El agustino recoleto Jesús Pardo (Cárcar, Navarra, España, 21/05/1926 – Praia do Pirão, Lábrea, Amazonas, Brasil, 25/07/1955) fue un misionero español en la Amazonia brasileña que perdió la vida hace hoy 50 años durante el salvamento de unos niños que eran arrastrados por un remolino en las aguas del río Purús, uno de los afluentes del Amazonas.

Jesús Pardo

Nació en Cárcar (Navarra, España) el 21 de mayo de 1926. Sus padres fueron Francisco Pardo y Carmen Ojer, de raices religiosas profundas. La madre falleció cuando Jesús tenía siete años. A los once años, con su hermano Félix, ingresó en el seminario que los Agustinos Recoletos tenían en San Sebastián (Guipúzcoa). Hizo su consagración religiosa el 1 de abril de 1944 en el convento de Monachil (Granada), donde también estudió teología y fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1950.

Fue destinado a Brasil, primeramente a Leblon (Rio de Janeiro) y después a Belém do Pará. En una visita a Belém, monseñor José Álvarez, obispo de Lábrea, le convidó a trabajar en la misión de Lábrea. Felizmente, coincidieron la invitación del obispo, los proyectos del provincial y los deseos del P. Jesús: fue destinado a la misión de Lábrea. El 15 de enero de 1952 salía en avión rumbo a Manaos. Con él trajo una pequeña imagen de Nuestra Señora de Nazaret, regalo del obispo de Belém, Mario de Miranda, para la prelatura de Lábrea. En Manaos sintió un ataque de malaria. Tuvo que permanecer algunos días más.

El 4 de febrero, después de tres horas y media de vuelo, el P. Pardo “aquatizaba” en el río Purús. Fue destinado a Terruã-Pauiní como coadjutor. Era muy bien dispuesto para el trabajo y muy práctico. En poco tiempo construyó la casa de madera de los misioneros, donde también daba clases de alfabetización. Era muy activo: en su barco “El Sembrador”, construido por él visitó los rios Ituxí, Pauiní, Inauiní, Purús… Llegó hasta la tribu de los jamamadís, en el río San Antonio, en las cabeceras del río Inauiní. Era la primera vez que esta tribu indígena entraba en contacto con un sacerdote. Los jamamadís tenían como rehén un indio katukina, tribu guerrera enemiga. El P. Jesús sacó magníficas fotografías, que fueron expuestas y admiradas en la Exposición Misionera de Río de Janeiro. Acompañó en su primer viaje a Lábrea a las Misioneras Agustinas Recoletas, que venían para trabajar en la misión.

En Lábrea

Hacía cuatro años que el P. Jesús Pardo había llegado a la misión de Lábrea. Fue destinado a la parroquia de Pauiní, creada en 1949, a tres días de distancia en barco, con los barcos actuales. El obispo de Lábrea, José Álvarez, debía participar en el Congreso Eucarístico Internacional de Rio de Janeiro con el discurso de apertura de la exposición misionera. Un mes antes, el P. Saturnino Fernández, párroco de Lábrea, se había adelantado en el viaje para organizar en la exposición la participación de Lábrea. El obispo pidió que el P. Jesús viniese de Pauiní a Lábrea, para que la parroquia no se quedase sin sacerdote.

El P. Pardo no solamente vino, sino que se comprometió a organizar un pequeño congreso eucarístico en Lábrea, a la par que se celebraba el de Rio de Janeiro. Todos los jueves del mes de julio celebraron en la catedral una “hora santa de adoración” y bendición con el Santísimo y un triduo durante los tres últimos días antes de la clausura del congreso. El día 23 de julio, trabajó incansablemente para preparar las celebraciones del día siguiente. Por la mañana del día 24, después de la misa, organizó una concurrida y fervorosa procesión, como si fuese el día del Corpus Christi, con bendición y sermón. Mucha gente comulgó, aunque se quejaba de la poca participación de los hombres. Por la tarde dió la última catequesis para los niños. El P. Jesús se había comprometido, también, a pintar la catedral antes de que el obispo regresase de Rio de Janeiro. Para estas fechas ya tenía pintada la torre y la fachada.

