El convento de El Desierto, la Provincia de Nuestra Señora de la Candelaria y toda la Recolección americana tienen por eje y raíz esta imagen de la Virgen de la Candelaria, el cuadro que los ermitaños primeros encargaron al pintor Francisco del Pozo en 1597.
1604: la semilla, en El Desierto
Cuando Mateo Delgado se embarcó para América, en 1595, era ya mayor. Había nacido en Antequera (Málaga, España) 70 años antes, y hasta los 60 se había ganado la vida como cirujano. Luego había entrado agustino, había hecho los estudios sacerdotales y se había ofrecido como misionero para América. Iba con otros 30 compañeros. Su destino era Perú, pero él tuvo que quedarse en Cartagena de Indias, el puerto colombiano, debido a una enfermedad. En Colombia pasará el resto de su vida.
Fue destinado al convento de Villa de Leyva (Ricaurte, Boyacá), y allí le encomendaron una ruta de los alrededores, que él debía atender como sacerdote. Así se viene a encontrar con los ermitaños. Son una docena, todos hombres, españoles o criollos, varios de ellos sacerdotes. Han venido de Tunja, la capital más próxima, y aun de la misma ciudad de Bogotá, llevados por la fiebre de espiritualidad que se ha extendido por todo el Imperio español. Están en este valle desde 1597. Ellos viven en chozas o cuevas dedicados a la oración: pero, para el cuadro de la Virgen de la Candelaria que han encargado, han construido una ermita.
Los ermitaños querrían que su estilo de vida se continuara. Lo mejor sería que se acogieran a la Orden agustina. Es lo que les aconseja el padre Mateo, que inicia las diligencias. Para junio de 1604, ya han conseguido los ermitaños que su yermo quede recalificado como casa religiosa. Inmediatamente es aceptado por los superiores agustinos. A partir de ahora será «casa de recolección» o de retiro, al estilo de las que funcionan en España desde hace años. Los primeros que toman el hábito recoleto son el padre Mateo, elegido prior, y varios de los ermitaños. Acaba de nacer El Desierto de la Candelaria.
Desarrollo durante siglos
De la semilla de El Desierto nació una planta que creció y ha dado mucho fruto. Dentro de la Orden, se la conoce como la provincia de Nuestra Señora de la Candelaria; «candelarios» se ha denominado siempre a sus religiosos en Colombia. Su momento de mayor gloria fue el año 1633, cuando tres de sus misioneros fueron martirizados en las selvas que separan Colombia de Panamá.
Sin embargo, al cabo de dos siglos, el árbol de la Recolección americana estaba prácticamente esquilmado, arrasado. Por causa de la Guerra de la Independencia (1810-1821) y las leyes anticlericales que vinieron después, para 1882 los más de 100 religiosos que eran un siglo antes, habían quedado reducidos a 13.
Para evitar la extinción, tuvieron que pedir auxilio. En España, se ofrecieron voluntarios para pasar a Colombia san Ezequiel Moreno y otros seis religiosos de la comunidad donde él era prior, la casa noviciado de Monteagudo (Navarra). El 17 de diciembre de 1888 tocaban tierra colombiana, tras una travesía de 19 días de barco.
Los recién llegados se instalaron en El Desierto unos, y otros en Bogotá. Desde el primer momento, la actividad de todos, principalmente la de san Ezequiel, fue extraordinaria. Con su dedicación y celo, se ganaron el apoyo de muchísima gente, lo mismo de las clases populares que de la alta sociedad. Mientras, desde España, continuó el flujo de religiosos; entre 1889 y 1899, llegaron a Colombia 65. Al comenzar el siglo XX puede decirse que la restauración está sólidamente asentada.
El Desierto, foco de espiritualidad
¿A qué se dedica hoy El Desierto? ¿Es algo más que una atracción turística? ¿Tiene alguna incidencia en la vida de la Orden?
La respuesta a las últimas preguntas ha de ser afirmativa. Los religiosos del convento nunca han descuidado la atención espiritual a las gentes de la zona. Y la Virgen de la Candelaria ha atraído siempre multitud de devotos y peregrinos, sobre todo el día de su fiesta, el 2 de febrero.
Pero, desde hace varias décadas, este santuario se ha convertido además en un foco de espiritualidad recoleta. Ha sido normalmente la casa noviciado de Colombia, y con frecuencia también para otras naciones y provincias americanas. Actualmente, viven allí su primera experiencia de vida recoleta 21 novicios colombianos y brasileños.
Otro tanto se puede decir de los que van a comprometerse definitivamente con la vida religiosa. Está previsto que realicen un mes entero de preparación intensiva en régimen de estrecha convivencia. Desde hace bastante tiempo, este mes suele realizarse aquí. Los jóvenes americanos, sean del país que sean, sintonizan fácilmente con la experiencia de los primeros recoletos.
Cada vez son también más numerosos los laicos de los ministerios candelarios que vienen aquí en plan de retiro o de formación religiosa. Y lo mismo hacen los sacerdotes de la diócesis, que gustan de recibir ejercicios espirituales en este ambiente.
El turismo religioso, en fin, ha ido en aumento, siendo orientado hacia la experiencia recoleta más genuina. Hará unos tres años que, dentro de la propiedad, se descubrieron algunas de las cuevas de los ermitaños antiguos. Han sido debidamente restauradas, y muestran ahora a las claras como debió de ser la vida del padre Mateo Delgado y sus compañeros.
La Provincia de la Candelaria, hoy
Desde los tiempos de san Ezequiel, la provincia de La Candelaria no cesó de fortalecerse y extender sus ramas. La mejor prueba es su fecundidad. De su seno nacieron, a lo largo del siglo XX, otras dos provincias: la de San Agustín, con las casas de Estados Unidos, Puerto Rico y la República Dominicana, en 1943; y, en 1961, la de Nuestra Señora de la Consolación, con los ministerios de varios países de Centroamérica. Desde esa fecha, la provincia de La Candelaria se ha circunscrito básicamente al territorio colombiano.
En la actualidad, después de España y Filipinas, Colombia es el país que cuenta con más agustinos recoletos: 120, contra 146 filipinos y 609 españoles. En los últimos años, la provincia de La Candelaria ha ido creciendo, tanto en personal -15 religiosos más que en 1998- como en comunidades -tiene ahora 24, dos más que en 1998-. En consecuencia, la media de edad ha descendido: está actualmente en menos de 46 años, mientras que la general de la Orden pasa de los 51.
Pero el cambio más notable y esperanzador es haber roto las barreras nacionales. Al comienzo del nuevo milenio, en abril de 2001, fundó fuera de Colombia, en Chile. Y en esta nación tiene ya cuatro comunidades. Primero fue la parroquia de San Luis Gonzaga, en Talca, a unos 150 km. Al sur de Santiago. Un año después se fundó un convento en La Serena. En esta misma ciudad se aceptó a comienzos del presente año la parroquia de San Isidro. Y, ya en la capital, se ha recibido, el pasado 2 de mayo, la parroquia de Santa María de la Esperanza. En total, son 10 los recoletos que trabajan en tierras chilenas.
Éstas más las 20 parroquias en Colombia constituyen la parcela asignada a los frailes candelarios. A ello hay que añadir los siete colegios, que dan educación a más de 12.000 alumnos; y las tres casas de formación, donde se preparan para el mañana los candidatos a la Orden. Queda, en fin, la joya de la Provincia, la misión de Casanare -hoy, Vicariato Apostólico de Trinidad-, que tiene encomendada desde 1662.