Hoy, 25 de julio de 2005, se cumple medio siglo de la muerte del agustino recoleto Jesús Pardo. Se le rompió el corazón por el esfuerzo hecho al salvar a varios niños que se ahogaban en el río Purús.
El “gol del padre Pardo”. Así fue llamado en su tiempo el acto heroico del agustino recoleto Jesús Pardo, que sacrificó su vida para salvar a cuatro niños de morir ahogados en el río Purús. Hacía tres años que el padre Jesús Pardo había llegado a la misión de Lábrea. Fue destinado a la parroquia de Pauiní, distante tres días en un barco de los de hoy. El obispo de Lábrea, José Álvarez, debía inaugurar con un discurso la exposición misionera del Congreso Eucarístico de Río de Janeiro. El padre Saturnino Fernández ya había viajado para preparar la exposición de Lábrea. Se le pidió al padre Pardo venir a Lábrea para que la parroquia no se quedase sin sacerdote durante mucho tiempo. Corría el año 1955. Trabajador y habilidoso, se comprometió, durante el Congreso, a organizar una semana eucarística y a pintar la catedral. El 24 de julio hubo procesión como si fuera el día de Corpus Christi. Al día siguiente, 25 de julio, el padre Pardo reanudó los trabajos de restauración de la catedral. Por la tarde fue invitado por el señor Plinio Paiva, amigo de los misioneros, a dar un paseo en su barco. Al principio, el padre Pardo rechazó la invitación, porque le iba a faltar tiempo para acabar de pintar la catedral. Pero tanto insistió Paiva y con tanto cariño, que aceptó. Además íban también Sor María Paz y Sor María José, misioneras agustinas recoletas de la escuela de Santa Rita. Cuando llegaron a la playa del Pirón, comenzaron a jugar a fútbol. Los adultos habían señalado a los niños los lugares no peligrosos en los que se podían bañar. Pero cada vez que el balón caía al agua, los chiquillos corrían como desesperados para cogerlo y darse un baño. El sol calentaba con fuerza. Era entre tres y cuatro de la tarde. Una de las veces, los niños corrieron a coger el balón. El balón se lo llevaba el río y dejaron de tocar fondo. Se los tragaba un remolino. El padre de uno de ellos, con el padre Pardo y dos canoas que estaban pescando fueron en su búsqueda. Consiguieron sacar a dos. Otros dos se íban alejando de la orilla. El padre Jesús, buen nadador, llegó hasta ellos. Chico Paiva, uno de los dos niños, parecía muerto, estaba sin sentido. Lo dejó en la canoa para que lo llevara rápidamente a la orilla. El canoeiro dejó al padre Pardo que regresase nadando. Mientras socorrían a los niños, el padre Pardo desapareció en el agua. Una canoa fue a recogerlo. El canoeiro lo cogió por la liga de los calcetines y después por las zapatillas. Ya estaba muerto. Le salía de la nariz un hilo de sangre. Todos los esfuerzos fueron inútiles. Le vistieron el hábito blanco que había llevado y regresaron a Lábrea. La noticia ya había llegado a la ciudad. El pueblo y las autoridades estaban esperando en el puerto. Fue llevado el cuerpo al colegio Santa Rita y después a la catedral. Mandaron un barco a Canutama para buscar al padre Isidoro Irigoyen para que bendijese la tumba y presidiese el funeral. El pueblo no quería enterrarlo sin la presencia del sacerdote. Los monaguillos no paraban de tocar a muerto. Se relevaban en la torre. Después de 24 horas, el cuerpo comenzó a oler mal. Le fueron aplicadas inyecciones de formol. Aun así, cada vez el olor era más fuerte. Decidieron llevarlo a la tumba del cementerio, sin enterrarlo. Todos esperaban la llegada del padre Isidoro. Entre velas y oraciones pasaron la noche en el cementerio. De madrugada, llegó el Padre con Sor Nieves Ulayar y Sor Cleusa Coello que habían ido desde Lábrea para conocer la parroquia de Canutama. Fue bendecida la tumba, enterrado el cuerpo y celebrado el funeral. Hemos conseguido localizar a aquellos niños: Chico Paiva, que fue el que estuvo en mayor peligro de ahogarse, es ingeniero y abogado, fue alcalde de Porto Velho, capital de Rondonia, y ocupó importantes puestos en el gobierno del Estado de Amazonas. Vive en Fortaleza (Ceará) y mantiene relación con la comunidad recoleta de aquella ciudad. Su hermano Carlos es licenciado en ingenieria eléctrica, fue diputado de Amazonas y Consejero del Tribunal de Cuentas de los Municipios. Agustín Paiva Masullo es un famoso médico de Manaus, director de una clínica, licenciado en filosofia y medicina, especialista en Gastroenterología y Endoscopia. Su hermano Saverio Paiva Masullo vive en Brasilia. Y, en fin, Evaldo Paiva vive modestamente en Manaus. Después de 50 años, conservamos el sepulcro del padre Pardo. Ya ha comenzado a ser transformado en capilla, donde serán recordados los otros misioneros que sacrificaron sus vidas por el pueblo de Lábrea: monseñor Ignacio Martínez (1942) cuyos restos están en la catedral de Lábrea; padre Mario Sabino (1983), desaparecido en el río Purús en un choque de barcos, y sor Cleusa Coello (1985), asesinada en el río Passiá. El centro comunitario de la comunidad de San Sebastián fue dedicado al padre Jesús Pardo. En la playa del Pirón se quiere levantar una gran cruz de madera que recuerde el hecho. El 9 de julio, los religiosos peregrinaron al lugar y celebraron la eucaristía con la comunidad del Pirón en memoria del padre Pardo y los demás misioneros fallecidos. En todas las comunidades y en las dos emisoras comunitarias de radio, ya se está relatando la historia del “gol del padre Pardo”. Más noticias, en el reportaje sobre «el gol del padre Pardo»







