Este domingo se celebrará en Lábrea una manifestación popular que recuerda el XX Aniversario del asesinato en el río Passiá de la hermana Cleusa, misionera agustina recoleta. Recordamos quién fue y cómo entregó su vida.

El 28 de abril de 1985 la misionera agustina recoleta Cleusa Carolina Rody Coelho fue asesinada en el río Passiá (Lábrea, Amazonas, Brasil) mientras intentaba poner paz en la situación creada en torno a los indígenas en el municipio de Lábrea. Por ironías del destino, un indio apuriná a quien había ayudado pocos meses antes fue quien la asesinó.

En Labrea se escogió este domingo, día 24 de abril, para recordar el cruel asesinato de Cleusa. Una manifestación popular que se repite cada año para pedir la paz y el respeto de los derechos de los diversos pueblos que habitan la Amazonia.

La vida de Cleusa

Cleusa nació el 12 de noviembre de 1933 en Cachoeiro de Itapemirim (Espírito Santo, sureste de Brasil). Después de estudiar Magisterio, Cleusa decidió ingresar en la vida religiosa, ante la oposición de gran parte de su familia. Hizo su primera profesión el 3 de octubre de 1953. Después de trabajar en las comunidades de Lábrea, Colanita y Vitoria, se licenció en Letras Anglo Germánicas. Dominaba el inglés, francés, italiano, español y alemán.

Pasó por las comunidades de Lábrea (1966-1970) Vitória (1970-1973), Manaos (1973-1979) y Lábrea (1979-1985). En 1982 la Asamblea de la Prelatura decide asumir la cuestión indígena como prioritaria. Se encarnizaban los ataques contra los indios, invasiones de sus tierras, muertes, enfermedades… Los terratenientes robaban tierras con la colaboración de las autoridades locales. Cleusa pidió dejar el colegio y dedicarse a la causa indígena.

Cleusa lucha por la paz y los derechos indígenas

En este ambiente, un hijo del cacique apuriná Agustín fue asesinado por un soldado. Los apurinás mataron a un hijo del soldado. Cleusa consiguió que los apuriná se trasladasen a Japiím, en el río Passiá, a más de 30 km. de Lábrea, para evitar enfrentamientos. Y nació una gran amistad y respeto mutuo entre Cleusa y Agustín.

Los hechos del martirio de Cleusa.

Raimundo Podivem y Edivar, indios, acompañados de Damasio, no indio, se internaron en los límites de la aldea Japiím del cacique Agustín. La entrada de estos tres personajes en esa zona era la ruptura del acuerdo por el que ningún blanco podría entrar en esas tierras sin autorización, acuerdo que había propiciado la paz entre los apurinás y la policía militar.

Cuando Agustín supo del hecho, pidió a la Funai (Fundação Nacional do Índio, el organismo público que debe velar por los intereses indígenas) que le permitiese confiscar la cosecha de los que habían entrado sin permiso en su zona. Se le concede la petición.

Agustín confiscó la cosecha de castaña de Damasio, pero permitió que los dos apurinás llevasen lo que habían recogido. Además, le dio permiso a Raimundo Podivem para volver a recoger castaña en Japiím, pues él era apuriná, siempre que no fuese en compañía de Edivar y Damasio. Pero Raimundo Podivem entendió que Agustín no le había tratado bien y se sintió despreciado por el cacique.

Al amanecer del miércoles 24 de abril Raimundo Podivem mata a tiros de escopeta a Arnaldo (17 años, hijo de Agustín) y a María, la madre del muchacho. Otros moradores de la casa lograron huir y pudieron avisar a Agustín. Éste, al volver a su casa vio a su mujer y a su hijo reventados a tiros. Los sepultó.

Al atardecer del viernes 26 de abril Cleusa recibía la noticia del asesinato de María y Arnaldo. Las religiosas que vivían con Cleusa afirmaron haberla visto asustada y muy nerviosa en esos momentos. El sábado por la mañana, Cleusa comunicó su decisión de ir a Japiím para llevar consuelo al cacique Agustín y evitar más carnicerías. Las religiosas expresaron la inoportunidad de este viaje y los peligros que podría enfrentar.

Navegando hacia la muerte

Al llegar a Japiím, Cleusa se encontró la aldea desierta con dos sepulturas nuevas. A la mañana siguiente, apareció el cacique Agustín con los suyos. Se habían escondido en la selva. Cleusa le recomendó permanecer en la aldea y mantener la calma, porque ella iría a Lábrea para denunciar los hechos ante las autoridades.

Cleusa y Raimundo Paulo iniciaron su vuelta a Lábrea bajando el Passiá casi al mismo tiempo que Raimundo Podivem comenzaba a subir el río en su busca. Ya el día anterior los había amenazado de muerte ante algunos testigos. Hasta que las canoas se encontraron.

Raimundo Podivem era apuriná. Un año antes, Cleusa lo había encontrado muy enfermo en la aldea indígena Arapaçú. Cleusa lo llevó a Lábrea y lo cuidó hasta que se recuperó. Cleusa lo reconoció en la otra canoa y le hizo una señal para conversar. Pero Raimundo Podivem disparó a Raimundo Paulo. La bala le dió en la región lumbar.
Échate al agua, hijo mío, tu tienes hijos para cuidar, gritó Cleusa a Raimundo Paulo.

Raimundo Paulo, herido, durmió en la selva. Consiguió llegar a Lábrea a las cuatro de la tarde del lunes. Se refugió en la policía. El agustino recoleto Jesús Moraza (hoy obispo de Lábrea) y la misionera agustina recoleta Josefina Casagrande lo visitaron y él les contó lo que sabía. Se iniciaron horas y días de desconcieto y aflicción.

En todos existía la esperanza de encontrarla con vida. Raimundo Paulo solamente sabía que había sido llevada río arriba por Raimundo Podivem. Moraza salió en busca de la misionera. El 3 de mayo fue localizado el cuerpo. Cuenta Jesús Moraza:

“Me avisaron de que unas aves carroñeras (urubús) volaban por encima en círculo, por lo que salí de la canoa y penetré en la selva, en dirección a las aves. Aproximadamente a cincuenta metros descubrí el cuerpo, parcialmente sumergido. (…) Quienes me acompañaban, con miedo, decidieron que volviésemos a buscar más ayuda”.

El 4 de mayo una expedición (Moraza, el jefe de la policía militar con tres soldados, un médico, un indio y el conductor) vuelve a por el cuerpo. A las siete de la noche llegaban al hospital de Lábrea, donde se realizó la autopsia: costillas rotas; cráneo y columna fracturados; brazo derecho parcialmente separado del cuerpo; plomo de escopeta en el torax y la espalda. La mano derecha no fue encontrada. A las nueve, Cleusa fue enterrada, debido al adelantado estado de descomposición.

Los testigos de los últimos momentos de Cleusa fueron el cielo y la naturaleza amazónica, la tierra que ella amó. Solamente Dios le bastó durante su vida y también en su muerte. Cleusa fue una religiosa de piedad ardiente. En la Eucaristía encontró fuerzas para vivir su fe y aprender las lecciones de amor y entrega a los hermanos, a los que sufren y son marginados, especialmente a los indios, por quienes dio el supremo testimonio de amor con la entrega de su propia vida.

El proceso de beatificación de Sor Cleusa se inició el 2 de Mayo de 1991, en la catedral de Vitória, Espírito Santo, Brasil. Si quieres bajar un documento de Word en español con una biografía más completa de Cleusa preparada para esa ocasión, pincha aquí.