Óleo de José María Díaz Castán. Convento de Monteagudo (Navarra, España).

Comenzamos el año del primer centenario del fallecimiento de san Ezequiel Moreno (1848-1906) con un reportaje dedicado a su biografía, marcada en todo instante por su deseo incontenible de sembrar el Evangelio y de seguir a Jesús desde el carisma agustino recoleto.

Juan Pablo II quiso canonizar a un santo que simbolizara la gigantesca obra de la evangelización de América. Y eligió a san Ezequiel Moreno. El 11 de octubre de 1992, víspera del quinto centenario del descubrimiento, en Santo Domingo, en el marco de las solemnes celebraciones del V Centenario de la evangelización de América y de la IV Conferencia general del episcopado latinoamericano, ante más de trescientos obispos y miles de fieles, proclamó que Ezequiel “en su vida y en su obra apostólica compendia admirablemente los elementos de la efemérides que celebramos.

En efecto, en su vida aparecen España, Filipinas y América Latina como los lugares en que desarrolló su incansable labor misionera este insigne hijo de la Orden agustina recoleta…. El nuevo santo se nos presenta ante todo como modelo de evangelizador, cuyo incontenible deseo de anunciar a Cristo guió todos los pasos de su vida”.

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