A partir de ahora, el proceso de beatificación seguirá en Roma

Marcilla (Navarra). El sábado 20 de marzo, a las 6 de la tarde, el arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, clausuró la fase diocesana del proceso para la canonización del Siervo de Dios Mariano Gazpio Ezcurra, agustino recoleto, natural de Puente la Reina, que murió en 1989, a los 89 años, en el Hospital de Navarra. El acto tuvo lugar en la iglesia del convento de Marcilla.
El proceso se abrió el 17 de enero del 2000. Durante estos cuatro años se han recogido y copiado los escritos de Mariano Gazpio, y han declarado más de cincuenta testigos ante el tribunal diocesano. La mayoría de estos testigos han sido religiosos que convivieron con el padre Gazpio y percibieron su testimonio de santidad. También declararon personas de las localidades navarras de Puente la Reina, Marcilla, Milagro y Pamplona. Entre éstos cabe destacar a Daniela Armendáriz y a Luis Senosiáin, que aportaron noticias importantes sobre la infancia de Mariano Gazpio y su familia.
Por otro lado, se le han entregado al tribunal declaraciones escritas de siete testigos chinos, en su mayoría agustinos recoletos, que conocieron al padre Gazpio durante los años de su actividad misionera en China (1924-1952).
Las actas del proceso llenan 950 folios: 404 corresponden a las diligencias previas y a las declaraciones de 58 testigos. Y las otras 546 a documentos personales y escritos de Gazpio. Aunque no escribió libro alguno, se conservan cartas misionales, pláticas y homilías, en las que se revela una persona en continua intimidad con Dios y pendiente del necesitado.
Con la sesión de clausura finaliza la etapa diocesana, que es el primer paso del proceso para la canonización. A partir de ahora es cuando empiezan el estudio de la vida y virtudes y demás requisitos necesarios para la misma. Este segundo paso se realiza en Roma y, por eso, se llama etapa romana.
En el acto de Marcilla hubo representantes de distintas comunidades y provincias de la Orden: Marcilla, Monteagudo, Zaragoza, Madrid, Valladolid; religiosos de la provincia de San José y de Nuestra Señora de la Consolación; Misioneras Agustinas Recoletas y hermanas Concepcionistas de Marcilla; nutrida representación de las fraternidades seglares de Marcilla, Monteagudo y Lodosa; familiares del padre Gazpio venidos de distintos lugares de Navarra y del País Vasco; y otros fieles próximos a la Orden que abarrotaban la iglesia.
El primer acto fue la eucaristía. La homilía de Fernando Sebastián se atuvo a los textos litúrgicos de la misa dominical, con alguna genérica alusión a la figura del padre Mariano y al acto que íbamos a celebrar. Porque la clausura propiamente tal del proceso de canonización se tuvo a continuación de la eucaristía, en el salón de actos del convento. Su aforo de 110 asientos quedó superado e incluso se hizo difícil moverse por los pasillos.
Presidía el acto monseñor Sebastián, y actuaba de ceremoniero el padre Gabriel Robles, vicepostulador de la Orden, venido de Roma para dirigir el evento. Junto al Arzobispo se sentaban en la presidencia los miembros del tribunal, sacerdotes diocesanos los tres; y, con ellos, el notario actuario y, en calidad de vicepostulador, José Javier Lizarraga.
Durante la sesión, el tribunal certifica que el proceso está concluido, una vez recogido el material y tomada declaración a los testigos. Después se solicita que se remita todo a Roma, para que allí continúe la causa. Una vez que el notario certifica la autenticidad de tres copias del proceso, el arzobispo lo avala todo y así lo firma. Se lacra la documentación que, desde este momento, se encomienda a quien, bajo juramento, la traslada a Roma. La sesión concluye con unas palabras de monseñor Sebastián y la preceptiva oración.
Felizmente concluido el acto, pasamos todos a compartir un tentempié que la comunidad ofrecía en sus claustros. Era el momento de los saludos y de departir animadamente sobre el acontecimiento histórico que acabábamos de vivir.