Doña Fátima

1. El sufrimiento tiene rostro y nombre El equipo médico tuvo la oportunidad de reencontrarse con enfermos que pasaron muchos meses en el hospital de las Hermanas Marcelinas de Porto Velho, viejos conocidos: doña Fátima, que vive con su hija y durante muchos años se arrastró por el suelo de su casa sin poder andar, […]

1. El sufrimiento tiene rostro y nombre

El equipo médico tuvo la oportunidad de reencontrarse con enfermos que pasaron muchos meses en el hospital de las Hermanas Marcelinas de Porto Velho, viejos conocidos: doña Fátima, que vive con su hija y durante muchos años se arrastró por el suelo de su casa sin poder andar, abandonada por el esposo; doña Nazaret y el señor Raimundo con los  pies agujereados por la hanseniasis y que fueron curados con enorme cariño; doña Maria, que muestra su prótesis desgastada; Auxiliadora anda con botas pero sigue arrastrándose por el suelo, y cuenta cómo cuida de sus sobrinos; Carlos, contento porque está caminando bien y ya se siente seguro con las dos piernas ortopédicas; Antonia, cuyo esposo también es hanseniano, madre de seis hijos, cubre con una falda larga las prótesis de sus piernas y cuenta a la hermana que su hijo Samuel está en el Centro Esperanza de los Agustinos Recoletos. Son muchas historias bonitas de recuperación y de amor.

El equipo médico visitó también algunos hansenianos en sus hogares. A Francisca Moreira, hija de hanseniano, 16 años, madre de una niña de pocos meses, le fue confirmado que tiene hanseniasis. Comenzará a tratarse inmediatamente.

Visitaron a Irene, que hace unos años fue traída desde su cauchería en medio de la selva, a tres días de distancia, al hospital de Lábrea. Irene era desconocida hasta para los misioneros, porque cuando algún desconocido llegaba a su casa, se escondía. Las manos y los pies eran muñones en carne viva, su cuerpo apestaba y el mal olor se extendió por todo el hospital el día que la internaron.

Con la duda de si sobreviviría a un viaje de 35 minutos en avión, se decidió trasladarla al hospital de las Hermanas Marcelinas de Porto Velho. A pesar de todos los cuidados higiénicos, el mal olor se extendió por el avión, provocando una furiosa reacción del comandante, que prometió no llevar nunca más a gente así. A Irene le cortaron las dos piernas y las dos manos, pero recuperó la vida y las ganas de vivir.

En el barrio de San Lázaro, entre otras familias de hansenianos, el equipo médico visitó a Ibrahim, que solamente anda en una silla de ruedas porque está si pies. Su esposa Margarida, los hijos y algunos nietos viven en la misma casa, confortable, limpia.

El equipo médico tampoco pudo esconder su disgusto cuando encontraron a doña Raimunda, en el Barrio de la Fuente, sentada en el suelo, a la puerta de casa, con un pie hecho un amasijo de carne, cubierto con un trapo sucio.

Le animaron para que viajase a Porto Velho, donde le pondrían una prótesis que le devolvería a una vida normal. Doña Raimunda, entre lágrimas, se negaba a ello rotundamente, a pesar de todas las buenas razones para hacer ese viaje, gratis y muy bien cuidada.

2. La enfermedad de Jorge Lobo

El Equipo Médico también se subió al barco de la parroquia para viajar hasta la comunidad de la “Praia do Gado” (Playa del ganado) con la intención de visitar especialmente al señor Carmelito.

Él padece la “enfermedad de Jorge Lobo”, que es una micosis cutánea, causada por una infección, de larga evolución, aunque no compromete el estado general del paciente. Las enormes verrugas extendidas por una de las piernas provocan una reacción horrible y rechazo inmediato en quien lo ve.

Aprovechando la visita a Carmelito, la capilla de esta pequeña comunidad cristiana de base del mundo rural se convirtió en pequeño hospital. Muchas personas fueron para ser consultadas y se les hizo la prueba de la hanseniasis.

3. Por un futuro mejor

Había otro importante trabajo que realizar, esta vez no de consulta directa sino de concienciación. En la casa de los agustinos recoletos y en coordinación con éstos, el Equipo Médico se entrevistó con Gean Barros, el alcalde de Lábrea.

La propuesta fue directa: como meta para el futuro y para una mejor atención de los hansenianos, se proponía que el Ayuntamiento designase a un joven labrense para contratarlo como técnico en prótesis y ser previamente preparado en el hospital de las Hermanas Marcelinas en Porto Velho como técnico.

Consiguientemente, se procedería a la creación un taller para tal fin. El Movimiento de Reintegración del Hanseniano (Morhan) ofrecía una área en su institución para crear este taller; el Ayuntamiento compraría las máquinas y el material necesario para hacer las prótesis. Así se podrán evitar muchos viajes a Porto Velho, economizando los billetes de avión, y los enfermos serán atendidos más rápidamente y de un modo continuado.

Ofrecieron también la posibilidad de que un médico especialista, el doctor Cabral, quien trabaja en el hospital de las Hermanas Marcelinas, vaya a Lábrea y efectúe allí las operaciones, para evitar más traslados de enfermos a Porto Velho.

Las ventajas son todas: facilitaría el acceso de más enfermos, se evitarían problemas con los viajes, se evitaría que los reticentes a viajar no sean tratados, se ahorraría tiempo y recursos. La dificultad para este traslado es mínima vista desde el sentido común, pero incomprensiblemente real: el médico es de otro Estado (Rondônia). La complejidad burocrática y las leyes hacen del traslado poco menos que una “misión imposible”. Triste realidad en Brasil: ¡para salvar la ley, se deja morir podridos los enfermos!

4. El amor que cura

Los hansenianos están hoy bien atendidos económicamente porque reciben un sueldo base como jubilados por enfermedad, más medio sueldo que les corresponde por padecer la enfermedad de la hanseniasis. En total, en torno a 193€ mensuales, en una zona donde la mayor parte de los trabajadores no ganan más que el salario mínimo, actualmente de 128€ (350R$ reales brasileños).

Tienen casas limpias, grandes, algunas nuevas, no piden limosna, se mantienen y, a veces, mantienen a familiares. Ya no hay un rechazo frontal en la sociedad, viven una vida normal. A muchos, el aguijón del sufrimiento les ha agriado el carácter o les ha llevado al alcoholismo. Una enfermedad con secuelas tan visibles es una cruz que cargan para siempre y que no pueden esconder de nadie, ni siquiera cuando ya están curados.

Por eso, como dice un hanseniano, Bacurau:

“El amor sigue siendo el mejor medicamento para todos los males del mundo, siempre que sea traducido en trabajo, ética, humildad, compromiso, justicia… La hanseniasis también se cura con amor. Con mucho amor”.

PÁGINA SIGUIENTE: 4. CONCLUSIÓN, GRACIAS


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