El paseo a la playa del Pirón

El día 25 de julio por la mañana, celebró la misa en la capilla de las religiosas. Por la tarde fue convidado por la familia del Sr. Plinio Paiva, comerciante, para dar una vuelta en su barco. Iban también su esposa Amalia y sus hijos Francisco y Carlos, la familia del Sr. Saverio Masullo y sus hijos Saverio Filho y Agustín, la familia de doña Palma Paiva y algunas alumnas del colegio Santa Rita, dirigido por las religiosas. El P. Jesús quería acabar de pintar la catedral, el tiempo era escaso y no quería dejar el pueblo sin sacerdote, por si necesitaban de él. El Sr. Plinio insistió para que les acompañase; además, también iban las religiosas de la escuela Santa Rita, Sor María Paz y Sor María José. La insistencia cariñosa fue tanta que aceptó.

A la una y media de la tarde salían bajando el río Purús. Al pasar por la playa del Pirón, algunas personas quisieron visitar a doña Jozina que allí vivía. El P. Pardo fue el primero en pisar la arena, comenzando a jugar al fútbol con el Sr. Saverio Masullo y los niños. Francisco Paiva, uno de los niños protagonistas del suceso, ingeniero jubilado y abogado en Fortaleza (Ceará), recuerda que cuando llegaron a la playa del Pirón “la primera diversión fue bañarnos en el río Purús, en un lugar indicado por los adultos, donde la pequeña profundidad permitía a todos, independientemente de que supieran nadar o no, disfrutar el gusto de las bromas dentro del agua. Siempre que el balón era chutado lejos, la chiquillada aprovechaba para echarse un chapuzón en el agua. En una de esas ocasiones, el balón fue a un lado del río donde aún no nos habíamos bañado; algunos niños se echaron para coger el balón y aprovechar para darse un nuevo chapuzón refrescante. En ese momento comenzó la tragedia. En aquella parte había un enorme agujero, donde la profundidad no permitía que los pies tocasen el suelo, todos los que no sabían nadar comenzaron a ahogarse. Yo fui uno de ellos…”

La tragedia

Aún no habían llegado las señoras y las religiosas a la casa que iban a visitar cuando unas alumnas del colegio Santa Rita llegaron corriendo avisando que unos niños se estaban ahogando. Sor María Paz bajó corriendo. Cuenta ella en el Libro de Cosas Notables: “Fray Jesús quería hacer un gol donde estaba Saverio, cuando chutó el balón y cayó en el río. Mandó a Pedrito, niño que los padres criaban, a buscar el balón, porque sabía nadar, pero otros también se echaron al agua, cayendo en un lugar muy peligroso.” Cuanto más avanzaban en el agua, mas se distanciaba el balón y ellos de la orilla. Cuando los niños se dieron cuenta que no podían conseguir alcanzar el balón, desistieron y quisieron volver para la orilla. Solamente Saverio Filho, con mucha dificultad, consiguió llegar a la orilla. Sigue contando Sor María Paz: “El Sr. Masullo viendo a su hijo Agustín que se ahogaba, lo mismo que Evaldo Paiva y su sobrino Francisco, se lanzó al agua, cayendo en el mismo peligro de muerte, porque el hijo le agarró del brazo y Evaldo del cuello, no pudiendo nadar ni salir del remolino” .

Agustín, hoy médico en Manaos, recuerda que “de repente sentí que Evaldo me agarraba por el cuello y se montaba en mi hombro haciendo que me hundiese más. En pocos segundos vi que mi padre se acercó y consiguió, a la fuerza, quitarme a Evaldo de encima. Aunque estaba cansado, me llevó en dirección a una canoa que venía a socorrernos”. El Sr. Masullo sacó a su hijo Agustín. Viendo que otro niño era llevado por la corriente gritó pidiendo auxilio, en el momento que era tragado por el remolino. Acudió Nilson Gomes “Chumbinho”, timonel del barco, así como dos canoas que estaban pescando al otro lado del río y el P. Jesús. El empleado del barco recogió a uno de los niños y, viendo que no resistía la fuerza del remolino, pidió socorro a un compañero. Una de las canoas recogió al niño y al Sr. Masullo, que bebía mucha agua. El Sr. Masullo cayó exhausto en la arena.

