblaciones del mundo más castigadas por la hanseniasis (lepra).

La palabra “lepra” suena a pasado, a historias medievales o viejos relatos bíblicos. Sin embargo, en algunas zonas del mundo, esta palabra muestra incómodo presente.

La Prelatura de Lábrea, en el brasileño Estado de Amazonas, es uno de esos lugares en los que la hanseniasis está presente y se debe luchar contra ella. Allí tienen una de sus misiones los Agustinos Recoletos y así se lucha contra la hanseniasis.

“Cuando alguien sea declarado leproso, deberá andar con las ropas rasgadas,
despeinado, con la barba cubierta y gritando: “Impuro, impuro”.
Quedará impuro mientras dure la enfermedad.
Vivirá separado y fuera del campamento” (Levítico 13,45-46).

Brasil forma parte, junto con algunos países africanos (Angola, Madagascar, Mozambique y Chad) y asiáticos (India y Mianmar) del grupo de naciones más afectadas por la lepra: según la fría estadística de la OMS (Organización Mundial de la Salud), tienen de cinco a diez afectados por cada diez mil habitantes.

La misión de Lábrea, en el suroeste del Estado de Amazonas, donde los Agustinos Recoletos llevan ochenta años trabajando, es el segundo lugar del mundo —después de la India— con más leprosos en proporción al número de habitantes. Tal vez es ésta la realidad más desconocida de la misión.

El municipio de Lábrea tiene 28.000 habitantes, de los que 20.000 viven en la sede del municipio, una especie de ciudad provinciana en mitad de la selva amazónica. El número de leprosos  tratados en el hospital municipal desde 1980, según informaciones del propio centro médico, ha sido de 3.700 casos; 18 permanecen actualmente en seguimiento y 4 son clasificados como “reincidentes”

En las afueras de la zona urbana de Lábrea está el barrio de San Lázaro, que antiguamente era leprosería o lazareto. Estaba separado del cogollo central de la ciudad por un brazo del río Purús, que en verano se seca. En esa área se escondían —o, más bien, eran arrojados— los leprosos.

Hoy es un barrio organizado, con una comunidad cristiana de base propia, y en ella continúan viviendo varias familias de leprosos, aunque se han ido añadiendo familias de todo tipo. El crecimiento demográfico ha anexado el barrio al casco urbano y ha propiciado una integración de los enfermos en la vida social. Más como una consecuencia de la presión demográfica y el crecimiento urbano que como un lógico proceso de integración social.

AVISO: algunas de las imágenes de este reportaje muestran las consecuencias reales de la hanseniasis en el cuerpo humano y pueden herir la sensibilidad del lector.

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