El P. Saturnino Fernández escribió un resumen del informe de la policía en el Libro de Cosas Notables: “El P. Jesús Pardo, buen nadador, fue a buscar a Francisco, que estaba más lejos, y lo arrastraba la corriente. Poco después luchaba con dos niños, pues el remolino le había echado encima otro donde se encontraba nadando”. Saverio Filho, que consiguió salir por si mismo y asistió a todo el drama desde la playa, cuenta que recuerda perfectamente después de cincuenta años, al P. Pardo “que conseguía coger a los niños, ponérselos en la espalda y traerlos hasta el barco que estaba anclado un poco distante de la playa. La última vez que lo ví fue yendo en dirección a mi primo Francisco, que ya se encontraba muy lejos de la orilla, flotando al capricho de la corriente”. Una canoa recogió a los dos niños con los que forcejeaba el P. Jesús. Uno de ellos, Francisco Lopes de Paiva estaba sin sentido. Lo que obligó al canoeiro a remar rápidamente para la orilla, dejando al P. Jesús nadando. Nadaba en dirección a la playa cuando desapareció repentinamente. Algunas personas lo habían visto levantar el brazo y hundirse.

Uno de los canoeiros se tiró para buscarlo, en el lugar en que lo vieron hundirse. Estaba a dos metros de profundidad, en un pozo que era causa del remolino. Consiguió agarrarle por la liga y después por el pie, por la zapatilla. Ayudaron a traerlo a la playa, pero ya estaba muerto. Saverio Filho recuerda también que “al llegar a la orilla de la playa con el cuerpo de Fray Jesús extendido en la canoa, sin ninguna señal de vida, el pánico invadió a todos; y aún fue peor cuando otro pescador trajo a mi primo Francisco Paiva, inconsciente, dando la impresión de que también estaba muerto. Inmediatamente intentaron reanimar a los dos, aplicándoles masajes y poniéndoles la cabeza baja, con el fin de que echaran el agua que habían bebido. Francisco recuperó los sentidos y vomitó mucha agua. Fray Jesús no volvió en sí; continuaba sin moverse y sin respirar. Todos rezaron mucho con la esperanza de que diese alguna señal de vida.” No había bebido agua. Un hilo de sangre le corría de la nariz. Tenía los ojos fijos en algo enfrente de él. Hicieron todo lo posible para reanimarlo. Fue inutil. Todo sucedió en quince minutos, entre las seis y las seis y media de la tarde.

El último viaje a Lábrea

Llevaron el cuerpo al barco. Le pusieron el hábito blanco recoleto que el mismo había llevado y regresaron a Lábrea. Saverio continúa contando que era tan grande el deseo de ver al P. Jesús Pardo reanimado que “una de las personas que estaba próxima al cuerpo gritó: —El padre está vivo; lo he visto respirar. Hubo un momento de confusión, todos querían ver si era verdad. Para nuestra tristeza, Fray Jesus estaba muerto”.

Cuando llegaron a Lábrea, las autoridades y el pueblo estaban esperando en el puerto. El cuerpo sin vida permaneció en el barco, mientras era llamado el médico de Lábrea, Dr. Rolando Franco, para constatar su muerte. El cadáver fue llevado a casa de las religiosas. Aún le pusieron dos inyecciones para intentar reanimarlo, sin resultado. Fueron a casa de los Padres, que estaba custodiada por dos soldados, para recoger algunas ropas y amortajarlo. Como no encontraron la llave del cuarto, derribaron la puerta. Aunque la ropa estaba toda a la vista nadie vio nada, tan grande era el nerviosismo. Lo vistieron con unos pantalones y una camisa del Sr. Masullo. Encima le pusieron el hábito recoleto negro. Sobre una mesa grande llevaron el cuerpo a la catedral, donde fué revestido con los ornamentos sacerdotales. La pequeña imagen de Nuestra Señora de Nazaret, que él había traido de Belém, veló el cadaver durante el tiempo que fue expuesto en la iglesia. La catedral se llenó de fieles que querían darle su último homenaje. No podían contener las lágrimas y deseaban tocar el cuerpo. Las campanas no pararon de tocar a muerto.

El funeral: dos días para enterrarlo

Como no había otro sacerdote en Lábrea, fue enviado un barco a Canutama para traer al P. Isidoro Irigoyen, con el fin de presidir el funeral. Allí estaban también las religiosas Nieves Ulayar y Cleusa Coelho, que habían ido a conocer la parroquia. Ante la demora en llegar, el cadaver, debido al calor y a pesar de las inyecciones de formol, comenzó a descomponerse. Habían pasado más de 24 horas después de la tragedia. A las once de la noche una procesión interminable con velas en las manos, llevaba el cuerpo del P. Jesús Pardo para el cementerio. El féretro fue depositado en la tumba, que quedó abierta a la espera de la llegada del P. Isidoro. Muchas personas permanecieron en oración en el cementerio durante la noche. Finalmente, el barco de Canutama llegó a la una de la madrugada del día siguiente. El P. Isidoro bendijo la sepultura y rezó el responso. Al amanecer fue celebrada la misa de funeral ante la tumba.

El recordatorio que fue repartido entre los fieles decía: “En un impulso de dedicación y bravura salvó de la muerte a cuatro niños que se ahogaban, trayéndolos todos a nado. En ese esfuerzo inaudito se rompió una de las venas y, ahogado en su propia sangre, tuvo la muerte suave de los mártires de la fe, tumbado en el campo de batalla, al margen del río”.

El P. Saturnino Fernández escribió en el Libro de Tombos: “El lamentable accidente tuvo origen en el desprendimiento y bravura del P. Jesús Pardo. Para salvar a unos niños, que sin su auxilio hubiesen perecido, se sacrificó un verdadero héroe de la vida real”.

Sor María Paz recuerda aún al P. Jesús Pardo como “un sacerdote ejemplar, un misionero incansable, humilde, bondadoso, trabajador, generoso, atento a las necesidades de todos, alegre, bromista, siempre rodeado de niños, un hermano en medio del pueblo”.

¿Qué fue de aquellos niños?

Hemos conseguido localizar a cuatro de los protagonistas de aquel hecho.

Saverio Masullo Filho. Vive en Brasilia.

Agustín Paiva Masullo. Hermano de Saverio. Fue alumno de la escuela Santa Rita de Lábrea. Estudió en Manaos Filosofía y Letras y después Medicina. Es médico en la Gastroclínica de Manaos, especialista en Gastroenterología y Endoscopia digestiva. Vive en Manaos, donde es un médico muy conocido.

Francisco “Chico” Lopes de Paiva. Ingeniero y abogado. Vive en Fortaleza (Ceará). Fue alumno de la escuela Santa Rita. Ingeniero civil con especialidad en Transportes. Después de jubilado, se licenció en Derecho por la Universidad de Fortaleza. Fue director general de carreteras del Estado de Amazonas, alcalde de Porto Velho, capital del Estado de Rondonia; director de la Compañía de Investigación y Recursos minerales de Amazonas; director de Vivienda y Urbanismo en Amazonas. Aunque jubilado, ejerce actividades de ingeniero y abogado.

Carlos Lopes de Paiva. Hermano de Chico, vive en Manaos. Se licenció en Ingenieria eléctrica por la universidad de Rio de Janeiro. Trabajó para el Gobierno de Amazonas. Fue Diputado del Estado de Amazonas, Consejero del Tribunal de Cuentas de los Municipios de Amazonas y Corregidor General de este Tribunal de Cuentas.

Evaldo Paiva: Vive en Manaos.

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